Ana Rivero | Taquígrafa jubilada del Congreso y escritora
«Me partía con la ironía de Carrillo y Rufián era muy chabacano, pero se ha ido puliendo»La entrevista ·
Ha estado 50 años anotando cada palabra y cada bronca de sus señorías y todos esos recuerdos los ha plasmado en 'Luz y taquígrafa', un libro con historia e historiasMadrileña de 1954, Ana Rivero ha dedicado cincuenta años a transcribir palabra por palabra la historia parlamentaria de España reflejada en el diario de sesiones. ... Entró en el Congreso como taquígrafa en 1975, con apenas 21 años, y se jubiló en 2024 como jefa de servicio. Ha vivido desde dentro el final del franquismo, la Transición, la proclamación de dos reyes, un golpe de Estado, siete presidentes del Gobierno y la evolución completa del parlamentarismo democrático. Políglota -inglés, francés, alemán y chino- y licenciada en Derecho, acaba de publicar junto a la periodista Ana I. Gracia 'Luz y taquígrafa' (Plaza y Janés), que ya va por la tercera edición, donde plasma todos esos recuerdos con anécdotas de lo más jugosas. Viajera empedernida y casada con Pablo, ha recorrido más de 120 países que le han permitido desconectar de un trabajo con jornadas interminables que, confiesa con cierto pesar, le ha condicionado para no haber tenido hijos.
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- ¿Cómo recuerda sus inicios en las Cortes franquistas?
- Con miedo. A una joven de 21 años todo le imponía: un hemiciclo lleno de hombres con traje oscuro, solo cinco mujeres y un ambiente rígido en blanco y negro. A los pocos días de empezar, una procuradora me reprendió por mi escote y otro por enseñar un poco la pierna por encima de la rodilla al sentarme. Me vi tan cuestionada que pensé «Anita, te has equivocado de profesión».
- Si cierra los ojos, ¿quién de todos esos políticos a los que ha transcrito le hipnotiza?
- Felipe González y Adolfo Suárez. Felipe tenía un don especial para las réplicas, era un verdadero encantador de serpientes. Suárez tenía templanza, educación y carisma, aunque era muy tímido en la tribuna. Lo que él logró con su capacidad de negociación fue único, y verlo desde mi posición, tan cerca, me hizo admirarlo profundamente.
- ¿Quién ha sido el mejor presidente del Congreso?
- Para mí, Gregorio Peces Barba fue un ejemplo de humanidad y liderazgo. Fue uno de los padres de la Constitución, y en el libro le dedico un capítulo entero a él. Tenía un gran respeto por los taquígrafos y siempre nos defendió. Prohibió fumar en la Cámara, aunque él mismo fumaba puros, y cerró el bar Chicote, que estaba en el Vestíbulo de la Reina, justo detrás de la Puerta de los Leones, donde se fraguó gran parte de la Constitución. Olía a chistorra, a croquetas...
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- ¿Alguna vez le intentaron cambiar algo de lo que dejó escrito en el diario de sesiones?
- Sí, un ministro quiso modificar una frase comprometida que había dicho: 'Porque la Constitución, que por supuesto no la cumplimos…'. Quiso cambiarla por 'que no todos la cumplen…', pero no pudo. La frase quedó tal cual, intacta, y es un ejemplo de cómo la verdad queda registrada y no se puede manipular.
- ¿De qué libertades conquistadas en estos 50 años se siente más orgullosa?
- De las libertades de las mujeres: el derecho al divorcio y al aborto. Saber lo que ocurría antes, cuando los abortos eran clandestinos y causaban tantas muertes y problemas de salud, me hace valorar los avances logrados.
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«Pasé de tocar la libertad con la punta de los dedos a pensar en el exilio»
- ¿Cómo era su trabajo en sus primeros años de taquígrafa?
- Infernal. Hasta mediados de los 80, el cuerpo de taquígrafos era tan pequeño que cubría simultáneamente Congreso y Senado. Había jornadas interminables: entrar a las 9 de la mañana, salir a las 4 de la madrugada, dormir dos horas y volver a las 7 al Senado. Fueron años muy duros, y por eso nunca tuve hijos: simplemente era imposible conciliar.
