Donde nace el viento

Primera vez

La soledad no acepta medias tintas. Por mucho que se intente deshacer su nudo, estamos rodeados de otras soledades diferentes

El mayor problema al que se enfrenta la Humanidad, aparte de las constantes guerras y enfermedades, es el de la soledad, aunque no todos lo ... reconozcan, ni se reconozcan en ella, dichosa como desdeñada, tan presente y, al mismo tiempo, tan ausente entre las preocupaciones. Vivimos en sociedades cada vez más complejas y difíciles de gestionar desde la perspectiva personal, que es la base de las relaciones que los seres llamados 'humanos' vamos desarrollando. Poco es lo que está en nuestras manos; las decisiones importantes están fuera del ámbito particular, lo que produce una sensación de extrañeza, de estar fuera de todo lo que es trascendental: como exiliados, solos.

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Esa extrañeza se observa en actitudes cotidianas. Yo mismo me sorprendí diciéndome «¡es la primera vez que me sucede esto!», al ir a pagar unas prendas que había comprado y no aparecer la cartera donde quiera que la hubiera escondido. Cuando se llega a esa situación, es que la conciencia se encuentra dispersa, o simplemente desaparecida, no en combate, sino por inanición, quizás por el agobio, la fatiga del propio organismo, o porque no hay manera de encontrarse a sí mismo, que es el fundamento de la personalidad.

De mis soledades vengo, a mis soledades voy. Está la soledad del artista que huye del mundanal ruido, la soledad deseada y buscada, aristocrática en cierta manera, porque es como un billete de ida y vuelta, un vaivén, un ir y volver. No es la misma soledad de quien viviendo entre multitudes nunca encuentra a nadie con quien hablar, ni compartir las cosas diarias por nimias que sean: los buenos días, qué tal está usted, poco más. Las relaciones superficiales pueden aventurar y dar inicio a otras de diferente rango y clase. La palabra es la base de todo.

Antes se aleccionaba y se consolaba aconsejando «¡pon de tu parte!» o «¡es que no pones nada de tu parte!», como reproche a actitudes negativas o deficientes. Había que hacer lo que los demás, ni más ni menos, exigían en nombre de algo que siempre era superior a la pura individualidad, y muchas veces no se sabía en qué consistía, pero sin mucha resistencia se acataba. Pero la soledad no acepta paliativos ni medias tintas. Por mucho que se intente deshacer su nudo, estamos rodeados de otras soledades, organizadas de forma diferente, que también tratan de superarse y de abrirse al exterior, como una casa durante mucho tiempo cerrada. Al final huele a moho, a roña, a humedad, a abandono definitivo.

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