Cada año, miles de estudiantes universitarios realizan prácticas que, en lugar de ser experiencias formativas, terminan siendo trabajos no remunerados y sin derechos, a pesar de que muchas veces cumplen funciones similares a las de un empleado. Esta precariedad ha generado un debate sobre si el actual formato de prácticas debe replantearse para garantizar condiciones mínimas. Reformar este sistema no es solo una cuestión de justicia, sino también de asegurar una educación de calidad que forme profesionales en entornos dignos y verdaderamente educativos.
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