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JOSEMARI ALEMÁN AMUNDARAIN

Desojando la margarita: prohibir o permitir

Cuando Sanidad da un paso útil para reducir el impacto sociosanitario del tabaco, aparecen gobiernos autónomos contra la iniciativa en defensa de no se sabe bien qué

Josean Fernández

Pte. de AERGI. Máster de Prevención y Tratamiento de Conductas Adictivas y Drogodeoendencias. Univ. Valencia

Miércoles, 10 de abril 2024, 02:00

Desde luego hay cuestiones que, razonadas, no dejan mucho espacio a la duda. Pero, cuando la política y el interés económico interactúan, es casi inevitable ... que alguien salga trasquilado. Me estoy refiriendo al tan traído y llevado tema del tabaco, de su consumo en espacios públicos y del problema de adicción que genera. La nicotina es una droga de un altísimo poder adictivo. Altísimo y sutil. Al no generar los cuadros de descontrol conductual de otras drogas (borracheras) es considerada por sus consumidores como no peligrosa y de consumo voluntario. Y, es más, casi todo el mundo considera que quien no deja de fumar es, sencillamente, porque no quiere. Pero eso no es cierto. No del todo. Desde luego, querer hay que querer para dejar de consumirlo, como con cualquier otra droga. Pero en la adicciones querer no es poder. Y el tabaquismo es una adicción con todas las letras. Una adicción enmascarada cuyos efectos de descontrol se presentan justamente cuando no se consume. Aproximadamente a los 20 min. de la última dosis suelen comenzar los síntomas leves de abstinencia, la inquietud nerviosa, el baile de manos, la agitación, etc., que se calman cuando se enciende otro cigarrillo y se inhala su veneno canceroso, sin que el/la fumador sea consciente, salvo de la calma que le proporciona, de las consecuencias de una maniobra tan mecánica como es fumar sin pensar en ellas. «Fumo porque me gusta» o «lo dejo cuando quiera», son únicamente pensamientos evanescentes de una mente condicionada por la droga. Prueben a tener a una persona adicta a la nicotina en un cuarto cerrado si tabaco durante 24 horas y observen su comportamiento, así se podrá entender lo que es una «borrachera» comportamental por ausencia de nicotina.

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Ahora, cuando el Ministerio de Sanidad da un paso adelante que puede ser útil para reducir el impacto sociosanitario y ecológico que el consumo de tabaco ocasiona, se nos aparecen los gobiernos autónomos con las tijeras que recorten la iniciativa en defensa de no se sabe muy bien qué, que no sean los millonarios ingresos de las corporaciones tabaqueras. Desde luego, y esto lo dijo alguien tan poco sospechoso de no ser sospechoso como Pablo Escobar, «si el tema del tráfico y consumo de drogas fuera enfocado como un problema sociosanitario, las primeras en estar prohibidas serían el tabaco y el alcohol». Y, señores de la política, los números cantan, escúchenlos, hagan el favor: en España la media anual de muertes por causa del tabaco es de unas 52.000 (13% de las defunciones de mayores de 35 años, según fuentes del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, 2016). En Europa 1,2 millones de muertes son atribuibles al tabaquismo. 29 enfermedades graves, 10 de ellas cánceres están directamente relacionadas con la sustancia. Es la principal causa de muerte por cáncer de pulmón y responsable de más del 50% de las muertes por enfermedades cardiovasculares. Además de úlceras gastrointestinales, enfermedades coronarias, hipertensión, bronquitis, EPOC, y cánceres de pulmón, boca, laringe, faringe, renal, etc. (M. Pascual. NP. Socidrogalcohol).

Para no perder mercado (y por aquí quieren colárnosla) las tabaqueras han elaborado nuevas formas de drogadicción: vapeadores, ecigs o cigarrillos electrónicos y nos los quieren colocar, pásmense, como elementos de ayuda para el abandono del tabaquismo. Hay que tenerlos cuadrados y, pásmense aún más, los responsables de los gobiernos autonómicos los han aceptado como tales, razón por la cual la nueva ley de prevención tabáquica no será aprobada, al menos en su totalidad.

¿Quieren saber más? Miren, la OMS pone el foco en los 600.000.000 de árboles talados para la elaboración de cigarrillos, los 84.000.000 de toneladas de CO2 emitidas y los 22.000.000.000 de litros de agua empleados en la fabricación de los cigarrillos. De los 5.6 billones de cigarrillos que se producen anualmente en el mundo, un tercio de sus colillas acaban en el suelo y posteriormente en el mar. Sigan pasmándose porque el 40% de los residuos del Mar Mediterráneo son colillas (el elemento plástico más presente en los océanos).

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Adicción, gran impacto medioambiental, desolación y muerte. Y no pongan ustedes mala cara ante la bocanada de humo que se acaban de pegar en la terraza o en la parada de bus por causa del derecho democrático de un fumador o fumadora a ensuciar sus pulmones o los de sus hijos, porque la cara suya, la de ellos, será mucho peor. No saben, y no quieren saber, que el humo del tabaco a la única persona que no molesta es a quien lo fuma. ¡Oh! Perdón. Para que quede claro: no molesta, ¡enferma! Más de 700 fumadores pasivos muertos al año en España según estudio de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica, 1.2 millones en el mundo, según la OMS.

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