Para Rousseau somos buenos por naturaleza y la sociedad nos estropea. Kant sostenía que las constituciones políticas pueden servir incluso para un pueblo de diablos. Pero ambos entendían que, como ciudadanos, formamos parte de una comunidad cuyo marco legal ampara nuestros derechos y fiscaliza nuestras obligaciones. Al vivir en sociedad renunciamos a la libertad salvaje o capricho arbitrario y disfrutamos de una libertad cuyos márgenes lindan con las libertades ajenas. Reivindicar que somos libres de hacer cuanto nos venga en gana saltándonos las normas, incluso bajo una pandemia, equivale a un liberticidio y socava el régimen de colibertad que nos aseguran las reglas del juego democrático.

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