Sanchis presentó ayer en Bilbao su libro ‘¿De qué color llevaba Adolfo los calcetines?- el archivo estratégico de la Transición.

José Luis Sanchis (Consultor político): «Suárez llevaba siempre una pistola para matarse si lo capturaban»

El hombre que asesoró al expresidente hasta el 23-F reúne en un libro los informes de aquella etapa y califica a los políticos de «despiadados» por primar «sus carreras personales»

ivia ugalde

Viernes, 6 de mayo 2016, 18:58

Con 72 años a sus espaldas, José Luis Sanchis es uno de los consultores políticos más veteranos de España. A lo largo de sus cuatro ... décadas de experiencia ha trabajado en 126 campañas electorales y ha asesorado a líderes tan diversos como José Antonio Ardanza, Manuel Fraga, Alberto Fujimori, Carlos Menem o Adolfo Suárez. Con el gran artífice de la democracia inició su carrera y son esos años convulsos los que retrata en su libro '¿De qué color llevaba Adolfo los calcetines? - el archivo estratégico de la Transición', que presentó ayer en Bilbao. Preocupado por la crisis institucional, insta a «levantar líneas rojas» y no duda en llamar «despiadados» a los líderes actuales por pensar más «en la carrera personal que en el bienestar de los ciudadanos».

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¿En qué se diferencia su libro de los que ya existen sobre Suárez?

Tengo tomada nota de al menos 40 libros sobre Adolfo Suárez pero todos están escritos a posteriori. El mío es diferente porque resume los informes que se hicieron a la Presidencia del Gobierno de España de 1977 a 1979. Se recoge con fidelidad lo que se decía entonces, con el lenguaje de la época.

¿Cuáles son las anécdotas que más recuerda del expresidente?

La valentía de Suárez se demostró el 23-F y lo vimos todos. Pero no se me olvida que en San Sebastián, en el año 80, había una manifestación en su contra en la puerta del hotel María Cristina y lo que dijo fue: Vamos a hablar con ellos. Eran años convulsos. Tuvo el valor de cruzar la calle y acercarse y lo hizo con total tranquilidad. Adolfo tenía también una pistola de un solo tiro. Siempre la llevaba y tenía un objetivo muy claro, que era matarse en el caso de que lo capturaran.

¿Solía seguir los consejos que usted le daba?

Por lo general sí.

¿Qué recomendaciones se negó a aceptar?

Tengo dos muy presentes. Después de la aprobación de la Constitución, para formar Gobierno había dos maneras: celebrar comicios o hacer una moción de investidura. Le sugerimos lo segundo, pero dijo que no y en aquella cita con las urnas el PSOE estuvo a punto de derrotarle. En otra ocasión, grabando el último espacio televisivo para los comicios del 79, le pedimos que no tocara el tema del aborto porque era complicado. Él, sin embargo, lo hizo el eje central de todo el discurso. Consiguió prácticamente un millón de votos y volvió a ganar.

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¿Cómo fueron aquellos años de la Transición?

Fue una etapa muy difícil en toda España y, en concreto, en Euskadi, donde había grandes problemas de relación entre los ciudadanos vascos. Yo tenía una oficina en Bilbao y venía habitualmente, dos o tres veces al mes. Por un lado, era una alegría estar aquí porque tenía muchos amigos, pero también una preocupación ya que se producían asesinatos y secuestros causados por la violencia de ETA.

El «tranquilo» Ardanza

A propósito de Euskadi, usted fue también consejero del lehendakari José Antonio Ardanza.

Colaboré con José Antonio en las elecciones de 1986. Trabajar con él fue un lujo y una introducción total en los temas del País Vasco. Habíamos sido compañeros en la Universidad de Deusto y teníamos cierta confianza. Era reposado, tranquilo, un hombre que hacía su trabajo con gran dignidad. Aquella campaña se desarrolló correctamente y desembocó en el Gobierno de coalición entre PNV y PSOE. Pero recuerdo ocasiones delicadas, como cuando asesinaron al entonces jefe de los ertzainas, Genaro García Andoain.

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¿Sigue teniendo vigor su teoría de la sokatira?

Es mi teoría y la sigo utilizando. La usé por primera vez en los años 80. Consiste en colocar en dos grupos a los distintos participantes de la campaña, sean medios de comunicación, organizaciones sindicales, empresariales o partidos. A partir de ahí creas tu estrategia de ataque y de respaldos. Sirve para prever y reaccionar ante una crisis o ante una campaña electoral.

¿Funcionaría en el momento inédito que vive España?

Totalmente. El ejemplo es Rajoy. Ahora hay como una especie de dos bandos y se dice: cualquiera menos él. Nada une más que el enemigo. En este caso parece que es para todos el presidente en funciones.

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Quién estaría más próximo a ganar en esa puja?

Es muy complicado. Con cuatro partidos grandes no hay quien se aclare porque las combinaciones son infinitas. Va a depender de los pactos que se hagan después de las elecciones. El PP tendrá más votos pero va a estar apartado por completo. Por lo tanto, o rompe ese aislamiento o no le va a apoyar Ciudadanos ni el PSOE ni Podemos. Desde luego, Rajoy como candidato no será presidente.

«Idealistas»

¿Qué imagen percibe de la clase política?

Los veo como a idealistas, batalladores, sacrificados y despiadados porque lo importante es la carrera personal y la del partido, más que el bienestar de los ciudadanos. Hacen un esfuerzo, trabajan, tienen más críticas que agradecimientos pero priman los intereses particulares a los generales, lo cual descalifica todas las demás cualidades positivas.

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¿Los dirigentes de ahora son peores que los de anteriores etapas?

En general, los políticos son siempre iguales, lo que ocurre es que hay circunstancias en que se dan cuenta de que el objetivo en común tiene que prevalecer sobre el individual y ese era el caso de Suárez, de Felipe González, Carrillo y Fraga. Estaba en juego que continuara la dictadura o volver a la Guerra Civil. En esos momentos es cuando aparecen los líderes de verdad. Y Adolfo Suárez fue uno de ellos.

¿Quizás no estamos en una situación tan extrema para que actúen a la altura de las circunstancias?

Nos encontramos a un paso del precipicio, pero todavía no estamos al borde del abismo. Hay capacidad de maniobra, aunque eso no quiere decir que sea optimista, porque el riesgo que estamos corriendo es muy grande.

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¿Es inquietante que tengan que volverse a celebrar elecciones el 26 de junio ante la imposibilidad de formar Gobierno?

A mí no me preocupa que haya nuevos comicios. Hacer nuevas elecciones no es bueno, pero si no hay otro remedio es necesario repetirlas. Ha sido por un fracaso de los políticos, más que porque los ciudadanos no hayan votado lo que han querido o que los comicios no hayan sido democráticos.

¿Cuál es la receta para solucionar esta crisis institucional?

Lo que hay que hacer es levantar líneas rojas y buscar puntos de acuerdo. Con buena voluntad y con acuerdos, recuperando la tesis de Adolfo de crear consenso.

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