A día de hoy, el mayor de los méritos de Moreno Bonilla para ser investido presidente de la Junta de Andalucía ha sido estar en ... el lugar preciso en el momento justo. La suerte está echada y sus hechos hablarán por sí solos. Recordemos a Juan XXIII, una elección que parecía transitoria y que acabó cambiando la Iglesia. Ahora sí que es cierto que la pelota está en su tejado, en sus hombros se podría decir. Sus decisiones serán miradas con lupa y las miradas van a estar más que atentas para ver si lo ocurrido en Andalucía es extrapolable a otros lugares, incluida la Moncloa.
El año que se presenta no va a dar tregua. Elecciones al Parlamento Europeo, municipales, autonómicas y quién sabe si nacionales. A todo esto sumen la 'Gürtel', la sentencia de los ERE y el procés. En fin, que el año va a ser movido. Con todo esto, el flamante presidente andaluz va a tener tiempo para, sin llamar mucho la atención, aprender el oficio y, llegado el día en que nos volvamos a fijar en él, tener dominio de la situación. Tiene un buen toro que lidiar, pero si es listo, con los escándalos que no faltarán en otras plazas, podría pasar inadvertido y dedicar todo un año a curtirse, que buena falta le hace. El tiempo nos dirá si habrá que recordarlo como al papa Roncalli porque no hay que olvidar lo que decía Adenauer: «En política lo importante no es tener razón, sino que se la den a uno».
Éste va a ser un año lleno de tertulias, de ocasiones mil para que ese lamentable diálogo de sordos del 'y tú más', inventado por nuestros políticos, se convierta en moneda de cambio en las disputas de taberna de esta España que navega con rumbo incierto, sobre todo por el desacuerdo de los remeros. España y los españoles somos así.
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