Iñaki Oria observa el agujero que el agua dejó en su habitación principal. Lobo Altuna

«Seguimos limpiando y todavía sale barro»

Desastre. ·

Los vecinos afectados por las inundaciones de hace un mes continúan con las labores en sus hogares y terrenos y piden que se aceleren las indemnizaciones

Martes, 15 de julio 2025, 00:00

El tiempo no espera a nadie. Sigue avanzando, día tras día, pero no lo ha hecho de la misma manera para todos los guipuzcoanos desde ... el pasado 13 de junio. Algunos siguen estancados en aquella noche, así como también lo están sus casas, jardines, huertos y enseres valiosos que siguen teñidos de marrón, como una huella imborrable de la tromba de agua que todo lo barrió hace un mes. Nadie esperaba que lloviera con tanta fuerza, ni que el agua corriera de una manera tan violenta hasta destrozar las paredes de sus hogares o echar a perder los años de dedicación a sus terrenos. Porque sí, han pasado 30 días, pero los trabajos de limpieza no ha cesado. Tampoco lo han hecho las quejas de los afectados, que exigen «soluciones» para que estas situaciones no se repitan. Principalmente, mantener limpios arroyos y montes para minimizar los daños en la siguiente tromba. Porque el agua, recuerdan, en semejantes cantidades siempre busca su sitio.

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  1. Iñaki Oria Caserío Unanubieta, Zaldibia

    «Necesitamos soluciones, porque se volverá a repetir»

El caserío Unanubieta, en Zaldibia, no luce igual que hace treinta días. Ni mucho menos. La montaña formada por ropa, muebles y objetos varios que la familia de Iñaki Oria separó con el único fin de desechar -«porque han quedado inservibles»-, ya no está. Fue de lo primero que se encargaron. También de limpiar a fondo las salas más afectadas de su vivienda: la habitación principal, la cocina y el establo; todas en la planta baja. Ahí el problema. Y es que «el suelo de esta parte de la casa está por debajo del nivel del arroyo que bordea el caserío», cuenta Iñaki. El beasaindarra lleva años tratando de llegar a un acuerdo y realizar una obra que solucione los problemas de seguridad que sufren en el caserío. «Hasta ahora no obtenemos respuesta», señala. Tampoco lo han hecho por parte de los seguros. «Han venido a valorar los daños, pero seguimos igual».

«Ha sido un mes de mucho trabajo físico. Eso no me preocupa», explica Oria, que se encontraba limpiando y adecentando su parcela antes de atender a este periódico. «Todavía sale barro», añade en tono jocoso. El beasaindarra mira al monte que se encuentra detrás de Unanubieta, por donde comenzó a llegar el agua el pasado 13 de junio. Sigue recordando «el ruido, la fuerza con la que llegaba». Fue tal la intensidad que parte del muro que acota el arroyo fue derribado y que varias piedras de un pequeño puente que une una zona de huerta con otra, fueron arrancadas.

Pero sin duda, donde más se cebó el desastre fue en el interior de la casa. Lo que durante días fue un lodazal oscuro ha vuelto a parecer un establo. Las marcas de hasta donde llegó el agua, que superan con facilidad el metro de altura, siguen ahí. De manera similar, el gran agujero que el agua dejó a su paso entre la habitación principal y una de las paredes del pasillo, continúa intacto. Eso sí, ahora lo tapa un gran armario que, aunque también se vio afectado por la tromba y llegó a perder una de sus puertas, Iñaki ha logrado volver a recomponer y recolocar donde siempre ha estado, prueba de que, poco a poco, las cosas vuelven a la normalidad en el caserío. «Pero todavía queda mucho por delante, y estoy seguro de que lluvias y días como el del 13 de junio se volverán a repetir pronto», alerta Oria, con cierta indignación.

