¡Que vienen los comunistas!
Hay una España cansina que se empeña en hacer de la Historia un proceso cíclico, constante, anodino. El día de la marmota, para que se ... entienda. Es esa España que ve en lo vintage la perpetuidad de pensamientos del pasado y que, llevada por la desesperación, cree que todo puede volver a suceder una y otra vez. Igual que antaño. Es la España empeñada en hacer del franquismo un zombie amenazador ante el que debemos correr para ponernos a salvo. Para esos, Franco no ha vuelto, sino que jamás se fue. Por eso avisan de forma constante desde todos los rincones. Lo hacen desde Cataluña, lo hacen desde la izquierda y hasta hay intelectuales que afirman haber visto al Caudillo pues creen a pies juntillas en su inmortalidad. Frente a ellos están los que temen que en cualquier momento se quemen iglesias y se lleven a todos los curas al paredón. Sospechan de la presencia de masones por todos los lados y avisan muy serios de que los comunistas, los rojos, están a punto de llegar al poder. Y así, anclados en aquella lejana época ominosa, caminan los plurinacionales españoles a lo largo de su anodina y monótona historia.
Uno de los últimos en sumarse a esta especie de 'remake' de 'walking dead' histórico ha sido el expresidente José María Aznar al afirmar que, por primera vez tras la guerra civil, los comunistas pueden entrar en el Gobierno. No sólo eso. En un alarde de puesta al día, los comunistas no irían solos, sino acompañados por los chavistas. Junto a ellos, los independentistas serían los encargados de arroparles. Obviamente, tiene miedo. El señor Aznar, el mismo que proclamó a los cuatro vientos la existencia de armas de destrucción masiva en el Iraq de Sadam Hussein, exclama ahora ¡que vienen los rojos!, como si nunca hubiésemos superado la década de los treinta y ni siquiera supiéramos qué es y qué significa la democracia. Lo hace, para más desesperación, con la cándida ignorancia -por decirlo con educación- de quien no se ha dado cuenta de que, a día de hoy, apenas quedan comunistas. Ahora son y están a la izquierda, aunque perdieron la brújula ideológica hace tiempo. Así que, no hay motivos para que se preocupe. No habrá comunistas y, para consuelo de otros, nunca más arderán iglesias.
No es la Historia la que se repiten. Son los traumas los que hacen daño. La incapacidad de superar los miedos y la ignorancia ante la democracia es la que produce alucinaciones sobre la perpetuidad del pasado. Y aunque pueda pesar la herencia histórica de este país, medio vintage, medio millenial, lo que se sufre en estos momentos es más bien producto de la mediocridad de las mujeres y hombres públicos que se han ofrecido a gobernarnos. Entre ellos y la era, que en vez de un corazón está pariendo monstruos, la esquizofrenia histórica a la que nos someten es demasiado pesada para soportarla sin al menos un poco de humor.
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