Los agricultores exigen un acuerdo urgente para evitar el descalabro del sector. AFP

El águila y el dragón, condenados a entenderse

Guerra arancelaria ·

El amateurismo temerario de Trump y su equipo lleva la crisis con China a un punto muerto de negociación que corre el riesgo de enquistarse. Pekín tiene las tierras raras, pero su talón de Aquiles es la soja y el dólar

Sábado, 25 de octubre 2025, 18:11

En el mundo de la diplomacia se suele decir que Estados Unidos juega al póker y China al Mahjong. Uno busca jugadas de efecto y ... victorias rápidas, mientras que el otro piensa a fondo sus movimientos y configura sus estrategias con la vista puesta a largo plazo. Luego están Trump y su equipo. En el contexto de la guerra comercial de las tarifas con el gigante asiático, el socio comercial de EE UU más importante del mundo, el amateurismo temerario del magnate y sus secuaces ha llevado la crisis a un punto muerto de negociación que corre el riesgo de enquistarse en una dura guerra fría. Pese a que las conversaciones a puerta cerrada de los últimos meses parecían avanzar favorablemente, con el ofrecimiento de Pekín de un importante paquete de incentivos financieros a cambio de la reducción de las restricciones comerciales, no ha habido acuerdo.

Publicidad

Las maniobras orquestadas por Washington para aislar al rival asiático, como la confiscación por parte del gobierno holandés de la empresa China Nexperia, no han gustado a Pekín. Y con la paciencia agotándose, ha dado un golpe sobre la mesa y ha anunciado la suspensión de sus importaciones de soja de Estados Unidos, y las restricciones a la exportación de sus minerales de tierras raras, esgrimiendo las mismas razones de seguridad nacional que la Casa Blanca.

El gigante asiático, el mayor comprador de la soja estadounidense, con una cuota de más del 60% del total de las exportaciones, suspendió sus importaciones en septiembre, enviando un mensaje alto y claro a la amenaza de Washington de reimponer tarifas del 100% a principios de noviembre. Un paso que ha alarmado a los agricultores de soja del Medio Oeste estadounidense, quienes a medida que se acerca la cosecha de otoño ven 1,7 millones de toneladas métricas estancadas en sus almacenes. Un desastre económico cuyo efecto dominó golpearía a todo el sector de la industria en la región.

En un intento de recular, hace una semana Trump se apresuró a señalar que los aranceles del 100 por cien que había propuesto a China a partir del 1 de noviembre eran «insostenibles», enviando otra vez un mensaje contradictorio y de incertidumbre a los mercados. «Tengo muy buena relación con el presidente Xi», dijo a la prensa, dejando entrever una oferta de reducción de aranceles, pero con condiciones: «También tienen que darnos algunas cosas». 'Cosas' que incluyen la compra de la soja estadounidense, la reducción del flujo de ingredientes de fentanilo y el fin de los límites a los minerales de tierras raras, esenciales en la fabricación de alta tecnología.

Publicidad

La cosecha de este años seerá buena. AFP

El secretario del Tesoro, Scott Bessent, secundó la comedia de errores tratando de proyectar una posición de fuerza en respuesta al jaque chino, acusando al principal negociador de Pekín, Li Chenggang, de «desquiciado» en una entrevista en 'Financial Times'. Viéndose quizás reflejado, Bessent acusó al gobierno de «estar separando a China de la economía mundial» y de que sus restricciones comerciales «reflejaban ansiedad por su debilidad económica». Añadía así más intensidad a la ya fracturada relación de Washington con su socio comercial clave al que se empeña en definir como enemigo. Con todo, Trump confiaba en hacer sonreír a Xi Jinping en su reunión en Asia que tendrá lugar el jueves.

Una historia que se repite

Con todo, el equipo del magnate parece haber aprendido poco de la primera edición de guerra tarifaria contra China incitada durante su primera administración. Una ronda que llevó al hundimiento de las exportaciones de soja estadounidense de 14.000 millones de dólares en 2016 a 3.100 millones en 2018. Y, como cabía esperar, Pekín repitió el boicot a la soja a finales de mayo en respuesta a la nueva imposición de aranceles de Trump a las importaciones chinas. «¿Quién puede sorprenderse? Es una repetición de Trump 1.0», señala Marc Busch, asesor de comercio de la Oficina Comercial y del Departamento de Comercio entre 2012 a 2018, y profesor de diplomacia empresarial internacional en la Universidad de Georgetown. «[Los chinos] No necesitaban el Día de la Liberación ni los aranceles al fentanilo para apresurarse a adoptar este manual; ya se utilizó abundantemente en la primera administración Trump y tuvo gran efecto».

