«Llevo desde los 14 años en la mar y nunca había vivido algo así»
Rubén Pita.El pasado 9 de febrero, el barco 'María Reina Madre' se hundía cerca de la costa guipuzcoana y su patrón aún se recompone del «trago. Al final te quedas con la satisfacción de que a la tripulación no le pasó nada»
P
udo ser una tragedia, pero la rápida reacción del patrón del 'María Reina Madre' y los marineros lo impidió. El pasado 9 de febrero, esta embarcación, con bandera francesa y casa armadora de Burela (Lugo), naufragaba a 9 millas de Pasaia, tras rescatar ilesos a sus 14 tripulantes. El hundimiento de este palangrero en la costa guipuzcoana dejó impactantes imágenes, y su patrón, Rubén Pita, aún las tiene grabadas «a fuego». «Lo pasamos muy mal, a pesar de que las condiciones de la mar eran buenas. Nunca me había pasado nada parecido a lo que vivimos aquel día, nada como aquello y eso que soy patrón veterano, desde los 17 años, y llevo en la mar desde los 14», afirma este hombre durante la entrevista. Acaba de llegar a Donostia y, aprovechando la visita, nos cita en el muelle de San Juan para la foto. «El Puerto de Pasaia –donde fueron rescatados– no lo pienso pisar en mucho tiempo. Me cuesta mucho volver ahí», admite, deteniéndose en la portada del periódico de aquel 10 de febrero.
En la imagen, el 'María Reina Madre' se hunde en aguas del Cantábrico por la popa. Horas más tarde se iría a pique y con él, toda una vida ligada a esta embarcación. «Era mi primer barco como armador. Antes fue de mi padre, que estuvo más de 50 años. Llevaba el nombre de mi abuela. La mar te lo da todo: lo bueno y lo malo», relata con empuje de superviviente.
Una máquina de 25 metros de eslora y 7 metros de ancho que guardaba la memoria de marineros de mucha mar y poca tierra. La mayoría de las capturas estaban enfocadas a la merluza en la zona de Francia y de Gran Sol, uno de los caladeros más peligrosos, aunque Rubén lo resume como «un mar más. Hay mal tiempo, sí, más de 7 metros de ola y vientos de 50 hasta 70, pero también lo hay aquí a veces».
En ese momento no pensé en mí. El miedo es por la gente que va contigo y que estén tranquilos
Aquel día, la mayoría de la tripulación estaba durmiendo en sus camarotes. Eran las 8.00 de la mañana y querían estirar el sueño media hora más, porque no era día de faena. Navegaban con el barco pertrechado para salir pero tenían que pasar antes la revisión en el Puerto de Pasaia, cuando los gritos del patrón les despertaron. Una vía de agua había entrado por la zona de máquinas. Con lo puesto, algunos de ellos descalzos, salieron corriendo. El agua había alcanzado algunos camarotes y el barco comenzaba a escorarse. Intentaron solucionarlo, pero tan pronto vieron que resultaba inútil alertaron a Salvamento Marítimo.
Los trece tripulantes saltaron al bote salvavidas para esperar el rescate. Rubén relata cómo se quedó a bordo hasta que llegaron las emergencias con la esperanza de poder salvar su buque, pero tuvo que desistir. Seis horas después, a las 14.30, el navío se fue a pique.
Mantener la calma
El honor del mar manda que el capitán debe ser el último en abandonar el barco, tras asegurarse de que todos los demás ocupantes están a salvo. Rubén no dudó en dar prioridad a su tripulación. Pero no aplaude heroísmos. «En ese momento no pensé mucho en mí. El miedo es por la gente que va contigo. Es complicado dominar a catorce personas, tenerlos tranquilos, que se pongan los trajes (de agua) y que hagan lo que tú mandas, fue un trago bastante complicado. Cada uno tiene su carácter y no sabes cómo van a reaccionar. Tienes que tener un temple excepcional. Yo tuve la suerte de que la gente desde el primer momento me hizo caso. Aunque tuve miedo, sobre todo por uno, que era el cocinero, porque tenía problemas de corazón y temí que le diera un infarto, que le pasara algo y que se complicara la historia», cuenta este hombre sentado en un noray del puerto mientras posa para la foto.
