Maruja Bautista, María Ángeles Arrazola, Jasone Cenoz, Elena Auzmendi, Virginia Gastesi, Lucía Maté e Intza Otamendi, en Anoeta. Lobo Altuna
8M. Día internacional de la mujer

Ellas recogen el testigo

DV reúne a siete guipuzcoanas de distintas generaciones que toman el testigo para crear una sociedad más igualitaria

Patricia Rodríguez e Izania Ollo

San Sebastián

Jueves, 7 de marzo 2024

T

oman el testigo de las veteranas. De todas aquellas mujeres que cobraban menos que sus compañeros hombres; que tuvieron menos oportunidades laborales y más tareas ... en casa pero que fueron abriendo camino en favor de la igualdad de derechos, para mejorar sus vidas y las ajenas. Sin embargo, hoy 8 de marzo de 2024, «aún queda mucho por hacer» para erradicar la violencia machista, el máximo exponente de la desigualdad entre mujeres y hombres; para acabar con el desequilibrio de tareas en el hogar y en los cuidados, con la brecha salarial, la parcialidad en el empleo a la que muchas mujeres se ven obligadas, con el miedo de las más jóvenes al volver solas a casa por la noche o a que compartan sus fotos íntimas por las redes sociales.

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El repertorio de reivindicaciones es amplio y se recoge en los testimonios de cada una de las mujeres protagonistas de este reportaje. La meta aún queda lejos. «Se ha avanzado pero hay camino por recorrer, por eso tenemos que estar unidas», aseguran a coro las siete. Desde la más joven hasta la más veterana, se van pasando el testigo para no detener la marcha y seguir dando pasos hacia la igualdad.

Para hablar de lo que está por venir toman la palabra las más jóvenes, Intza Otamendi, de 18 años y Lucía Maté, de 22. Cada vez tienen más herramientas e información para impulsar el cambio y desean erradicar situaciones como las que escuchan en boca de sus antecesoras. Ambas están convencidas de que «hay cosas del pasado» muy superadas. «Tenemos la mente más abierta que antiguamente pero todavía queda mucho por hacer y por eso tenemos que seguir manifestándonos en días como hoy», afirma la donostiarra Lucía Maté.

Aunque en un primer momento no percibe discriminación ni machismo en su entorno, enseguida abre los ojos al retratar el comportamiento de sus amigas cuando llega la hora de regresar a casa por la noche. «Siempre somos nosotras las que estamos alerta y a ninguna se nos ocurre volver solas», asegura. Este «miedo» es compartido por siete de cada diez mujeres jóvenes, según el último informe del Observatorio Vasco de la Juventud, cifra que se ha duplicado con respecto a hace cuatro años, pasando del 34% al 74% de mujeres.

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La cifra contrasta con la respuesta que dan los hombres jóvenes, ya que apenas el 11,9% de ellos dicen sentir miedo al andar solos de noche.

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El reparto de las tareas domésticas es otro de los ámbitos que sale a relucir durante la conversación. «Hay hombres que no saben ni hacer un huevo frito, aunque poco a poco se va inculcando el cambio a los más pequeños, a colaborar niños y niñas por igual dentro de casa», señala Elena Auzmendi, técnico en emergencias sanitarias, que considera que «estamos a años luz en el reparto de cuidados. Casi siempre recae en las mujeres».

Y es que ¿quién recuerda a su madre descansando en el sofá mientras su padre hacía tareas domésticas? Aunque «cada vez los hombres colaboran más», coinciden, lo cierto es que hoy en día no abundan los hombres que se dediquen en exclusiva a los cuidados y al hogar o que se encuentren en reducciones de jornada. Las cifras hablan por sí solas: el 73,6% de las mujeres vascas han solicitado excedencias para el cuidado de familiares frente al 26,4% de los hombres, y casi siete de cada diez mujeres (69,5%) las han pedido para cuidar de sus hijos frente al 30,5% de los hombres. Además, solo un 9,6% de los hombres opina que la paternidad les podría afectar de manera sensible, frente al 26,1% de las mujeres ocupadas, que considera que la maternidad puede crear desigualdades de promoción, según la encuesta sobre la conciliación de la vida laboral, familiar y personal elaborada por el Instituto Vasco de Estadística, Eustat.