- Habrá mejorado la situación laboral con el tiempo...
- Sí, absolutamente. Ahora somos más del 90% mujeres, hay más personal, se usan tecnologías que facilitan el trabajo y los horarios están más racionalizados. Pero recuerdo con dolor un episodio de hace 22 años: mi madre estaba en coma asistido y me dijeron que le quedaban horas de vida. Pedí permiso para despedirme y no me lo dieron; tuve que cambiar el turno con un compañero. Esos recuerdos marcan.
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- ¿Qué se exigía para ser taquígrafa cuando comenzó?
- Principalmente rapidez. Yo gané concursos de velocidad con 160-170 palabras por minuto. Pero pronto comprendí que solo escribir rápido no bastaba: había que entender lo que se decía en la tribuna. Por eso estudié Derecho.
- ¿Qué figuras internacionales le impresionaron en el Congreso?
- Recuerdo a Gorbachov, con sus manchas en la cabeza, a Isabel II con su gorrito, su vestidito y su bolsito, y a la reina Noor de Jordania, ¡impresionante!
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Un arrepentimiento
- ¿Cómo vivió el 23-F?
- Tenía 28 años. Estaba a punto de relevar a una compañera cuando un guardia civil joven y armado con un subfusil me detuvo justo al abrir la puerta de acceso al hemicilclo y me dijo que había etarras en la tribuna y que si entraba no podría salir. Volví al despacho y una compañera con mucho olfato dijo que aquello era un golpe de Estado. Pensé que nuestra democracia había durado muy poco y consideré exiliarme, tenía idiomas y no estaba dispuesta a volver atrás. Me arrepiento de no haberme quedado para vivirlo de primera mano, pero mi jefe me obligó a marcharme a casa cuando a los taquígrafos nos dejaron salir del Congreso.
- Suárez, Carrillo y Gutiérrez Mellado aguantaron el tipo…
- Vaya gran lección dieron los tres.
- ¿Qué sintió cuando se reanudó la sesión el 25 de febrero?
- Fue un momento histórico. Todo el hemiciclo gritó '¡Viva España!' y tuve ganas de unirme, pero los taquígrafos no podemos. Sentí la emoción de la democracia salvada, no lo olvidaré.
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«Recuerdo a Gorbachov, a Isabel II con su bolsito y a la reina Noor, ¡impresionante!»
- ¿Ha llorado de emoción en el Congreso?
- Sí, a escondidas. Recuerdo especialmente a la expresidenta de la Asociación de Víctimas del Terrorismo durante la comisión del 11-M, cuando contaba cómo le habían matado a su hijo. Se me saltaron las lágrimas, pero bajé la cabeza y seguí trabajando.
- Y se habrá partido de risa...
- Claro. Una vez estaba en la tribuna Miguel Boyer. Era la época en que salía en todas las revistas por su relación con Isabel Preysler. Como no se le escuchaba, Peces Barba, que estaba de presidente, le interrumpió: 'Señor Boyer, no le funciona el aparato'. El hemiciclo estalló en carcajadas.
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- ¿Alguna receta para recuperar hoy el respeto institucional?
- Inocularía el virus del respeto a todo el Congreso. Hoy se ha perdido el decoro, los insultos son habituales y las normas de conducta aprobadas en 2020 no se cumplen. Hubo una época en que 'rojo' y 'fascista' eran palabras proscritas y hoy escuchamos 'filonazi', 'gilipollas'...
- ¿Qué frase o sonido le sigue acompañando?
- El murmullo del canto de 'En el pozo María Luisa' tras un minuto de silencio por los mineros fallecidos en un accidente en Mieres. Ese cántico me acompañará toda la vida y me recuerda la parte humana que también está presente en el Congreso.
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- ¿Cómo registró el famoso 'manda huevos' de Trillo?
