Los últimos puentes de Ernest

El asesinato del exministro Lluch intentó dinamitar los pactos entre PNV y el PSE y radicalizar el escenario vasco

Alberto Surio

Viernes, 21 de noviembre 2025, 14:37

Ernest Lluch sintió una verdadera fascinación con Donostia cuando, en los años 90, empezó a vivir en Santander como rector de la Universidad Menéndez Pelayo. ... Siempre le había atraído el País Vasco y era un gran estudioso de la cuestión foral y de la historia vasca. Quienes le asesinaron aquella noche del 21 de noviembre de 2000 en un parking de Barcelona seguramente no sabían nada de su vida, de su erudición, de su compromiso antifranquista en el movimiento socialista ni de su papel clave en la puesta en marcha en España de un pionero sistema de sanidad pública como ministro.

Publicidad

Le asesinaron con una reivindicación llena de tópicos y de propaganda barata. Había formado parte del primer Gobierno de Felipe González y, según ETA, había intentado la 'criminalización' del movimiento independentista, decía el comunicado. Pero cuando estaba en Donostia hablaba con todos. Primero, lo hacía con el entonces alcalde, y amigo suyo, Odón Elorza, pero también con responsables de la Quincena Musical, su segunda pasión. Le apasionaban las lentejas del menú del día del Club Náutico y te sorprendía por su infinita curiosidad intelectual. Se entrevistaba con todo el mundo y era un firme defensor de la vía del diálogo para explorar las soluciones en el complejo laberinto vasco. En el último encuentro habló de sus conversaciones con Arnaldo Otegi y Xabier Arzalluz. También disertamos sobre la socialdemocracia europea ante el nuevo siglo. Evocó la figura de Olof Palme, asesinado en 1986 tras salir de un cine en Estocolmo. Vista a día de hoy aquella alusión fue premonitoria. A pesar de su vitalismo desbordante, no ocultaba el miedo.

ETA lo asesinó para extremar el escenario vasco, aunque en su comunicado oficial se limitó a repetir las sandeces de siempre. La organización terrorista estaba en plena expansión de la socialización del sufrimiento y trataba de marginar a los no nacionalistas de cualquier diseño de salida democrática. Ernest buscaba fórmulas de pacto sobre la vía de los derechos históricos. El debate sobre la España de los Austrias le apasionaba. A ETA, que consideraba la complejidad y la pluralidad como una traición, solo le interesaba polarizar y volver a los frentes. La muerte de la inteligencia.

La organización terrorista había roto la tregua porque PNV y EA no habían seguido sus directrices para romper con el Estado español. ETA quería radicalizar los bloques, polarizar el escenario y situar al PSOE al límite. La pretensión era de manual: romper los puentes entre el PNV y el PSE, porque entendía que esta alianza era el anclaje con España que había que romper. Los acuerdos entre diferentes, que hoy forman parte del paisaje natural, entonces eran una herejía.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete los 2 primeros meses gratis

Publicidad