varios niños jugando a pescar RC

Jugar

Este es un asunto muy serio. La neurociencia está poniendo de relieve cuánto dependemos de él

Que lleguen las vacaciones escolares y que tengas dos o tres niños en casa, a los que debes atender, es un momento crítico. La culpa, ... la desesperación, la impotencia … Los padres quieren lo mejor para sus hijos y a veces se tira de abuelos, de estudiantes nada capacitadas para vigilar a niños de corta edad y desde luego de campamentos. En España se agotan las plazas para los de verano y las ofertas son tan variadas como carísimas, pero de perdidos al rio o 'from lost to the river', que a veces el aliciente es el idioma; o una sierra con sombra donde recuperar la pasión por los animales que se ven en los vídeos.

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Los niños disfrutan con gallinas y vacas. Recoger un huevo será una experiencia inolvidable y dormir en una tienda de campaña al raso, iluminados por un cielo limpio y lleno de estrellas ni te digo. Pero para los adolescentes, o los que caminan hacia esa dulce etapa vital en la que se paga por adrenalina, las gallinas les interesan poco y lo único que quieren es coger el móvil y meter seis horas sin levantar la cabeza. Quizás por eso, ahora se ofertan campamentos 'modo avión'; es decir, desconectados de cualquier dispositivo tecnológico. La tarea no es pequeña, recuperar a los niños es hacer que vuelvan a jugar, algo que saben hacer 'online' pero que les paraliza hacerlo con sus compañeros. Dicen que durante esos 15 días de realidad y juego los jóvenes cambian, disminuye el acoso y crecen el respeto y, sobre todo, la risa.

Jugar es un asunto muy serio. La neurociencia está poniendo de relieve cuánto dependemos de ese tiempo que dedicamos a descubrir, aplicar estrategias, saciar la curiosidad, relacionarnos y darnos de bruces con las emociones. Los seniors juegan a las cartas, a las damas, a la canasta y al bridge si tienen cabeza premium, pero también estos empiezan a estar afectados por el síndrome de la prisa turística y no tienen tiempo para jugar. Alguien me comentaba que buscaba una pareja, no para tener sexo o viajar, sino únicamente para jugar a la canasta y que le estaba costando encontrar. Si los jóvenes tienen campamentos sin tecnología, quizás podríamos invitarles a jugar con los abuelos analógicos, los que cuentan con los dedos y hacen señas en el mus, los mismos que te dan una paliza a la escoba o al parchís.

Me parece un poco triste que cuando busques en internet la palabra 'juegos' aparezcan tropecientos casinos digitales para apuestas 'online'. A veces uno se olvida de que, en las redes, jugar, lo que se dice jugar, no se juega. Enfrentarte con una máquina no es lo mismo que sentarte con un tapete verde y cuatro amigas sin que el tiempo signifique nada.

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