La imputación de Cristóbal Montoro y su equipo del Ministerio de Hacienda por favorecer los intereses de algunas empresas gasísticas mediante ciertos cambios legislativos parece ... convertirse en la punta del iceberg de un grave y e inoportuno escándalo económico y abre un incómodo frente para Alberto Núñez Feijóo y su discurso de oposición en tromba. Justo en el momento en el que el líder del PP tenía políticamente agarrado a Pedro Sánchez con la bandera de la corrupción, la sombra de la misma salpica ahora a la anterior Administración popular con un asunto turbio que exige explicaciones para disipar cualquier sombra de duda. Con la misma energía que se exige a Sánchez contundencia para aclarar todo, ahora Montero deberá aclarar unas cuantas preguntas.
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La noticia ha sido recibida con alborozo dentro del PSOE, que encuentra ahora munición valiosa para replicar al PP con la misma moneda. Una primera derivada: ha habido delitos, presuntamente, pero sin prostitutas, al menos en apariencia. El PP sabe que recurrir al imaginario de los prostíbulos y los puteros hace un gran daño ético al PSOE, sobre todo en el electorado de las mujeres y del feminismo histórico. Pero la 'alta delincuencia' es también corrosiva.
Ciertamente, nadie puede ponerse estupendo con este panorama desolador. Ni el PP diciendo que el asunto «no es comparable» a los casos que salpican al PSOE, ni los socialistas en pensar que esta es la verdadera madre de todas las corrupciones. El asunto proyecta una sensación de 'empate' que alimenta la tesis de que la corrupción es un mal endémico que devora la política y carcome el sistema democrático con un mantra: 'todos son iguales'. Seamos claros: quien saca partido de verdad de esta situación va a ser la extrema derecha, disparada en las encuestas, que ya está salivando contra la posibilidad de nuevas tractoradas en España contra los recortes comunitarios en la Política Agraria Común. Lo que faltaba.
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