Algún partido político donostiarra debería contemplar la posibilidad de incluir en su programa electoral la anexión del Bulevar, de facto, un 'territorio ocupado'... de gente. ... Entre fiestas de todo pelo, ferias, mercados, pruebas deportivas, y actividades culturales y de ocio, la ocupación de la zona se va a los 235 días anuales, que la convierten en el auténtico pabellón multiusos a cielo abierto.
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Así lo constata un informe municipal que se centra en las molestias que sufren los vecinos de la zona, ni mucho menos los únicos afectados por el intenso calendario de alborotos. Como Alfa y Omega del circuito de autobuses, cualquier cierre al tráfico repercute también en el resto de la ciudad. No hay estribillo más cantado por los conductores de Dbus que «esta es la última parada porque el Bulevar está cerrado».
Si no colapsas el Bule es que no has celebrado nada. La importancia de cualquier evento se calibra en función de los trastornos que ocasiona y si alguien te dice «¡qué ambiente había hoy en la ciudad!» o incluso «qué muerta estaba», sólo puede significar que viene del Bulevar, la unidad de medida del bullicio, equivalente a los Bernabéus en cuestión de superficie.
Y todo esto en un punto de la ciudad testigo durante años –y no hace tanto–, de quemas de autobuses, cargas policiales y disturbios recurrentes, y ahora escenario de tantos vídeos de peleas nocturnas, sin que ni lo de antes ni lo de ahora repercutiera en el precio de las viviendas. El tema daría para una reflexión más profunda, pero así, a bote pronto, se diría que incluso entre el género de las molestias vecinales, algunas gozan de más prestigio que otras y que el mercado inmobiliario está al corriente de todo eso. Normal.
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