El lehendakari Urkullu echó el jueves cerrojazo en su tradicional discurso a un 'annus horribilis' que se inició el 6 de febrero con el derrumbe ... de Zaldibar –el cuerpo de Joaquín Beltrán aún sigue sepultado bajo los escombros– y que siguió con una inédita pandemia que ha causado devastadoras consecuencias. El Covid ha puesto en jaque a todo el planeta. El agravamiento del tsunami vírico allá por marzo obligó a Urkullu a aplazar las elecciones previstas para abril que finalmente se celebraron en julio gracias a un acertado pronóstico porque el patógeno volvió a reactivarse en otoño. Sin duda, el año 2020 ha puesto a prueba, en situaciones a veces límite, a todos los jefes de gobierno, incluido el vasco. Urkullu, con traje de lehendakari y zapatos de ciudadano, armó un discurso de marcado carácter social pegado a la cruda realidad, reconociendo el coste de las numerosas decisiones que su gabinete ha adoptado para frenar la pandemia y admitiendo que se han cometido errores en el camino. Por este motivo, el lehendakari apeló a la esperanza en el futuro más cercano para curar las muchas heridas que ha generado la lucha contra el patógeno. Se empleó a fondo en apelar a la unidad de los partidos para impulsar políticas de reconstrucción económica que se están poniendo en marcha y huir de los debates «estériles». Sin embargo, aún quedan rescoldos de las últimas críticas aireadas desde la oposición por la selección de los proyectos 'Next Euskadi', que bien podía haber contado con al menos una previa consulta protocolaria con las fuerzas políticas.
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El lehendakari lo tiene claro. Es momento de priorizar las políticas sociales y de recuperar la economía. También es cierto que habrá que acertar en conseguir esos objetivos. Todo un reto. Del nuevo estatus nada dijo, como es lógico.
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