Ucrania afronta tres años de guerra en plena encrucijada. Lo hace con el impulso renovado de haber logrado un importante apoyo europeo a la reconstrucción, ... pero bajo el fuego ruso más brutal desde que empezó la invasión, con bombardeos perpetrados por hasta mil drones en una noche que incluyen objetivos civiles. El Plan Marshall que reclama Volodímir Zelenski para poder relanzar a su país no sólo necesita del concurso de Europa, que acaba de comprometerse con un fondo de 10.000 millones en la cumbre organizada en Roma. Precisa de la firma voluntad de Donald Trump como acompañante imprescindible para poder frenar la ofensiva de Vladímir Putin. Trump ha jugado en demasiadas ocasiones al despiste desde que regresó a la Casa Blanca en su relación con Zelenski y Putin. Con el ánimo de buscar una paz exprés –el mismo argumento empleado en Gaza entre Israel y Hamás–, promovió una mesa de negociación entre Kiev y Moscú que ha nunca ha sentado a su alrededor a sus principales valedores, relegada a una participación meramente administrativa y de escasos frutos. No es tiempo de más bandazos, viendo que el líder ruso ha aprovechado la aparente falta de atención internacional, volcada en la Franja y en la tensión abierta con Irán tras el bombardeo de sus instalaciones nucleares, para incrementar su acoso a Ucrania. Trump ha alternado momentos de beligerancia con Zelenski, culminados en la bochornosa bronca al mandatario ucraniano en Washington a los ojos de todo el mundo, con gestos de arrope una vez consumado el trato sobre las tierras raras en condiciones ventajosas para Estados Unidos.
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En este tiempo, los socios de la OTAN, bajo una fuerte presión del presidente republicano, han cedido a sus amenazas al asumir un mayor aumento del gasto militar. Por eso ahora es el turno de Trump de dar un paso al frente. Ha amagado incluso con sumarse a la petición coral de endurecimiento de las sanciones a Moscú, pero su decisión, como suele ocurrir en las grandes ocasiones, es una incógnita. Es todo un desafío para la comunidad internacional, especialmente para una Europa que necesita garantías de seguridad frente al expansionismo manifestado por Putin. Si ya es suficientemente delicado organizar un plan de ayudas a la reconstrucción de Ucrania sin que cesen los ataques rusos, está por ver cómo gestiona Estados Unidos su crucial papel en la mesa negociadora sin que el conflicto se asome aún más al vacío.
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