Diego Valero | Experto en economía conductual
Ante la pérdida de poder adquisitivo y el aumento de la cesta de la compra, el experto en economía conductual Diego Valero transmite que los gastos «superfluos» nos son más difíciles de eliminar
Diego Valero es experto en economía conductual, campo que estudia el comportamiento que tenemos a la hora de tomar unas decisiones financieras que son cada ... vez más relevantes en una época de pérdida de poder adquisitivo.
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– ¿Cómo actuamos ante el aumento de la cesta de la compra?
– El impacto de la subida general de precios dificulta ciertas reacciones. Normalmente tendemos a quitar cosas más importantes pero que son menos difíciles de eliminar, como la alimentación o el salir menos. Todos en general tenemos suscripciones a plataformas u otros servicios y no es lo primero de lo que nos desprendemos. Cuando los precios suben y rozamos el nivel de poder soportar los costes mensuales, la reducción no viene por algunos de esos gastos más superfluos sino por los que pueden afectar a la calidad de lo que comemos. ¿Por qué? Suscribirte es muy fácil, pero quitarte es más complicado.
– ¿Se puede marcar un antes y un después en esta subida?
– Desde el Covid todo se ha puesto patas arriba. En los primeros meses de pandemia hubo un incremento de ahorro obligatorio y al acabar el confinamiento el aumento del gasto fue desaforado por una reacción emocional a una situación de pánico y de miedo. 'Hemos superado esto, vamos a vivirlo a tope. Carpe diem'. El consumo subió mucho de forma espontánea y a eso se le unió la crisis económica post-Covid, la que derivó de la escasez de materias primas y de los problemas logísticos porque China cerró todo. Y la guerra de Ucrania. Ha sido la tormenta perfecta.
– ¿Se ha rebajado esa euforia?
– Ahora los precios parecen un poco más controlados, pero la inflación mide el incremento de precios entre un periodo y otro y lo que no tenemos en cuenta es que antes de este 3% actual han subido mucho los precios y que estamos ante una subida adicional. Eso ha resultado en una pérdida de poder adquisitivo y en una sensación de miedo y desorientación. Parece que la expansión de euforia posterior al Covid nos la han hecho pagar muy cara y cuando una vez alcanzas un determinado estatus cuesta mucho rebajarlo. La expansión de euforia no ha seguido creciendo, pero se ha mantenido. Y lo podemos ver en restaurantes, teatros y espectáculos. Está todo lleno.
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– ¿Es una época en la que se nos hace más difícil ahorrar?
– Sí. El incremento del coste de la vida en general no está igualado con el aumento de la renta disponible. Por otra parte está la propia cuestión psicológica. Todos preferimos un goce inmediato que uno a futuro, aunque vaya a ser mayor. Y el ahorro consiste en esto último, es un consumo en diferido pero la gente sigue prefiriendo el inmediato. El efecto del Covid sigue metido en nuestro cerebro.
– ¿Recomienda ver plasmado en algún lugar lo que gastamos?
– Es muy importante que seamos conscientes de nuestros gastos, porque muchísimos de ellos son esos que llamamos gastos hormiga, que pasan desapercibidos pero que si los sumas todos resulta que pagas 100 euros. Todos nos quedamos con las grandes cifras del alquiler o la hipoteca, el 60-70% del gasto, pero el resto nos pasa por delante de las narices sin darnos cuenta. Hay que intentar que todos los procesos que son automáticos pasen a un estado reflexivo.
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– ¿Alguna recomendación?
– En las compras online, respirar profundamente tres veces antes de darle al botón.
«Nos quedamos con las grandes cifras del alquiler o la hipoteca, pero los gastos hormiga nos pasan por delante de las narices»
– ¿Qué efecto tiene la pérdida del dinero en efectivo?
– Es pernicioso a la hora de ahorrar. Antes el consumo tenía asociado el dolor de entregar el billete o las monedas. Te hacía ser consciente de que reducía tu capacidad de compra, pero ahora en el instante de comprar no sufres el dolor de pagar y no hay ningún freno al consumo.
– ¿El peso que tiene el entretenimiento en nuestro gasto ha aumentado la última década?
– El entretenimiento de ahora es mucho más fácil de conseguir y también mucho más caro. Hay de muchísimos tipos, no hace falta salir de casa y es facilísimo suscribirse a cualquier cosa. No es inhabitual que haya gente que esté en tres-cuatro plataformas aunque la capacidad de aprovechar todo el contenido que ofrecen sea imposible, y ese gasto no lo asocias al que tiene ir a un teatro, al cine o a un concierto.
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– Antes también había suscripciones como al Círculo de Lectores o a los fascículos de los kioskos. ¿Qué ha cambiado?
– Que el acceso es mucho más fácil y que había menos fidelidad. Ahora existe una palabreja de esas que se ha puesto muy de moda, el 'Fomo' (Fear Of Missing Out), el miedo a perderse algo. Suele pasar que estés con amigos, hablen de una serie, preguntes dónde la echan y sea justo la que no tengas. Crea una sensación de que tengo que tener de todo por si acaso, no me vaya a perderme cosas que otros están haciendo. Ese comportamiento de manada, que en ciencias del comportamiento llamamos norma social, es mucho más fácil con los medios actuales.
«Respirar profundamente tres veces antes de darle al botón para que lo automático pase a un estado reflexivo»
– Esa norma social, ¿se evidencia en el fenómeno de comprar entradas para conciertos con más de un año de antelación?
– Nos empujan a algo que es maravilloso para el que vende, pero terrible para el que compra. Tiene mucho que ver con el efecto manada, con el no querer perderte las cosas y con lo fácil que es hacer la cola desde el sillón de casa. No sabes qué va a pasar dentro de un año, pero las compras y además se agotan. Llevarlo todo al terreno virtual hace que la realidad sea distinta. En lugar de dar un pasito cada 10 minutos van pasando cosas y de repente te dicen: 'ya puede entrar'.
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– Seguro que ha escuchado la frase de adultos de 'cuando era joven y tenía que ahorrar para comprar un piso, no me iba de viaje y no salía de fiesta cada semana'. ¿Qué le dice esa frase?
– Que tenían razón en su momento. Ahora lo que te dicen los jóvenes es 'para qué si aunque no me vaya de viaje me voy a poder comprar la vivienda'. La vida hace unos cuantos años era más difícil que ahora, pero sí había posibilidad de que familias que trabajaban pudieran, ahorrando, adquirir una vivienda. De hecho, el 90% de los mayores de 65 años tienen vivienda en propiedad. Y eso ahora es muy complicado. Por eso en esa disyuntiva, tratar de inculcar el ahorro se hace mucho más difícil: ¿para qué? Defiendo el ahorro, pero entiendo que cada vez es más difícil.
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