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  1. Dámaso Zubeldia Altzo Azpi

    «Intentamos hacer vida normal, cuando no se puede»

Las marcas del lodo siguen visibles en la casa de Dámaso Zubeldia, en Altzo. Lobo Altuna

Muchas de las viviendas afectadas por las lluvias del 13 de junio tienen algo en común: la ladera de un monte cerca y una pendiente que hace de la localización de la casa una zona vulnerable y expuesta. El hogar de Dámaso Zubeldia, en Altzo, se suma a esta lista en la que se acumulan los desperfectos pero, sobre todo, recuerdos destrozados. En su caso, las memorias de toda una vida y la banda sonora que le ha acompañado desde los 18 años. «La tele, que está rota, se puede arreglar. Las reformas de la casa también, ya llegarán, pero esto... No tiene precio. Es lo que más me ha dolido», admite el altzotarra en referencia a su extensa colección de vinilos, ahora destrozados. 30 días después, Dámaso sigue «intentando hacer vida normal, cuando no se puede», cuenta entre resoplos. «Todavía no se ha hecho la tasación de los daños... pasó el perito, y aquí seguimos, esperando alguna respuesta. Hasta entonces, está todo en nuestras manos: sacar, limpiar y tirar todo».

A lo largo del camino por carretera entre diferentes localidades del interior de Gipuzkoa todavía se pueden apreciar pequeños destellos de lo que dejó el desastre. Desprendimientos, trabajos de limpieza llevándose a cabo y rastros de piedras y ramas. Precisamente, estos escombros son la respuesta a cómo las lluvias provocaron daños de tal magnitud por el territorio. «Si no se limpian los ríos, los arroyos, los montes... se amontonan los residuos y cuando llueve como lo hizo el día 13, el paso del agua se tapona, lo que hace que busque nuevas zonas por las que continuar su camino. Y pasa lo que pasa», señalan los vecinos.

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  1. Ángel Artola Alegia

    «Si no se encargan de limpiarlo no valdrá de nada»

Ángel Artola señala a la boca del riachuelo que, por tanto escombro acumulado, dejó de tragar agua. Lobo Altuna

Ángel Artola lleva el último mes con tareas de limpieza de su terreno y de arreglo de su huerta, que se llevó la peor parte de la faena el pasado 13 de junio. ¿El porqué? «Esto está en pendiente», lo que hizo de la zona el lugar perfecto para el paso del agua, que bajaba desde la ladera con fuerza hasta que se 'comió' todo lo sembrado por Ángel. «He estado trabajando como he podido», asegura, en referencia a cómo ha tenido que estar «pasando la máquina» excavadora, que hace la tarea más sencilla. El cauce del riachuelo subió sin precedentes, provocando una corriente de ramas, piedras y residuos que «taparon la boca del río y dejó de tragar. El agua entonces se coló por este otro camino hasta que arrancó toda la huerta», señala. «Fue una faena, un destrozo. Y limpiar es una solución temporal, todo esto volverá a caer la siguiente vez», critica mientras apunta a los residuos apilados en la ladera. «Si no se encargan de limpiarlo, no valdrá de nada», critica.

  1. José Carrera Carrocerías Olalde, Amezketa

    «El agua arrastró varios coches que iba a arreglar»

José Carrera observa los coches que fueron arrastrados desde su taller, donde iban a ser arreglados, hasta un hoyo. Lobo Altuna

Una «gran impotencia». Así resume, José Carrera, al frente de Carrocerías Olalde en Amezketa, la frustración generada por el desastre más reciente. Lo peor no es el pequeño muro de piedra que el agua derribó, es que la fuerza era tal que «arrastró varios de los coches que teníamos para arreglar, hasta amontonarlos en un agujero que hay más abajo». Entre estos, una Volkswagen California. «Eso es lo peor de todo», suspira José, que añade que «hace unos años se nos quemó todo por un incendio, ahora esto...». Las cosas se le complican y la ayuda no llega. «Esta semana ha venido el Consorcio de Compensación de Seguros... Yo creo que parte de los costes de limpieza sí me cubrirán, pero lo peor es lo de los coches», resopla Carrera.

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