Los pioneros de Gesto: «Nuestra utopía era que se escuchase nuestro silencio»
Cuarenta años después, miembros del movimiento ciudadano que denunció la violencia recuerdan su historia
Cuando un grupo de jóvenes se acercó a la Plaza Circular para denunciar por primera vez un asesinato terrorista, en mitad de los años de ... plomo, nadie pensó que aquello mereciera una foto. Hace 40 años, no llevaron cámara. Nadie era consciente de que estaban haciendo historia. Por eso no hay registro de aquel primer Gesto por la Paz, que se celebró un 26 de noviembre de 1985. Jon Ander Zarate estaba allí. «Había un caldo de cultivo en la sociedad. Cada dos por tres había muertes y asesinatos. Mucha gente empezamos a decir que aquello no podía ser, que había que hacer algo», recuerda.
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Él tenía 19 años y estaba en Itaka, los grupos de tiempo libre de los Escolapios. Fue allí donde surgió la idea, entre alumnos, monitores y religiosos. El plan era sencillo. Una concentración de quince minutos, en silencio, ante cualquier muerte violenta. «Queríamos interpelar a la sociedad y a nosotros mismos. ¿Cómo me posiciono yo ante esta situación? Y, no sé si algo iluso o con ilusión, queríamos también que se cuestionaran lo que hacían quienes ejercían la violencia», rememora Zarate, que hoy en día es profesor de Escolapios. «Nuestra utopía era que se escuchase nuestro silencio», confiesa. Se antojaba como un imposible. Y, sin embargo, lo lograron.
La cifra
175 grupos
de Gesto estuvieron activos. Llegó a haber 206 concentraciones simultáneas.
Volvemos cuarenta años después a la Plaza Circular. Llueve de forma torrencial sobre Bilbao. Quienes pasan por allí observan desde la distancia, con gesto extrañado, parapetados tras sus paraguas. Es una estampa de otra época que concita la misma mirada incrédula. La pancarta con la que se fotografían los miembros de Gesto por la Paz es aquella de la primera vez. La trae Jon Ander con esa naturalidad de quien lo ha hecho demasiadas veces. Le acompañan miembros históricos y algunos de los que estuvieron al frente de la coordinadora. Imanol Zubero, Itziar Aspuru y Jesús Herrero. Se saludan con ese aire extraño y familiar de los reencuentros cuando ha pasado mucho tiempo.
La última concentración fue por el gendarme Jean-Serge Nerin y el 1 de junio de 2013 Gesto se disolvió
¿Cómo surge aquella primera concentración? ¿Qué sucede en los días previos? «Estaba todo preparado desde unos meses antes», confiesa Jon Ander Zarate. «Teníamos claro que saldríamos en la primera muerte violenta. No queríamos ser menos de 30 personas e hicimos una lista, la famosa 'lista de los 30', para avisarnos». El 25 de noviembre de 1985 ETA asesinó en San Sebastián a dos militares, Rafael Melchor y José Manuel Ibarzabal, y horas después al guardia civil Isidoro Díez Ratón en Pasajes. Unas 200 personas se sumaron a aquella primera concentración por las tres muertes. Además de alumnos, monitores de Itaka, profesores y religiosos se había convocado también a otros colectivos. «A partir de ese momento, si había una muerte por la violencia política, sabíamos dónde había que ir». Y no tardó en suceder.
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Unas dos horas después de estrenar la pancarta, a las 21.00 horas, ETA volvió a matar. Lo hizo en Lasarte y segó la vida de José Herrero, un guardia civil retirado. Y Gesto, al día siguiente, volvió a la calle. Esa segunda vez la noticia llegó a los telediarios nacionales. «Cuajó rápidamente, y comenzaron a organizarse concentraciones en el Casco Viejo, Rekalde, la Universidad de Deusto, Otxarkoaga, en el colegio Askartza, en Leioa y Las Arenas», detallan. Un año después se creó la Coordinadora Gesto Por la Paz de Euskal Herria. «No buscábamos la foto masiva, sino interpelar al vecino y llegar a todos los sitios que fuera posible». Con el tiempo llegaron a tener 175 grupos activos y se celebraron hasta 206 concentraciones simultáneas en el País Vasco y Navarra. El silencio que hacía pensar llegó a todos los rincones.
