¿Hay un problema logístico en la provisión de las vacunas con arreglo a una u otra marca? Sería la única explicación para el nuevo capítulo del folletín de AstraZeneca. Tras pedirnos una confianza que no parecían asumir nuestros circunspectos gestores, ahora delegan su responsabilidad en los ciudadanos. Aquellos que no pudieron elegir en un momento dado y se sometieron a las directrices impartidas, pueden hacerlo ahora asumiendo todas las consecuencias, cuando unas instancias bien acreditadas aconsejan seguir la pauta inicial y otras apuestan por Pfizer. ¿Por qué no se usan las estadísticas del Reino Unido para discriminar los casos problemáticos y orientar mejor esta ceremonia de la confusión? ¿Tiene sentido que países como Alemania, España o Francia fijen una u otra edad entre la cincuentena y la setentena, si se manejan criterios estrictamente clínicos y bajo un asesoramiento científico? ¿Hasta qué punto están condicionando las decisiones políticas los intereses económicos?
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