No se cumplió ninguna premisa y la Real cortó su racha de siete encuentros seguidos puntuando, lo que supone un pequeño freno. Ni el Granada ... acusó el esfuerzo del jueves –jugó la ida de los octavos de final de la Europa League ante el Molde y venció 2-0 casi certificando su pase a la siguiente ronda– ni la Real con una semana para preparar el choque fue el equipo de las últimas jornadas. Las piernas de los jugadores parecían estar llenas de plomo. Y la exquisita calidad técnica de la que gozan los jugadores pareció quedarse en Zubieta porque se fallaron multitud de pases. Cierto que lo más justo habría sido el reparto de puntos, pero un rebote condenó a la Real. Ayer no era el día.
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Todo fueron piedras en el camino para los de Imanol empezando por la lesión de David Silva. Recibió una falta muy dura de Eteki que le hizo abandonar el terreno de juego a los 28 minutos de partido. No se entiende cómo ni tan siquiera vio la cartulina amarilla con una permisividad por parte de González Fuertes que no benefició en nada a la Real porque el Granada no se lo pensaba. Hacía falta sin pensárselo y cortaba todas las opciones de ataque blanquiazules. Doce hizo en la primera mitad y once en la segunda. Así fue imposible.
De rebote
La quintaesencia de la mala suerte fue el gol encajado. Tras botar un córner y despejar el balón la defensa txuri-urdin, Fede Vico disparó, el cuero tocó en la pierna de Germán y éste se coló mansamente sin que Remiro pudiera hacer nada para evitarlo, vencido hacia el lado donde se dirigía el esférico. Toneladas de mala fortuna cayeron sobre los hombros de la Real en esa acción porque visto cómo iba el partido una jugada así podía sentenciarlo. Así fue. El rebote es uno de los aspectos más importantes en el baloncesto, pero ayer se demostró que en el fútbol también.
El Granada tenía ya el plan perfecto con el tanto nada más empezar la segunda mitad. Iba a esperar atrás, defender en bloque bajo, o poner el autobús delante de la portería –como quieran llamarlo– y a sobrevivir. Cualquier otro día la Real hubiera estado un poco más fina pero ayer no era el día. No se le puede achacar que no lo intentara pero faltaba algo. Sobre todo precisión. Fue desesperante como pases aparentemente sencillos se iban al limbo o no encontraban un destinatario bueno.
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La suerte que sonrió al Granada, le dio la espalda la Real en una jugada calcada. Zubeldia empaló un rechace de un córner desde fuera en el minuto 69 pero el balón se fue otra vez a saque de esquina. Si la fortuna fuera justa hubiera acabado en las redes de la meta granadina, pero no existe ese tipo de justicia. Y a la Real tampoco le dio para encontrarla.
El capitán ejerce
Solo Oyarzabal brilló algo en un partido bastante gris por parte de todo el equipo. El capitán ejerció como tal echándose al equipo encima y lo intentó de todas las maneras. Desde fuera del área, en lanzamiento de falta, con internadas. Y tuvo el empate en la punta de su bota pero un centro desde la derecha no lo pudo alojar en la red de Rui Silva. Tuvo una tarde ajetreada porque además varios jugadores nazaríes las tuvieron tiesas con el eibartarra. No hay duda de que mereció el gol, pero no. Ayer no era el día.
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Llamó la atención las veces que el ataque realista acabó en un disparo desde fuera del área. La semana pasada ante el Levante merino ya lo intentó y ayer salieron disparos de las botas de Oyarzabal, en varias ocasiones, y Guridi. Es una suerte que no suele emplear demasiado el equipo guipuzcoano que siempre intenta llegar a base de toques o pases en profundidad. Eso sí a partir del gol nazarí era casi imposible encontrar un hueco o una línea de disparo directa a la portería porque el equipo andaluz defendió hasta con ocho jugadores. Aspecto, por otra parte, absolutamente lícito.
Oyarzabal se erigió en el líder del equipo y lo intentó de todas las maneras posibles
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