El último capítulo de esta larga historia comenzó a escribirse en 2017, cuando el New York Times reveló la existencia de un programa clandestino del ... Pentágono centrado en el estudio de 'aeronaves' que parecen desplazarse a gran velocidad sin signos visibles de propulsión. Para que no cundiera la alarma, a eso que hasta entonces se llamaba Ovni, ahora se le llama Fani -fenómeno atmosférico no identificado-. Seis años después, a finales del mes pasado, un exoficial de inteligencia de la Fuerza Aérea, David Grusch, y en una sesión abierta de la Cámara de representantes, declaraba que ese mismo Pentágono tiene en su poder «fragmentos de naves alienígenas y restos biológicos no humanos, desde 1933». Es decir, quince años antes de que estallara el fenómeno Roswell.
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Nada del otro mundo, o todo procedente de él, desde que se acuñara en la cultura popular esa escena de «2001. Una odisea en el espacio» en la que el humanoide Moon-Watcher descubre una suerte de monolito en el que su creador, Arthur C. Clarke, alegoriza la primera incursión de una civilización extraterrestre cuyo cometido sería el desarrollo de la inteligencia en planetas tan peregrinos como el nuestro.
Quienes buscan respuestas simples a preguntas complejas tienden a alinearse en dos derivadas: la friki, de todos conocida, y la negacionista, considerada la única sensata. La equidistancia se altera si incluimos en la ecuación a un astrónomo como Fred Hoyle quien, en 1957, publicó una novela muy inquietante, 'La nube negra'. A la que siguió otra del cosmólogo Carl Sagan -'Contact'-, en la que, ahondando en la misma conjetura, nos invitaba a considerar un giro de perspectiva.
La existencia de vida extraterrestre, venía a decir, no sólo 'desprovinciliazaría' a la humanidad. Comportaría un shock ontológico. Un cambio de paradigma de magnitudes apocalípticas, si traducimos apocalipsis por lo que significa: revelación.
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Expectación, sin embargo, es el único término que podemos emplear hasta ahora. Como también advertía Sagan: «las afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias». ¿Existen y nos las ocultan para evitar un colapso mundial? Con el Affaire Grusch elevado a una comisión del Senado, pasamos de la ficción a la desclasificación de archivos altamente secretos. ¿Qué vendrá después? Tal vez una nueva odisea del humanoide Moon-Watcher. La que le llevará a descubrir que hubo vida inteligente en nuestro planeta, antes de que fiáramos nuestra supervivencia en las estrellas.
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