Un fotograma de 'A sangre fría'.

'A sangre fría', periodismo de cine

Un lúcido y transparente retrato que se abre paso desde los códigos del periodismo, avanza en el género 'inventado' por Truman Capote y concluye en un filme implacable

Guillermo Balbona

Jueves, 2 de marzo 2017, 20:04

Es uno de esos casos donde el cine y la realidad, como extraños aliados y prolíficos vasos comunicantes, se funden con natural querencia. El suceso, la noticia nimia y breve en un periódico, la novela-crónica fundacional, el guión y la visualización en pantalla conforman en torno a la mítica 'A sangre fría', un bucle narrativo singular que escudriña tanto en las entrañas como en los márgenes de la condición humana. Toda esa cadena, que entrelazada acaba simbólicamente en el nudo de una soga que es el fin de un sórdido episodio criminal, posee en la textura de la pantalla un lúcido y transparente retrato que se abre paso desde los códigos del periodismo, avanza en el género 'inventado' por Truman Capote y concluye en un filme implacable, donde lo que no se ve es tan importante como lo que ya sabemos.

Publicidad

La mirada documental y la ficción de género conviven con una familiaridad empática en esta reconstrucción minuciosa de los pasos seguidos por dos verdugos, que al margen de su crimen estúpido, de la vulgaridad y gratuidad de sus acciones, se revelan también como víctimas. 'A sangre fría', a veces injustamente olvidada o poco reconocida, quizás sometida por el fenómeno Capote y el simbolismo de su novela. La historia del honrado granjero de Kansas que lleva una vida tranquila con su esposa y sus dos hijos y el retrato paralelo de dos expresidiarios conforman un relato preciso, contundente, donde las elipsis, la sincronía de imágenes, el montaje paralelo, algunos diálogos entrelazados y ciertos planos simbólicos conforman un virtuoso camino que se adentra en el mal y sus formas. Su atmósfera, su fotografía convertida en personaje, o el propio parecido inquietante de los dos protagonistas con los asesinos reales, conforman un territorio perturbador, a modo de viaje al fin de la noche, mientras crece sinuoso el drama, la sombra de muerte, en una miscelánea de cine de género -el thriller criminal- y de cuento psicológico.

Con la América profunda al fondo del paisaje, uno de los valores que le otorga personalidad visual es su tempo de terror psicológico, un magma que va impregnando el discurso del filme, consciente el cineasta de que ya sabemos cuál es el final que espera a sus personajes, víctimas y verdugos, entrelazados ambos, como fruto inevitable de un sistema que fabrica su engranaje hacia el fatalismo. Fue el lunes 16 de noviembre de 1959 cuando 'The New York Times' publicaba a una columna: 'Rico agricultor y tres miembros de su familia, asesinados'. Y Truman Capote confesó haber encontrado ese día lo que llevaba años buscando: una historia en la que pudiese aunar "la credibilidad de los hechos, la inmediatez del cine, la hondura y la libertad de la prosa y la precisión de la poesía".

Seis años dedicó el escritor a entrevistas en Holcomb, Kansas, donde sucedieron los hechos y a revisar las cientos de notas que recopiló. Su crónica apareció en el periódico en cuatro entregas y pocas semanas después se editaba como libro que permaneció 35 semanas en la lista de más vendidos. El autor de 'Desayuno en Tiffany's', en 1965, dejaba firmada para la historia la novela-reportaje, 'biblia del nuevo periodismo'. En ese pueblo de Kansas la película sitúa su negro espejo social y humano en una vuelta de tuerca al cine noir. En cierto modo 'A sangre fría' es un filme generacional, que refleja los cambios de una época, tanto de mentalidad como de reacción social. Vietnam, la violencia, la televisión, el síntoma de Mayo del 68, el espejo cóncavo de la nouvelle vague y la nueva generación de cineastas surgidos al amparo de la televisión. Brooks, que abordó el rodaje de la adaptación apenas un año después de salir la novela de Capote, logró plasmar en realidad un alegato contra la pena de muerte.

El director de 'La gata sobre el tejado de zinc' y 'Los profesionales' construye la historia con inteligencia, sabedor de que el espectador/lector conoce al detalle los hechos. Hasta ese final Brooks desbroza los perfiles de los asesinos, evita el juicio fácil y deja que el espectador acompañe a los actores Robert Blake y Scott Wilson, Perry y Dick en la ficción, en su mirada en blanco y negro, documentalista, verista, con rasgos a veces del free cinema y contundente en ritmo y disección. La fotografía de Conrad L. Hall y el montaje paralelo que va entrelazando sutilmente las vidas de los futuros verdugos con las familias asesinadas hasta buscar esa imagen de enredadera, de nudo del destino, fatalista y deesperanzador, que ata a unos y otros en torno a la muerte, igualando la doble mirada moral asesina: la de los ejecutores y la de la horca de la pena de muerte. Los dos, quizás, 'a sangre fría'. Una radiografía brutal, donde el odio, lo inevitable, la perdición "Quiero disculparme, pero ¿ante quién?" es la demoledora frase que uno de los asesinos esboza antes de subir a la horca configuran un mosaico dramático, de poderosa mirada realista. Sobria y exenta de estridencias y subrayados tramposos tendentes hacia el sensacionalismo, el filme deja que la psicología, las actitudes y la incomprensión ante los personajes sustituya al suspense. El cineasta, además, eligió como localizaciones muchos escenarios reales donde discurrieron los hechos y, por supuesto, depuró algunos episodios del libro. Una narración en flashback, la puesta en escena, lo oscuro de las escenas más duras, la crudeza del final... Pulso, silencio, fundido en negro, la densa sangre cubre las aristas de la vida y su mancha.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete los 2 primeros meses gratis

Publicidad