El Tambor de Oro, ese mínimo común denominador

La Agenda Portátil ·

¿Quién puede rechazar un premio a unas mujeres jóvenes que viven el deporte sin cristianoronaldismo? Pero tras este galardón 'segurola', ¿uno más arriesgado y 'cultural'? / La Orquesta de Euskadi, más que un club

Mitxel Ezquiaga

San Sebastián

Sábado, 7 de diciembre 2019

Ya tenemos Tambor de Oro: las chicas de la Real Sociedad de fútbol y de hockey sobre hierba. ¿A quién puede parecer mal un premio a unas mujeres jóvenes que enseñan que se puede vivir el deporte de otra forma, lejos del 'cristianoronaldismo'? Vivimos años en que el Tambor está desnortado y el premio es esta vez un mínimo común denominador en el que todos nos ponemos de acuerdo, una opción 'segurola' que espanta polémicas. El 20 de enero cantaremos juntos y contentos el txuri-urdin, que es el 'Lau teilatu' guipuzcoano muchos antes de que Juan Carlos Perez compusiera en 1978 para su Itoiz ese 'Lau teilatu' que se ha convertido ahora en la banda sonora de nuestras vidas. Las damas del deporte serán el icono de nuestra Tamborrada y darán la imagen más joven de la ciudad y del territorio. Lo celebramos.

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Pero al mismo tiempo reivindicamos ya un galardón más 'arriesgado' para el próximo año. Por ejemplo, a un personaje de la cultura. Con mis fijaciones propias anoto el nombre de Woody Allen, aunque queda pendiente de ver el resultado de su película rodada en San Sebastián. El estreno será en los próximos meses y el Zinemaldia se prepara para fajarse con los otros grandes festivales para lograr la primicia. Si la comedia donostiarra de Allen queda lustrosa sería un estupendo Tambor. A él le daría igual el galardón (seguro que el 20 de enero tiene que tocar el clarinete en Manhattan) pero a los woodistas nos encantaría, aunque solo sea para provocar al renovado 'establishment' de la ciudad. Si no es Woody se me ocurren más gentes de la cultura que serían tambores 'rompedores': Fernando Aramburu, Dolores Redondo, Ramon Saizarbitoria... y hasta Marta Etura, puestos a ser herejes.

Elogio de la sinfónica vasca

Un miércoles cualquiera te sientas a las ocho de la tarde en una butaca del Kursaal y te encuentras con una deliciosa sinfónica de la clase media-alta en el ranking de las orquestas europeas, uno de los directores con mayor proyección y el clarinetista de moda, Ju lian Bliss, norteamericano de rostro simpático a medio camino entre Tintin y Martín Berasategui.

A veces no valoramos lo que tenemos: la Orquesta de Euskadi es uno de nuestros lujos, ahora con Robert Treviño en el papel de Imanol Alguacil de nuestros violines y trompetas. Estos días su programa de abono ofrece un concierto que empieza en Bela Bartok (con su obra que daba miedo en 'El resplandor' de Kubrick) y termina en el hipnótico 'Bolero' de Ravel, ese que Bo Dereck ponía en '10, la mujer pefecta' para acompasar sus ratos de sexo. La OSE es «más que un club», una entidad que solo en Gipuzkoa tiene más de 3.000 abonados, cifra superior a las de muchas entidades deportivos con solera. El reto de la sinfónica es rejuvenecer el público, pero ese desafío es común a toda la clásica en Europa. Sales del Kursaal tras el 'bolero', cenas un Indurain en la Bodega Donostiarra, vuelves andando a casa por una fría 'La Concha by night' y concluyes que la felicidad debe ser algo parecido a esto. Viva Ravel.

Y aún dicen que en invierno no hay nada

Aún hay gente que dice que en Donostia «no hay actividad cultural durante el año, al margen del verano». Muchos sabemos bien que abunda, en Donostia y en Gipuzkoa, con cursillos, conferencias, talleres, conciertos (muchos de ellos gratis) y protagonizados en buena parte por jóvenes y señoras maduras (ese apasionante sector de damas con curiosidad por vivir). Junto a la cultura de base hay también 'de relumbrón': esta semana se han presentado las programaciones «de invierno» del Kursaal , Victoria Eugenia y Principal y las citas se multiplican. Por cierto: qué buena es la iniciativa Kursaal Eskura con autobuses que traen desde numerosos puntos de Gipuzkoa a los conciertos del auditorio.

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