JOSÉ IBARROLA

Un universo llamado 'paciente'

La pandemia nos enseñó que el paciente no puede ser suplantado por la pantalla del ordenador; sin embargo, muchos médicos siguen inmersos en otras tareas

José Antonio Páramo

Catedrático de Medicina de la Universidad de Navarra. Especialista en Hematología y Hemoterapia

Miércoles, 6 de agosto 2025, 00:05

Refiere Esopo que, una vez, el médico le preguntó a su enfermo qué efecto notaba con los medicamentos que le había suministrado y le respondió: «He sudado mucho». «Eso es bueno», dijo el médico. Más adelante, le preguntó cómo se había encontrado desde entonces: «He pasado un frío extremo y he temblado mucho», fue la respuesta. «Eso es bueno», prosiguió el doctor. Y una tercera vez quiso saber cómo estaba: «Siento que me hincho y me entumezco». «Esto es que va bien», añadió el médico. Cuando un amigo del enfermo se interesó después por su estado, le aseguró: «Sin duda, amigo mío, a fuerza de estar bien, me muero».

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¿No estará ese médico traicionando su arte y preocupándose más por su reputación que por el interés del paciente? El concepto moderno de cuidado médico se basa en la premisa de una medicina centrada en el paciente, un concepto que pone el foco en lo que valora en términos de salud, como la calidad de vida, el alivio de los síntomas, el impacto psicosocial o la pérdida de productividad. La mejora del cuidado requiere, por tanto, una aproximación holística que aúne intereses desde todas las perspectivas, incluyendo la del propio paciente.

La pandemia de covid-19 nos ha enseñado que el paciente no puede ser suplantado por la pantalla del ordenador. En 1988, el Picker Institute, de Estados Unidos, acuñó el término 'atención centrada en el paciente' y determinó cuáles eran los ocho indicadores que definen la calidad asistencial desde ese punto de vista: el respeto por sus valores, preferencias y necesidades; recibir los servicios de manera coordinada e integrada, disponer de información relevante, de manera clara y comprensible; conseguir la máxima calidad de vida posible con especial atención al alivio del dolor, disponer de apoyo emocional para afrontar el miedo y la ansiedad, implicar a familiares y amigos en el proceso, en la medida que ellos crean oportuno; recibir atención continuada, y obtener la máxima accesibilidad posible a los servicios prescritos.

Años después, sin embargo, muchos médicos siguen inmersos en otras tareas que les arrebatan la atención necesaria para prestar la mejor asistencia al paciente, como los infinitos formularios burocráticos, la omnipresente informatización o la petición excesiva de pruebas diagnósticas.

Tenemos que abogar -de nuevo y siempre- por el razonamiento clínico, la valoración integral, el trabajo multidisciplinar y el fomento de las decisiones compartidas. Justo a la otra orilla, después de mi reciente jubilación, cada vez veo más claro que esta debe ser la hoja de ruta de los médicos para el desarrollo de una aventura profesional grandiosa y apasionante. Los especialistas tenemos que redoblar cada día nuestro compromiso ante el paciente, con una obligación exigente para mantenernos al día y ampliar los conocimientos que nos permitan procesar adecuadamente la ingente información que, en cada momento, se está actualizando, y cultivando permanentemente una sólida formación humanística que facilite la responsabilidad con el paciente y hacia su entorno social.

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Las tres haches

Para conseguir este loable objetivo tenemos la receta infalible de la triple H: humanidad, humildad y humor. Siendo importantes estas tres actitudes, la humildad es crucial e indispensable para la práctica médica, ya que nos guía para priorizar al paciente y mantener el más alto estándar de ética. La humildad es una postura honesta, una orientación hacia las necesidades y bienestar de los pacientes y un profundo agradecimiento al privilegio que supone su cuidado.

Un médico humilde nunca está satisfecho con su conocimiento de la medicina o con lo que conoce de su paciente. Un médico humilde aprecia los misterios de la enfermedad y la maravilla de la curación. Un médico humilde conoce sus límites profesionales y reconoce sus errores, y esto mejora la relación con los pacientes y reduce los litigios, porque permite apreciar la honestidad e integridad del médico, a la vez que hace sentir su respeto al paciente.

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La humildad es crucial en medicina porque nos guía para priorizar al paciente

Percibir la humildad del doctor invita al paciente a estrechar la confianza y a comunicarse todavía más abiertamente. La humildad va de la mano del pensamiento crítico, que nos permite aceptar la incertidumbre como algo natural, reconocer nuestra flaqueza y revisar constantemente nuestros conocimientos y acciones. Sólo si somos humildes, descubrimos potenciales inexplorados y evitamos los peligros de un orgullo excesivo.

Finalmente, al igual que la empatía y la amabilidad, la humildad es un vehículo que conecta estrechamente a médicos y pacientes, actuando como un potente antídoto de las dudas y retos a los que se enfrenta la profesión médica, como la burocratización excesiva o la presión de la industria.

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Navegar por la medicina con la triple H nos ayudará a ser médicos ejemplares preocupados, de verdad, por la atención integral y real de cada paciente.

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