Millones de jóvenes no pueden independizarse por culpa de la precariedad laboral y los precios desorbitados de la vivienda. Aunque trabajen jornadas completas, sus ingresos no alcanzan para cubrir un alquiler, facturas y alimentación, obligándolos a permanecer en el hogar familiar mucho más tiempo del deseado. Esta realidad limita la autonomía, retrasa proyectos de vida, genera estrés y frena la participación plena en la sociedad. La independencia económica y habitacional debería ser un derecho, no un privilegio. Es hora de que se implementen políticas efectivas, vivienda asequible, alquileres regulados y salarios dignos que permitan a la juventud vivir de manera autónoma. Pedimos la oportunidad de construir nuestro futuro con dignidad.
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