Nuevas organizaciones para un nuevo mundo

Vivimos en un momento de transformación, complejo y singular, que demanda nuevas miradas que pongan en el centro de todo a la persona

Domingo, 10 de octubre 2021, 08:16

El mundo está cambiando y necesitamos reflexionar acerca de si las organizaciones con las que nos hemos dotado están a la altura de las nuevas ... exigencias y desafíos. Este nuevo mundo en transformación, impregnado de anomalías y singularidades, de la mano de una complejidad creciente que genera incertidumbre, demanda nuevas miradas sobre todo lo que veníamos haciendo hasta ahora.

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El eje conductor para revisitar las organizaciones debería ser la búsqueda del bienestar de las personas a través de una competitividad al servicio de ese bienestar. En este sentido, las instituciones públicas, las empresas y las universidades han sido una referencia permanente en toda aproximación al desarrollo de la competitividad. Pero, en todos los casos, esta mirada ha obviado la perspectiva personal del progreso y el bienestar. Además, otras organizaciones capitales para el bienestar han estado ausentes del debate.

Así, se echa en falta reconocer el papel de la familia como entorno natural de cooperación, determinante para el bienestar. Es una de las comunidades básicas de referencia que juegan un papel protagonista en el desarrollo del bienestar de las personas, no solo en las edades más tempranas, sino a lo largo de la vida. Sin embargo, ha sido una de las grandes abandonadas en los debates abiertos sobre el bienestar y la competitividad. Lo cierto es que el desarrollo de la sociedad contemporánea ha puesto en entredicho la concepción de la familia clásica, por lo que será necesario definir la familia desde una nueva visión más actualizada, para poder profundizar en su contribución al bienestar y a la competitividad.

La comunidad de la familia es una de las grandes abandonadas en los debates sobre bienestar

Las empresas siempre han sido objeto de estudio para medir su contribución a la competitividad, al desarrollo y al progreso; si bien desde una mirada impregnada por una concepción monolítica y sistémica de las mismas, focalizada en la productividad. Se manifiestan como un ente con vida propia que se relaciona con otras empresas, con los mercados, las instituciones y los consumidores. En ese contexto, las personas aparecen como medios necesarios para que ejerciten una función determinada, pero la mirada de su bienestar no forma parte del relato de la empresa. Algo que es fundamental en los nuevos escenarios de un mundo en transformación.

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Las instituciones públicas son otra referencia clásica al analizar los tipos de organizaciones. También se estudian desde una perspectiva sistémica, como un todo, que cumplen funciones de regulación y de provisión de bienes y servicios. Su análisis incorpora básicamente una mirada territorial y se focaliza en el papel que pueden y deben jugar para generar las condiciones necesarias para que el resto de los agentes cumplan su función. Así, la provisión de los servicios desde las instituciones públicas o desde la iniciativa privada es un debate que, a la vista de las nuevas demandas sociales del bienestar, deberá abordarse en profundidad. Dentro de ese debate se necesita clarificar el papel de las empresas públicas en relación con las privadas.

Por otra parte, las universidades aparecen como proveedores de conocimiento para el conjunto de la sociedad y, en particular, para las empresas. Desempeñan un papel, también, en el desarrollo de las capacidades de las personas; aunque prima una visión economicista de las mismas y de su aportación como un input al sistema productivo. Sin embargo, las universidades tienen un papel capital en los nuevos escenarios, porque son claves para articular los procesos de aprendizaje de las personas, el verdadero desafío de los nuevos tiempos. Además, su protagonismo para llevar a buen puerto un debate social sobre el bienestar está, también, fuera de toda duda.

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También las organizaciones para la solidaridad, especialmente las Organizaciones No Gubernamentales o el denominado Cuarto Sector, necesitan ser conceptualizadas desde la mirada del bienestar y situadas con claridad en el papel que deben jugar en relación con los poderes públicos. Se trata de organizaciones de iniciativa social y de fines humanitarios, que son independientes de la administración pública, que no tienen carácter lucrativo y que se focalizan en el bienestar de las personas.

Por último, las organizaciones para la salud y la asistencia social deben tener un papel protagonista. Hasta ahora han estado como escondidas dentro de las organizaciones propias de las administraciones públicas, de empresas especializadas en servicios sanitarios o de asistencia social con ánimo de lucro, y de organizaciones sin ánimo de lucro. Sin embargo, su importancia es capital para el bienestar, por lo que resulta necesario darles un papel protagonista en el debate. En definitiva, necesitamos nuevas organizaciones para nuevos tiempos, que pongan en el centro de todo a la persona.

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