Una 'guerra de sucesión' zanjada a tiempo
La llegada de Esteban cierra un círculo que abrió el relevo de Urkullu por Pradales y abre un período de transición hasta que se complete la renovación generacional
El PNV es un trasatlántico que necesita cobertura para moverse. Andoni Ortuzar lo ha repetido mil veces y la última vez que visitó Gipuzkoa el ... pasado 14 de enero lo confesaba así a sus históricos amigos de ETB en una sidrería. «Ortuzar empieza en Gipuzkoa la campaña interna», confesaba distendido junto al txotx, Aún desconocía que Aitor Esteban llevaba semanas barruntando la posibilidad de dar la batalla.
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El pulso que ha zanjado abruptamente la retirada de Ortuzar es la consecuencia de una serie de movimientos internos que se aceleran en julio de 2024. El presidente del EBB realiza en esa reunión un informe autocrítico sobre el retroceso electoral del PNV. Atrás quedan los resultados en las autonómicas, en las que el partido salva los muebles y conserva la Lehendakaritza, y el revés de las europeas, con EH Bildu y PSE por delante, y unas generales con victoria socialista en Euskadi. Un análisis que constata una variable positiva: el voto perdido se ha quedado en la abstención y no se ha ido a EH Bildu, aunque sí inquieta que una parte se ha decantado como voto útil hacia Pedro Sánchez para frenar al tándem PP-Vox.
La polarización derecha-izquierda hace estragos, pero sobre todo el PNV detecta un problema de desmovilización. No creen que sus electores hayan ido hacia Bildu, aun cuando al revés sí existe esa percepción, sobre todo en sectores de clase media de sensibilidad abertzale. Aflora el problema estructural de una militancia envejecida y un cuerpo electoral en el que el relevo generacional es una operación demasiado lenta.
La marcha de Urkullu. En realidad, la marejada de las últimas semanas responde a un mar de fondo en los últimos meses que arranca con la salida de Iñigo Urkullu de Ajuria Enea. El relevo del lehendakari se fraguó a finales de 2023 y tuvo una trastienda más conflictiva de lo que en un principio parecía. Las formas dolieron a Urkullu, aunque su sentido de la disciplina garantizaba el silencio. La resaca vendría después, a medio plazo. Las nuevas elecciones autonómicas y la constitución del Gobierno Vasco marcaban un punto de inflexión que se plasmó en los nuevos equipos de dirección y gestión, y en la salida de algunos jeltzales veteranos de los puentes de mando. Los batzokis comenzaban a ser un hervidero de comentarios y se rompía el silencio. El lehendakari Imanol Pradales marcaban su propia impronta, mientras antiguos consejeros del Ejecutivo admitían su incomodidad por la escenografía del recambio.
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El papel de Itxaso Atutxa. Una de las aristas del relevo se sitúa en el papel de Itxaso Atutxa, esposa de Esteban, y expresidenta del Bizkai Buru Batzar, cuya gestión fue también contestada por un sector de la organización vizcaína y a la que algunos auguraban un futuro importante, con altas responsabilidades, en estructuras de poder e, incluso, como hipotética aspirante a Ajuria Enea. Pero también algunas decisiones avaladas por el EBB no han sido nunca entendidas por la presidenta del Bizkai. Por ejemplo, el nombramiento como nuevo gerente del Palacio Euskalduna de Iñigo Iturrate, exparlamentario vasco, en sustitución de una gestora que acreditaba una notable experiencia.
Bizkaia dividida. El ataundarra Xabier Barandiaran, sociólogo de Deusto y responsable de Innovación del EBB, lo tenía diagnosticado hace tiempo al constatar el problema de imagen de marca del PNV, con dificultades no tanto de relevo generacional sino de conexión con los jóvenes y una sociedad que ya no vive en las certezas del pasado y en la que las ideologías son líquidas y fluidas. El PNV empezaba a sufrir los problemas de los demás y en la medida en que como proyecto de poder sufría un desgaste en la gestión cuyo botón de muestra era Osakidetza. Nunca había pasado hasta ese momento y las luces de inquietud se encendían en Sabin Etxea. Los informes internos admitían un exceso de arrogancia, pedían más humildad y reconocían el riesgo de haberse convertido en un 'partido de cuadros' a pesar de tratarse de uno de los viejos partidos analógicos más fuertes de Europa. «Más camisetas y menos corbatas». La receta estaba inventada. Lo difícil era aplicarla en el día a día.
