Negar lo innegable

La realidad no tiene remedio, por mucho que queramos contarla como no es

Viernes, 21 de noviembre 2025, 01:00

En 1956 las tropas soviéticas invadieron Hungría para evitar que el país siguiera por el mal camino que había emprendido y Jean Paul Sartre dejó ... de ser un fiel compañero de viaje del régimen de la URSS. Otros intelectuales se salieron del Partido Comunista. Sartre nunca había militado en él, pero en el número de febrero de 1954 de la revista 'Les Tempes Modernes' había dejado para la posteridad la famosa frase: «Incluso si fuera verdad que existen tales campos en la URSS, no habría que decirlo, pues eso podría desmotivar a los trabajadores franceses». El Gulag, el brutal sistema de represión y control que era la firma del estalinismo, era también una verdad no solo inútil, sino indeseable. Antes que la verdad estaban las ideas, los objetivos, el relato, como se dice ahora. El estrangulamiento brutal de la primavera húngara fue un tortazo en la cara de muchos intelectuales europeos y a Sartre le puso el intelecto del revés, pues, dejando atrás lo prescindible de la verdad, declaró que «el sistema comunista se había convertido en un régimen de mentiras».

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A otros no les hizo el más mínimo efecto y la idea de que la verdad no existe, o es algo que se construye, o puede ser perjudicial por antirrevolucionaria, por inconveniente, por lo que sea, siguió creciendo y multiplicándose hasta llegar al 'relato' omnipresente que ha convertido la política en mercadotecnia, y a la lucha de relatos que toma el lugar de la confrontación ideológica. También a la denuncia de aquellos que se atreven a dar información perjudicial para las buenas ideas, las buenas causas y las buenas políticas. Puede que los filósofos hayan descendido, desde el giro lingüístico y el relativismo más absoluto, a tierra sólida, si no firme (con la realidad hemos topado); pero muchos más actores, desde Donald Trump hasta el bajito de la boina, se han dado cuenta de que, a pesar de todo lo que no podemos cambiar mediante el ocultamiento o la mentira, se puede, contando con los medios adecuados (de masas) crear la realidad (virtual) en la que vivirán miles, millones personas como en una realidad inexorable.

Al fin y al cabo, la realidad social-cultural es una creación, la mente humana es infinitamente manipulable, y el ministerio de la verdad orwelliano no necesita constituir una instancia vertical, estatal, sino que vive disperso en las redes y los mensajes, en las sanciones y los anatemas, en la obligación de decir y de callar que fluye de sus polos. Pero la realidad se conoce por los límites que nos impone: no tiene remedio por mucho que la neguemos o la contemos como no es. Y a menudo, muchas cosas que se niegan oficialmente son el escollo diario de miles de personas que encuentran interpretaciones y soluciones falsas y se quedan con ellas, porque son las únicas disponibles. Porque no les dan otras.

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