- No lo viví en directo, estaba en el despacho. Lo vi por televisión interna y me quedé impactada: él creía que el micrófono estaba apagado. Al día siguiente confirmó que lo había dicho, pero matizó que era 'uebos', que significa 'por necesidad' no 'huevos'. En el retrato que tiene en el Congreso aparece la frase, pero en latín.
- ¿Cómo ha cambiado su percepción del poder en estos 50 años?
- Antes me lo creía, ahora no. La política me sigue interesando, pero la manera en que se ejerce me asquea. Hay demasiado ego, los diputados no miran al oponente como un rival al que hay que convencer sino como un enemigo al que hay que destruir.
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- ¿Qué momento parlamentario cree que refleja mejor la evolución de España?
- La elaboración de la Constitución. Aquel 1978 fue un año de jornadas de catorce horas, sin vacaciones, pero con la sensación de tocar la libertad con la punta de los dedos. Ver a todas las fuerzas políticas ceder y llegar a un consenso me llenó de admiración. Ojalá hoy se pudiera replicar ese espíritu.
«Un diputado me llamaba de madrugada y otro intentó besarme»
- El haber convivido con generaciones de diputados, ¿le ha dejado algún aprendizaje?
- He visto la evolución de la clase política y el papel creciente de las mujeres: de cinco diputadas a casi la mitad. También he podido distinguir quién era humilde, quién prepotente, quién improvisaba y quién siendo un erudito, ese día no daba pie con bola.
- ¿Cuál es la palabra más rara que ha tecleado?
- 'Protogénesis', pronunciada por Emilio Olabarría del PNV hace más de treinta años.
- ¿La inteligencia artificial reemplazará a los taquígrafos?
- No. La IA puede transcribir palabras, pero no captar el ambiente, el tono, la intención ni la emoción que se perciben en la sala.
- ¿Qué recuerda de las sesiones durante la pandemia?
- Fui la única taquígrafa que asistió presencialmente a la Comisión de Sanidad. Fueron sesiones durísimas, con partes diarios de fallecidos, y muy largas, tanto que pensé en ponerme un 'dodotis' por no poder ir al baño durante horas. Recibí un agradecimiento oficial de los diputados, que llevo en el corazón.
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- ¿Recuerda a alguna diputada con especial cariño?
- A María Teresa Revilla, única mujer en la Comisión Constitucional. La considero una madre de la Constitución. Luchó por la igualdad de hombres y mujeres en la sucesión al trono.
- Y el episodio de Bescansa con su bebé en 2016...
- Lo vi como un teatrillo. Había guardería y la cuidadora estaba en la escalera. Fue más una estrategia política que una necesidad real.
- Cuenta en el libro que usted ha sufrido acoso en el Congreso...
- Sí, uno con llamadas nocturnas a mi casa, y años después otro diputado intentó besarme en el Museo del Prado. Hoy sí denunciaría, pero entonces temía las consecuencias, la familia...
- ¿Quién diría que ha sido el parlamentario más brillante?
- Solchaga, Boyer y Francisco Fernández Ordóñez. Gracias a él conseguimos el divorcio.
- ¿Y con más sentido del humor?
- Santiago Carrillo. Me partía con su ironía. Subía a la tribuna y decía: 'Mañana vamos a votar esta ley'. Y añadía 'Si Dios quiere'.
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- ¿Y el más vago?
- De esos ha habido muchos.
- ¿Y de los actuales diputados?
- Me quedo con Borja Sémper: respetuoso y con buena oratoria. Ojalá se recupere pronto del cáncer. Y estoy obnubilada con la evolución de Gabriel Rufián. Cuando entró aquí, era un 'hooligan', le encantaba sacar cosas y era muy chabacano. Y se ha ido puliendo. Me he reconciliado con él. El otro día, además, le mandó un abrazo a Sémper. Chapó. Esa es la política de guante blanco que yo defiendo.
- ¿Y Labordeta?
- Un diputado cabal, íntegro, honorable. En una sesión que él intervenía le gritaban 'Vete al campo a cantar con tu mochila'. Fue cuando dijo indignado aquello de 'A la mierda' que retumbó en el hemiciclo. Está recogido en el diario de sesiones.
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