Afortunadamente los 14 marineros fueron trasladados al Puerto de Pasaia, sanos y salvos, aunque con el susto en el cuerpo, conscientes de lo cerca que habían estado de la tragedia. «De hecho es algo que no te pasa factura en el momento sino cuando ya estás en casa tranquilo y te das cuenta de todo lo que perdiste. Pero al mismo tiempo con la satisfacción de que a tu gente no le pasó nada. Al final es con lo que te quedas».
Al estar ya en casa te das cuenta de todo lo que perdiste. Es entonces cuando te pasa factura
Este hombre se mantuvo a bordo del 'María Reina Madre' hasta la llegada de la Salvamar Orión. El pesquero tenía una gran escora a estribor y la máquina inundada «pero yo quería salvar mi barco, me quería quedar a ver lo que se podía hacer. Llevábamos mucho tiempo trabajando, era una inversión muy muy gorda. Yo era un tío con 46 años que aspiraba a todo y se me estaba nublando en el momento mi futuro, por llamarlo de alguna manera. Entonces me costó mucho dejar lo que tanto quise, todo el trabajo invertido... Mi inversión era superior a un millón de euros. Pero llega un momento en que tienes que abandonar». Su relato aún está cargado de impotencia.
Una vez en tierra, la prioridad para los responsables del pesquero y la Capitanía del Puerto de Pasaia era decidir qué hacer con el barco, que permanecía semihundido a 9 millas de allí. «Yo lo único que quería era agilizar todo lo antes posible para volver a la zona del siniestro y recuperar el barco. La capitanía Marítima de Pasajes se portó muy bien conmigo, hicimos una reunión y volvimos al lugar con una remolcadora», recuerda Rubén. El objetivo era recuperar su flotabilidad para después remolcarlo hasta el puerto. Al llegar vieron que era imposible. «Los de la mar somos un poco tercos, pero era muy arriesgado». Tuvo que ceder.
Desde entonces, Rubén no ha vuelto a faenar. «La cosa ha estado bastante parada porque esto te pasa factura, psicológicamente hablando. Ahora estoy barajando la posibilidad de comprar un barco, la cosa está bastante avanzada. Quizá a partir de enero o febrero nos pongamos a funcionar otra vez. He hablado con la tripulación y la mayoría me ha dicho que cuente con ellos para volver a trabajar juntos. Yo no sé lo que es trabajar en tierra. Cuando empecé estuve 19 días seguidos mareado», recuerda. «Es lo que me gusta y también lo que nos da de comer».
Estoy barajando la posibilidad de comprar un barco. No sé lo que es trabajar en tierra
Estar en mitad de la nada, a la suerte del mar, en aguas de extrema dureza y frente a las inclemencias del tiempo no es lo más duro para este experimentado patrón. Lo sacrificado es «no poder estar con tu familia durante meses». Cada llegada, cada despedida pesa, pero es la forma de llevar dinero a casa. «Pasarte 4 o 5 meses sin verles es muy duro, tengo una niña y dos niños gemelos, pequeños, que entonces eran recién nacidos. Era demasiado tiempo. Hasta que toqué fondo y decidí 'a la mar sí, pero cuatro meses no'. Con el 'María Reina Madre' estábamos unos 15 días. Ves a la familia, aunque sea cinco minutos, pero reconfortantes».
Su visita a Donostia no dura más de 24 horas. Tras terminar unas gestiones se vuelve para Galicia en el día, aunque se va con pena. «Tengo un cariño especial al País Vasco. Mi padre venía a hacer las famosas campañas del bocarte y yo trabajé tres años en Ondarroa. Disfruté mucho y siempre tienes esa unión», afirma, queriendo quitar el mal sabor de boca de este 2024, que «ha sido muy complicado. He perdido el barco, hay una aseguradora que te está pidiendo cuentas, tienes un banco que también te pide cuentas de crédito... Espero que el 2025 sea más relajado».
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