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Aitor Arnal visitó DV junto a su familia para celebrar la reconstrucción de su campo en Benetússer, convertido en un desguace de coches tras la DANA Arizmendi

Aitor, el realzale de Benetússer, vuelve a su pequeño Anoeta

La familia del niño que pidió ayuda durante la DANA visita DV para celebrar la construcción del nuevo terreno de juego, convertido en cementerio de coches tras la catástrofe

Ángel López

San Sebastián

Miércoles, 13 de agosto 2025, 00:07

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La DANA segó la vida de 228 personas sobre todo en las comarcas de L'Horta Sud de Valencia, pero también los negocios de muchos trabajadores que todavía, diez meses después, no han podido rehacer sus vidas y los sueños de muchos niños que vieron alterada su rutina de manera brupta. Entra otras muchas cosas, el lodo se llevó por delante el campo del Unió Benetússer Favara CF, el 'teatro de los sueños' de Aitor Arnal, un 'realzale' de sólo siete años –a finales de este año serán nueve– que ahora celebra con DV que en septiembre, el mes que viene, volverá a practicar su deporte favorito en su pueblo. El fútbol volverá a florecer en un terreno de juego convertido en un cementerio de coches tras la catástrofe del pasado mes de octubre. Entonces, este niño de corazón txuri-urdin hizo un llamamiento desesperado a través de las redes sociales para que arreglaran su campo, el lugar donde era feliz, y apeló incluso a la Real para que le ayudara.

Aitor recorre las instalaciones de El Diario Vasco junto a su hermana Ane y sus padres Mari Carmen e Iñaki

La Real le invitó al partido de Copa en Alicante ante el Jove Español (0-5) y le regaló una camiseta, y DV se plantó en Benetússer y en toda la zona afectada para contar sobre el terreno aquel drama. «Gracias a aquella visualización, la Federación de Fútbol de Valencia ha cedido y ha aportado su ayuda», dice Iñaki, aita de Aitor y de ascendencia guipuzcoana. De momento, el ente federativo ha aportado 335.774 euros para el inicio de las obras de reconstrucción del campo de fútbol municipal. Este curso, el 'pequeño Zubimendi', como denominaban a Aitor por su pasión txuri-urdin y su posición de medio centro, jugará de nuevo en casa, aunque no podrá utilizar los vestuarios ni habrá gradas habilitadas para que le vean sus allegados. Eso llegará más tarde.

Campeones pese a todo

«No vamos a tener vestuarios en todo el año; de momento, están llenos de lodo», relata Aitor, que, junto a sus compañeros del benjamín de primer año del Unió Benetússer, ganaron la Liga pese a tener que entrenar y jugar siempre fuera de casa. «Ha sido un año muy duro», resume Iñaki. «Entrenaban un día en un pueblo, otro día en otro y cuando jugábamos de local, lo hacíamos en distintos pueblos no afectados por la DANA», añade. Incluso tenían que pagar por entrenar los jueves, en Castellar-Oliveral. Otros se lo cedían de forma desinteresada.

El antes y el después del campo del Betússer

Fue tal la gesta deportiva del equipo benjamín, que la alcaldesa del municipio valenciano, Eva Sanz, del PSOE, recibió a los chavales en el Ayuntamiento para darles la enhorabuena: «Nos dijo que iban a arreglar primero las tuberías de la Avenida L'Orba –una de las arterias del pueblo– y que luego las conectarían con el campo», cuenta con naturalidad el joven de ocho años.

El fatídico día

Ese fatídico 29 de octubre del año pasado permanecerá grabado a fuego en la memoria de todos los valencianos para los restos. «Ese día me tocaba entrenamiento», recuerda Aitor. «Me dijo mi madre que no fuera, porque todo estaba fatal, nos estaban avisando de que la DANA estaba llegando a otros sitios», relata el joven 'realzale'. «De haber ido me habría comido la DANA», remata, con la espontaneidad propia de su edad y en apariencia curado del horror que vieron sus ojos.

«Ese día me tocaba entrenamiento, pero mi madre me dijo que no fuera, porque todo estaba fatal, nos estaban avisando de que la DANA estaba llegando a otros sitios; de haber ido me habría comido la DANA«

Aitor Arnal

Realzale de Benetússer

Aitor se derrumbó cuando, dos días después del azote de la DANA, a hombros de su padre –su madre Mari Carmen llevaba en brazos a su hermana Ane– vio cómo había quedado su campo. «Casi lloro. El césped estaba levantado, lleno de barro, no había balones, estaba fatal. Sólo quedaban las porterías, todo lo demás eran coches y lodo», recuerda.

Aitor es nacido en Benetússer y por lo tanto valenciano, pero también realista por tradición familiar y por otro pequeño detalle: «Cuando tenía cuatro o cinco años, me compraron una camiseta de la Real del chino y me encantó». Ahí empezó el nuevo capítulo de una historia que comenzó en un caserío beasaindarra de Astigarreta, donde nació y se crió su amona, responsable junto al aitona Carlos del bar del donostiarra y extinto cine Savoy.

Cumplido su primer y más urgente anhelo, Aitor verbaliza sin rubor el segundo. «Mi sueño sigue siendo ganar la primera Champions con la Real. Si la ganan antes, también me harán feliz».

Media garrafa y un poco de fiambre

La familia y el pueblo, mientras, siguen tratando sacar la cabeza del lodo. Cuenta Iñaki que en torno a un 70% de los negocios se han reabierto, pero que muchos de los que siguen cerrados no volverán a emprender su actividad. El colegio que tienen enfrente de casa lo van a tener que derribar para reconstruirlo, su ascensor todavía no funciona, el garaje lo arreglaron el mes pasado...todo va lento. Y lo peor son los que no volverán, ya que hubo fallecidos también en Benetússer, entre otros «el vecino de enfrente, un trabajador del bar donde desayunábamos, la hija de los dueños de un bar de chinos, un policía local que bajó a ayudar…», enumera el aita. «Hay un desaparecido de nuestra calle al que todavía no le han encontrado», apostilla Aitor.

«Cuando hemos venido al caserío de Astigarreta y a Idiazabal, Ane ha preguntado: '¿Hasta aquí llegó la DANA?»

Iñaki Arnal

Padre de Aitor

La huella anímica también será difícil de borrar: «Cuando hemos venido al caserío de Astigarreta y a Idiazabal, Ane ha preguntado: '¿Hasta aquí llegó la DANA? Un amiguito suyo está necesitando ayuda psicológica porque tiene miedo cada vez que escucha un trueno», cuenta Iñaki. Ahora sólo espera que si sucede otra catástrofe de estas dimensiones «se gestione de otra manera».

El primer día tras la desgracia, la familia sobrevivió con media garrafa de agua y un poco de fiambre. Al segundo, cuando todavía no habían llegado los bomberos, lograron dos botellas de Aquarius y un paquete de galletas, recogidos por unos vecinos de un destartalado supermercado. Un recuerdo duro e imborrable. Ahora queda recuperar la normalidad. El reconstruido campo de Benetússer y los partidos de la Real pueden ayudar.

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