Publicidad

La amenaza

Trump anunció unos aranceles del 100% para el gigante asiático a partir del 1 de noviembre

Los agricultores del corazón agrícola estadounidense, Illinois, Iowa, Minnesota e Indiana, que ayudaron a reelegir a Trump en 2024, se sienten profundamente preocupados por cómo afectarán los nuevos aranceles al sector. El presidente de la Asociación Estadounidense de la Soja, que representa a 500.000 agricultores en todo el país, Caleb Ragland, ha enviado cartas al presidente rogándole que cierre un acuerdo con China. «Cuanto más nos adentremos en el otoño sin llegar a un acuerdo, peores serán las repercusiones para el sector», advirtió la Asociación. Muchos como Ragland, de 38 años, de Magnolia, Kentucky, son descendientes de una larga línea de agricultores que se remonta a 200 años atrás, y votaron por Trump en 2016, 2020 y 2024. Ahora su futuro está en manos del presidente.

China ha absorbido históricamente más de la mitad de las exportaciones de la soja estadounidense el 45% el año pasado, unos 12.600 millones de dólares. En 2025, las exportaciones de esta leguminosa de Estados Unidos al país asiático han caído a 218 millones de fanegas, frente a los 985 millones de 2024. Pekín busca desde 2018 diversificar sus importaciones de países como Brasil, que solo en septiembre crecieron un 51.4% respecto al ejercicio anterior, 7,25 millones en total.

Publicidad

Con el aumento del nivel de vida, la demanda de soja para consumo de la población se ha incrementado significativamente en China, que solo en septiembre alcanzó 12,87 millones de toneladas métricas, el segundo nivel más alto registrado, en el marco de una demanda anual estimada entre 100 y 105 millones de toneladas métricas.

La imperiosa necesidad de importación de este alimento del país asiático es uno de sus puntos de dependencia más importantes. El otro es el dólar: China posee buena parte de la deuda pública estadounidense, y por eso le concierne la salud de la divisa. Pero aún más importante es el monopolio que EE UU posee del sistema de pagos de comercio de la economía global . Una herramienta que ya ha utilizado en el pasado para impedir el comercio de países a los que impone sanciones. Así las cosas, Trump y Xi parecen estar condenados a entenderse.

Publicidad

La reacción

China, el mayor comprador de la soja de EE UU, suspendió en septiembre sus importaciones

Pero si la atención pública se ha centrado en el golpe que el boicot a la soja representa para la economía agraria estadounidense, las restricciones de China a la exportación de las tierras raras suponen un jaque directo al corazón de su hegemonía militar. China tiene el monopolio global de las tierras raras, los minerales imprescindibles para la tecnología avanzada que incluye teléfonos móviles, vehículos eléctricos EV, tecnología médica y verde, y aún más crucial, tecnología militar. Sin tierras raras no se pueden fabricar los láseres, los cazas de combate F-35, los sistemas de guiado de misiles como los Tomahawk, la tecnología de radar, drones y vehículos militares. En corto, el Ejército norteamericano no puede funcionar.

Un agricultor de Illinois muestra las semillas de esta leguminosa. AFP

Washington ha intentado reducir su dependencia de los minerales chinos intensificando la búsqueda de yacimientos alternativos en el mundo. Por ello esta semana Trump firmó un acuerdo de cooperación con el primer ministro australiano, Anthony Albanese, que incluye una inversión combinada de 2.000 millones de dólares durante los próximos seis meses en proyectos de minería y procesamiento en ambos países. Además de la compra de submarinos de propulsión nuclear, que también llevan minerales raros, para contrarrestar la influencia de China en la región del Indo-Pacífico. Un parche a una situación de largo plazo teniendo en cuenta que el proceso de extracción y refinamiento de los minerales es complejo y lleva años.

Noticia Patrocinada

Dependencia

Las restricciones chinas a la exportación de tierras raras atacan la hegemonía militar estadounidense

En el mejor escenario, el paso tendría un efecto muy limitado en erosionar el dominio de China, que controla casi el 60% de las operaciones mineras de tierras raras, y el 90% de la producción global. Además, domina más del 85% de la capacidad de procesamiento y más del 90% de la producción de imanes permanentes del mundo. En caso de encontrar competidores, China podría jugar con la reducción de los precios de los minerales.

Trump inicia la próxima semana una gira por Asia, y el jueves se encontrara con Xi Jinping en una cita en la que ambos se juegan mucho. Lo que pueda pasar es impredecible.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete los 2 primeros meses gratis

Publicidad