«Estoy contento por mis hijos, pero es muy duro y triste ver tu vida metida en una mochila»
el lasartearra y su familia salen de Nueva Odessa ·
«Hemos salido con una mochila y una maleta cada uno». Tras cinco semanas sobreviviendo «en el infierno» en el que se transformó su vida ... tras la invasión rusa, el guipuzcoano Iñaki Rodríguez Jauregi, su mujer Ana y sus cinco hijos, con edades comprendidas entre los 5 y los 18 años, han abandonado a primera hora de este viernes su hogar en el municipio de Nueva Odessa. Ha sido el inicio de un periplo que, si las previsiones se cumplen, les llevará los próximos días a Hungría, donde podrán sentirse a salvo de las bombas, y posteriormente a España. La idea es volver a Lasarte-Oria, su municipio de nacimiento y donde viven sus tres hermanos.
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Hace varios días el lasarterra de 56 años recibió la llamada que llevaba esperando desde hace un mes, cuando lanzó a través de EL DIARIO VASCO un SOS desesperado para poder huir del infierno de la guerra. «Se pusieron en contacto conmigo desde la embajada de España desde Varsovia para comentarnos la posibilidad de salir», escribe el guipuzcoano desde una habitación de un centro de la Cruz Roja en Mykolaiv, a 40 kilómetros de Nueva Odessa.
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Es la primera parada de la operación de evacuación que se ha iniciado a las ocho de la mañana, cuando han abandonado la que ha sido su cada desde hace casi una década. Hasta entonces vivían en Navarra, que es donde nacieron Unai y Ander, de 11 y 9 años rsepectivamente. Diana tiene 18 años y es hija de Ana, y los pequeños Mireia e Ian, de 7 y 5 años, nacieron ya en Ucrania. «El momento ha sido muy duro porque dejas ahí tu vida, que se queda reducida a una mochila, pero estoy contento por mis hijos», relata el guipuzcoano.
Les ha recogido una furgoneta de la Cruz Roja y con ellos viajan también las mascotas de la familia, dos spitz enanos. No iban solos. «Hemos viajado con más personas, ninguna española. He visto caras de mucho tristeza», cuenta Rodríguez, que se confiesa «muy tocado» por toda la situación. A Mykolaiv, pretendida pieza clave por las tropas del Kremlin para hacerse con el mar Negro, han llegado en poco más de una hora de trayecto. «¿Que qué hemos visto por el camino? Mucha destrucción y muchos vehículos militares».
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Les han llevado directamente a un centro de la Cruz Roja en una zona de la ciudad «que ha sufrido poco. Por la ventana veo una especie de barricada y ha sonado la alarma de alerta, pero ha parado enseguida», cuenta.
Los niños están «muy ilusionados. La verdad es que lo han pasado muy mal, ha habido momentos tremendos», recuerda el lasarterarra. En estas semanas se han tenido que acostumbra a dormir en el semisótano de casa, convertido en refugio doméstico, o salir corriendo al bosque más cercano, «porque era el sitio más seguro». Han tiritado con temperaturas por debajo de cero porque los continuos cortes del suministro eléctrico impedían encender la calefacción, y casi se han olvidado del sabor de la leche o de los lácteos. También han aprendido, muy a su pesar, a distinguir el sonido de los distintos misiles.
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Iñaki y su familia pasarán el día en el centro de la Cruz Roja y si las previsiones se cumplen este sábado serán trasladados a Odessa, «y la intención es conducir a la frontera con Hungría, pero el itinerario puede cambiar en función de la situación». El guipuzcoano prefiere ir día a día y no pensar demasiado en el futuro que les espera. «Lo primero es intentar salir de la zona de riesgo. Nos da vértigo pensar en el futuro, no sé lo que pasará», cuenta.
En Gipuzkoa, los hermanos de Iñaki llevan cinco semanas viviendo pendientes del móvil, «por si nos llega algún whatsapp», relata Rosa, que como Karmele y Antonio reside en Lasarte-Oria. Las noticias que han recibido este viernes les han aliviado, y aunque aún persiste la incertidumbre, «estamos muy contentos, sobre todo por los niños».
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