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Ortuzar ya había anunciado su convencimiento de que había llegado el tiempo del cambio. Un grupo de burukides sondea posibles alternativas. Pero, según ha trascendido, sin éxito entre los dirigentes territoriales. Es cuando se activa el Plan B. Que Ortuzar fuera la solución de transición para asentar otros cambios.
Esteban pidió ayer respeto al proceso jeltzale y recordó que «hasta abril el presidente es Ortuzar»
El líder del EBB confesaba en julio que su intención era abrir el relevo para lo que existían dos planes: plan A, que fuera otro el candidato, y el plan B, que fuera él mismo para evitar un vacío de poder interno.
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La autocrítica de Ortuzar sacaba al descubierto una realidad más compleja, y la existencia de un difuso malestar interno en el PNV, con epicentro en Bizkaia, con un aparato dirigido por Itxaso Atutxa que también sufría contestación. En este contexto de crítica interna general, que la mayoría de los cargos públicos jeltzales de la Diputación Foral de Bizkaia se hayan alineado con Aitor Esteban revela hasta qué punto el estigma de la división interna se ha apoderado de la organización y nadie quiere arrostrar la culpa de este relato. Y antes de que la sangre llegue al río Ortuzar ha decidido 'sacrificarse' por 'lealtad' al PNV y a su cohesión.
Tras el pacto interno. Tras la marcha de Ortuzar, la previsible llegada de Esteban se presume como una solución de transición hasta que se consume el recambio generacional. El papel de Joseba Díez Antxustegi, portavoz parlamentario y futuro burukide, adquiere una gran resonancia de cara al futuro. La negociación de una lista de consenso para la ejecutiva empieza a circular por los batzokis a una velocidad de vértigo, con el guipuzcoano Markel Olano en ella. La única alternativa que queda tras la primera vuelta es la liderada por Eneko Lekue, concejal de Etxebarri, muy crítico con el pacto entre ambos sectores. Lekue impulsa una tercera vía que incluye nombres relevantes como David Salinas-Armendariz, Olatz Jauregi, Patxi Agirre y Pedro Egaña. «Una vez más han cerrado una plancha de arriba abajo, vulnerando los estatutos», sostienen estas fuentes.
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Los críticos son los primeros en denunciar la ausencia de un censo claro de votantes, que explica por qué en esta primera vuelta se ha registrado una participación escasa de la militancia. O bien el censo real es mucho más bajo del que se pensaba, o bien la abstención hace mella. Esteban pidió ayer respeto al proceso interno y recordó que «hasta abril el presidente es Andoni Ortuzar». El PNV ha zanjado a tiempo su 'guerra de sucesión'.
Un insólito duelo personal
El conflicto entre Andoni Ortuzar y Aitor Esteban tiene un punto shakeasperiano. Un enfrentamiento de familia entre dos personas que han sido amigos y compañeros de partido, que comparten quinta generacional y que no representan diferencias políticas ni estratégicas. Ni tan siquiera un choque temperamental. Ambos son nacidos en el verano de 1962 y les separan unas pocas semanas. Esteban es mayor.
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El 'divorcio' entre ambos culmina un proceso de desencuentro en el que algunos ven deslealtades y traiciones. En esto, también, el PNV se ha comportado de la misma manera que otras formaciones políticas. La ruptura entre los dos dirigentes nacionalistas tiene antecedentes en otros ámbitos políticos, Es lo que enfrentó a Felipe González y a Alfonso Guerra, inseparables en la historia del PSOE tras el congreso de renovación de 1974. Los dos fueron los protagonistas de la reconstrucción del partido tras exilio y desplazaron al histórico Rodolfo Llopis que representaba al PSOE tradicional. Entre ambos al final se fraguaron serias diferencias políticas.
Otro tándem que parecía intocable era de dos antiguos profesores de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid. Pablo Iglesias e Iñigo Errejón. Eran inseparables. Además estaban unidos en lo político por el cordón umbilical del pensamiento analítico marxista. La desaparición de Unidas Podemos como espacio político compartido abrió la espita de la división.
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