A la propuesta del PP sobre inmigración le veo algunos problemas de orden práctico. Por lo que entiendo no se trata de arrojarlos a todos ... al mar, como piden esos exagerados de Vox, pero sí de hacer un bonito casting de emigrantes, con notas de acceso y diferentes pruebas de índole casi deportiva, una especie de La Isla de las Tentaciones, siendo España la tentación y ellos los concursantes. Si descartamos cualquier consideración moral –ese aburrimiento de sociedades decadentes–, la iniciativa del Partido Popular podría incluso encontrar encaje en Telecinco, con un debate en plató moderado por Sandra Barneda mientras el propio Feijóo, con los pectorales aceitados y vestido con un bañador deportivo Speedo, informa desde la playa de los puntos que van sacando los solicitantes de asilo.
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La perspectiva es emocionante, pero tiene algunos puntos débiles que convendría afinar. La cuestión de la lengua, por ejemplo. Aunque al líder del PP le resulte extraño, los idiomas se pueden aprender. Con los acentos no hay que ponerse muy exquisito, no vaya a ser que le prohíban a Aznar la entrada en Georgetown, pero casi todos los emigrantes que conozco aprenden español rápidamente, por la cuenta que les trae. Sería divertido, en todo caso, extender las pruebas lingüísticas y someter a todos los diputados a exámenes de gramática y ortografía. También habría que analizar cuáles son los «valores más afines» a la cultura española. Cuidado con eso. Una aplicación inmediata de esa norma conduciría a la expulsión fulminante de miles de chinos tan ajenos a nuestras costumbres que jamás se han cogido un puente y cuyas jornadas laborales harían llorar de pena al señor Garamendi.
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