Lezo despide sus fiestas convertido en pueblo pirata
Los festejos de Pentecostés dijeron anoche adiós tras cerca de 72 horas de animación ideada para todos los públicos
Llegó a media tarde del viernes tras surcar los siete mares junto con su eterna compañera de aventuras, María Labaien. Desde entonces, Zabarre ha reinado ... en un Lezo convertido, más que nunca, en pueblo pirata. A sus pies se han rendido por igual niños y adultos que ayer disfrutaron de las últimas horas de las Mendekoste Jaiak.
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En su jornada de despedida, las fiestas pusieron a bailar a las jubiladas de Aiton Borda en Gurutze Santuaren plaza. El corazón del casco antiguo se convirtió en una pista en la que las mujeres se movían tanto al son de canciones románticas como de ritmos mucho más exóticos. Su actuación reunió a buen número de vecinos que no se resistieron a grabar en vídeo los pasos ensayados durante las últimas semanas.
Mientras tanto, otros lezoarras hacían cola ante los juegos hinchables habilitados en el frontón Josetxo Etxandi. Entre ellos, destacaba el barco pirata sobre el que podían saltar sin descanso los más pequeños de la casa.
Tras la singladura imaginaria, llegaba el momento de reencontrarse con Zabarre. El gigante inspirado en este personaje, considerado más rápido que un rayo y temible como una galerna, salía por última vez dispuesto a desfilar por las principales calles del municipio. Los alumnos más jóvenes de la Escuela Municipal de Música Tomás Garbizu pusieron banda sonora a sus pasos.
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No fueron los únicos. Los dulzaineros de Oarsoaldea también ambientaron distintos barrios de la población a lo largo de la mañana. Sus melodías tomaron la plaza Karlos Saldise cuando esta albergaba un mercado de creadores y artesanos locales. En sus puestos podían adquirirse piezas de bisutería, prendas de ropa, velas perfumadas y juguetes, entre otros productos.
Ya por la tarde, la búsqueda del tesoro invitó a los vecinos de Lezo a disfrazarse nuevamente de corsarios para participar en uno de los actos que goza de mayor aceptación. Aún hubo tiempo de asistir a la representación de diferentes espectáculos de danza y de dejarse conquistar por la magia del toro de fuego. Las fiestas de Pentecostés ponían de este modo su punto final.
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