Dos personas y un rotulador
Jesús Herrero destaca que «siempre se mantuvieron nuestros pilares: que fuera en silencio, durante 15 minutos, denunciando la muerte viniera de donde viniera, sin importar quién fuera la víctima». Vecino del barrio bilbaíno de San Ignacio, comenzó acudiendo a las concentraciones de Deusto hasta que en 1987 hicieron una propia. «Todo aquello fue una escuela de vida. Éramos un grupo mínimo. El primer día salimos por el atentado de la casa cuartel de Zaragoza y la respuesta fue importante», valora.
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Todavía eran menos en Alonsotegi, el municipio donde vivía Imanol Zubero. «Hicimos la pancarta en un trozo de tela que guardo por ahí y la pintamos con rotulador. El primer día nos manifestamos dos personas en la plaza de San Antolín. Estaba oscuro y llovía», rememora. Cuando piensa en lo que supuso aquel movimiento, Zubero recalca que «había que hacerlo. No haberlo hecho nos habría hecho una peor sociedad. Y para cada uno de nosotros fue muy importante».
Conviene recordar que hubo precedentes aislados antes de Gesto, como Artesanos de la Paz –en 1981–, por donde pasó el propio Zubero, y algunas manifestaciones en el Casco Viejo donde tomó parte Itziar Aspuru, que luego fue un rostro habitual de Gesto en el Arenal. Los dos trabajaron en la coordinadora. Aspuru echa la mirada atrás y se queda con «haber sido parte de un movimiento que ha tenido incidencia social y que fue relevante para lograr el final de la violencia de ETA y que este no tuviera condiciones políticas. Cada vez movilizábamos a más personas y el apoyo social era clave para matar. Por eso nos quisieron echar de la calle».
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La imagen que retrata esa intención de la izquierda abertzale de «echarles de la calle» tomó especial dureza en las contramanifestaciones celebradas durante los secuestros en las que les increpaban con dureza y hubo agresiones. «Con todo, la oposición es anterior. En especial cuando nos manifestamos por la muerte de Josu Muguruza», coinciden los cuatro. Aspuru recuerda que en el Casco Viejo aquel día les arrancaron y quemaron una de las pancartas. «Las 'contras' de los secuestros fueron duras en Alonsotegi porque se manifestaban vecinos enfrente, en ocasiones parientes, insultándote o llamándote torturador», apunta Zubero. En Etxarri Aranaz tuvieron que dejar de hacerlas porque les seguían hasta casa. «Al Gesto en Alonsotegi asistían muchas mujeres mayores, del PNV. Hay una anécdota en una charla de Arzalluz en Alonsotegi, que se cambió de hora porque varias mujeres iban a acudir a nuestra concentración».
En Gesto había de todo. «Éramos muy plurales. Allí aprendimos a dialogar entre diferentes. Había nacionalistas y no nacionalistas y también mil formas de ser. Aprendimos a llegar a consensos para alcanzar un mensaje importante», valora Aspuru. Al principio, la sociología de los asistentes variaba según la víctima.
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En el verano de 1993, durante el secuestro del industrial Julio Iglesias Zamora, Gesto da un paso más, uno de gigante. Propone llevar un lazo azul en la solapa. Ya no se trata sólo de acudir a las concentraciones de la ciudad, donde con suerte uno podía pasar desapercibido. «Fue duro y se nos hizo muy largo. Era una decisión personal que lanzaba un mensaje colectivo», apunta Jesús Herrero. Aquellos diez centímetros de tela azul con forma de A –Askatasuna, libertad– hacían que gente cercana les dejara de saludar. «El local de Gesto estaba en la calle Santa María y si entrabas con el lazo en el casco era la leche», reconoce Zubero.
La última concentración se celebró en 2010 tras el asesinato del gendarme Jean-Serge Nerin. El 1 de junio de 2013, Gesto por la Paz se disolvió con una última concentración en misma Plaza Circular que lo vio nacer 28 años antes. Atrás quedaban los «866 asesinatos de ETA y los 203 de otros grupos». Cuando Jon Ander echa la vista atrás se queda «con aquellos 15 minutos de silencio y con aquella sensación de estar donde tenías que estar».
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