Un año sin fin con la vida en suspenso
El 14 de marzo de 2020 entró en vigor un estado de alarma para tratar de vencer a un virus que deja 3.912 muertos en Euskadi y una rutina robada con limitaciones aún vigentes. Toca renacer de esta tragedia, pero ¿cuándo?
arantxa aldaz/melchor sáiz-pardo/álvaro soto
Domingo, 14 de marzo 2021, 07:52
Las calles y paseos rebosantes de gente parecían ayer casi ciencia ficción. Defectos que deja un año de pandemia. Es más fácil hoy ... imaginar una ciudad apocalíptica que la algarabía de las noches de verano, las fiestas adolescentes de todas las primeras veces, las reuniones familiares en mesas ensambladas que había que pedir prestadas de casa de los vecinos, los viajes, la nostalgia de volver al pueblo familiar, los pisotones en conciertos, los besos, los abrazos, las sonrisas. Aquel 14 de marzo de 2020 dejó en suspenso la vida y un año después todavía queda pendiente renacer de esta tragedia a la que se le pueden añadir todos los adjetivos que uno quiera: sanitaria, económica, mundial, familiar, personal... El coronavirus continúa desdibujando la rutina, con restricciones aún vigentes y una pregunta sin resolver: ¿Hasta cuándo?
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En todo este tiempo, un año sin fin, ha quedado marcado a fuego el confinamiento domiciliario decretado por el Gobierno de Pedro Sánchez. En Moncloa, para dar argumentos a los supersticiosos, se atreven incluso a fijar la hora exacta en la que en España cambió todo para siempre. Fue el viernes 13 de marzo de 2020 a las 13.00 horas. En ese preciso instante llegaron a la Presidencia del Gobierno los últimos informes epidemiológicos del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES) que certificaban que la pandemia no solo había entrado de lleno en el país, sino que estaba totalmente desbocada. En menos de 24 horas los infectados detectados habían pasado de 2.968 a 4.209. Y la cifra, que sin duda estaba subestimada por la falta de test, crecía cada minuto. Ese mediodía, dicen en el Gobierno, Pedro Sánchez tomó la que posiblemente sea la decisión más difícil de su carrera y, probablemente, una de las más duras que haya tomado nunca un jefe del Ejecutivo en España: declarar el estado de alarma para paralizar el país casi por completo.
Cronología del estado de alarma
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9/3/2020.
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10/3/2020.
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11/3/2020.
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12/3/2020:
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13/3/2020. Estado de alarma: El Gobierno anuncia que declarará el estado de alarma el sábado. Madrid y Galicia se adelantan al Ejecutivo central y cierran todos los comercios salvo farmacias, alimentación y kioskos
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14/3/2020.
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15/3/2020:
Aquel fatídico viernes 13, Sánchez, además de anunciar la aprobación del estado de alarma para el sábado, había dado un giro radical, abandonando cualquier atisbo de optimismo, y preparaba a España para lo peor: «No cabe descartar que alcancemos los 10.000 afectados la próxima semana». Se quedó muy corto. Para el domingo 22 de marzo el país ya rozaba los 30.000 casos declarados.
El cierre de los colegios
En Euskadi, la alarma se activó con los dos primeros casos positivos confirmados un 28 de febrero. La escalada se aceleró y se empezaron a tomar las primeras medidas restrictivas, como las limitaciones de visitas en residencias que luego terminarían por cerrarse por completo al exterior. Dos días antes del estado de alarma, el 12 de marzo, se decretó el cierre de los colegios vascos. El cerrojazo total esperaba a la vuelta de la esquina.
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Así, el sábado 14 de marzo, en el tercer Consejo de Ministros de la semana y tras siete horas de debate, el Ejecutivo aprobó la restricción de movimientos y actividad laboral más dura de la historia reciente de España. El país, con más de 5.700 infectados y con 193 muertos, era para entonces, después de Italia, el epicentro de la pandemia en Occidente, cuando el fin de semana anterior había permitido manifestaciones multitudinarias o partidos en estadios repletos.
El domingo 15, las calles presentaban ya las imágenes fantasmagóricas que figurarán para siempre en los libros de historia. Había acabado una semana trepidante, de titubeos, golpes de timón y decisiones trascendentales y empezaba una época de restricciones que, con diferentes graduaciones, un año después sigue vigente.
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En un inicio, iban a ser dos semanas de confinamiento que se alargaron hasta casi los dos meses, cuando se empezó la desescalada. Las nuevas olas de contagios sepultaron aquella 'nueva normalidad', hasta hoy. Arañar paseos bajo el sol o viajar al otro lado de la autopista, como este fin de semana de libre movilidad dentro de Euskadi, resultan a estas alturas toda una conquista de las pequeñas cosas.
Con los hospitales colapsados hace un año, la vida, salvo para los trabajadores esenciales, quedó encerrada entre las cuatro paredes de las casas, donde se improvisaron oficinas, colegios, patios de recreo, pistas de circo, talleres de manualidades, gimnasios, peluquerías... Aquel insólito encierro deja todavía un impacto emocional que los expertos advierten tardará en curarse.
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Hoy también es 14 de marzo, pero ya no se sale a las ocho de la tarde a aplaudir a los balcones, la iniciativa que nació para rendir homenaje a los sanitarios y que terminó siendo el punto de encuentro entre vecinos, los cinco minutos de escape al aislamiento. Sonaba por los altavoces vecinales el 'Resistiré', y resistimos. Otra cosa es la factura que la pandemia está dejando. En Euskadi, hasta la fecha, 3.912 personas han muerto por culpa del Covid-19. En España, ese balance crece hasta los 72.258 decesos, nombres y apellidos detrás de las cifras, con familias rotas de dolor y de impotencia cuando nadie podía ni siquiera despedir a los suyos.
Además de esas pérdidas, el peor bagaje, el que más pesa hoy, es el de acabar acostumbrándose al paisaje extraordinario, a los grupos burbuja, a llevar mascarilla, al lenguaje sanitario de las PCR, a regresar a casa con toque de queda. Incorporados esos cambios a la rutina, sigue siendo necesario recordar que deben ser estos todavía tiempos de irrealidad, porque la realidad es otra y tendrá que volver a conquistarse. Con prudencia y con la esperanza de la vacuna.
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La carrera científica
Este largo año de pandemia también ha demostrado la capacidad sobrehumana de combatir un virus desconocido desde los hospitales, las residencias, las ambulancias, desde detrás del mostrador, desde la caja del supermercado, al volante de un autobús. La lucha contrarreloj para dar con una vacuna eficaz –en Europa ya se están inoculando tres fármacos y se ha aprobado el cuarto– debe sobresalir también como una de las victorias científicas que han sido posibles.
La crisis económica derivada de la sanitaria pesa y pesará durante tiempo. Uno de los primeros efectos del cierre de la actividad económica –salvo la esencial– fue la avalancha de ERTEs y el aumento del paro. El País Vasco tiene en estos momentos, con datos de enero, un índice de desempleo del 12,2%. Pero la situación por territorios es muy dispar y mientras Bizkaia y Álava superan el 13% –en concreto el 13,2% la primera y el 13,5% la segunda– Gipuzkoa cuenta con una tasa de paro mucho más baja y cerró el primer mes de este año precisamente con un 10%. Los 34.975 parados del primer mes del año registrados en nuestro territorio suponen 3.888 más que un año antes (12,51%).
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La incertidumbre sobre cómo será el futuro más cercano plantea un sinfín de interrogantes. De momento, la evolución de la pandemia obliga a avanzar con extrema prudencia. Después del impacto de la Navidad, no se quiere volver en el mismo error para Semana Santa. El primer ensayo ha sido la libre movilidad entre territorios, pero nadie se atreve a adivinar más allá.
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