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En cuanto a las tareas de casa, son ellas quienes pasan más tiempo con el trapo y la fregona, concretamente 2,1 horas frente a 1,6 horas que dedican ellos. Entre las entrevistadas, aseguran que sus maridos «colaboran» en casa aunque el término en el que se expresa Virginia Gastesi dice mucho de ese desequilibrio. «Mi pareja me ayuda a destender la ropa, a fregar la cocina...», dice sin reparar en ese modelo de 'ayuda' que se reproduce en muchas familias.

La lucha por una sociedad más igualitaria no se libra solo en el ámbito doméstico. También a nivel laboral hay diferencias significativas. En Euskadi, el sueldo de una mujer con contrato indefinido alcanzaba en 2021 los 28.432 euros frente a los 35.416 euros que ganan ellos. «¿Por qué tiene que ganar más un hombre que una mujer haciendo el mismo trabajo?», se sorprende María Ángeles Arrazola, de 68 años y farmacéutica jubilada. La pregunta escuece a las más jóvenes, que «esperan» que cuando terminen la universidad no tengan que enfrentarse a este tipo de discriminación.

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En sus respectivas carreras -dos ingenierías- no observan demasiadas diferencias por sexos y sin embargo «hay algunos estudios donde sí que hay muchas más chicas que chicos, por ejemplo en Educación o Salud pero en carreras más técnicas pasa lo contrario», expone Intza Otamendi.

Antes de que María Ángeles Arrazola abriera su farmacia, «la mayoría eran hombres», asegura, si bien actualmente el colectivo es eminentemente femenino -el 80,9% de los farmacéuticos colegiados en Gipuzkoa son mujeres-. Después de jubilarse, comenzó a colaborar con la Fundación Aubixa, y observa cómo la mayoría de las personas solas a las que presta ayuda son mujeres mayores y con pocos medios -la esperanza de vida en Gipuzkoa se sitúa en los 86,2 años para las mujeres, 6 años más que los hombres-. «Muchas no trabajaban fuera de casa, dependían de los maridos», añade al tiempo que alude al 8M para seguir reivindicando derechos. «La gente joven está con ganas y fuerza para defender sus derechos».

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  1. Intza Otamendi, 18 años Estudiante de Ingeniería de Organización Industrial

    «Ante comentarios machistas ahora no nos callamos»

L. Altuna

Tiene 18 años y a pesar de su juventud, es muy consciente de lo que han peleado sus predecesoras, mujeres como su madre o su abuela, por la igualdad. Por ello no duda a la hora de salir a la calle cada 8M. «Suelo ir con las amigas a la manifestación. Es importante que sigamos manifestándonos para conseguir la igualdad real de derechos entre hombres y mujeres. Este día es un recordatorio de esa lucha», afirma la hernaniarra Intza Otamendi, que no se olvida de mencionar al género masculino, que «también tiene mucho que decir y aportar en todo esto. Porque la igualdad es una lucha de todos, no solo de las mujeres».

Asegura que en su entorno, «los chicos entienden la importancia de todo esto y no lo toman como algo descabellado. De todas formas creo que la sociedad en general está concienciada». No obstante, «aún escuchas entre chicos de mi edad comentarios machistas del tipo 'mujer tenías que ser' pero ahora no nos quedamos calladas, ahora se contesta a eso», dice esta estudiante de primero de Ingeniería de Organización Industrial, una carrera en la que la proporción de chicos estudiantes es más numerosa.

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  1. Lucía Maté, 22 años Estudiante de Ingeniería

    «Ninguna de nosotras vuelve sola a casa por la noche»

L. Altuna

«Ninguna de nosotras se va sola a casa por la noche, siempre nos compartimos la ubicación y cuando llegamos mandamos un mensaje de que estamos bien. Si a un chico le apetece irse a las tres de la mañana a su casa, se va y punto. Yo esto lo noto con mi madre, que se pone mucho más nerviosa cuando salgo yo que cuando lo hace mi hermano», cuenta Lucía Maté. Esta donostiarra de 22 años se queja de tener que «ser nosotras» las que «estamos alerta». De hecho, el porcentaje de las mujeres que confiesan sentir miedo cuando vuelven a casa por la noche se ha duplicado con respecto al último informe del Observatorio Vasco de la Juventud, y alcanza ya el 74,1% frente al 11,9% de los varones que sienten miedo al andar solos de noche.

La lista de 'deseos' es larga por parte de esta joven. «Aún no me ha tocado vivirlo pero, por lo que oigo, ojalá se acabe con la brecha salarial, ojalá los hombres colaboren igualmente a la hora de hacerse cargo de los hijos, ojalá que se termine con cualquier tipo de violencia hacia la mujer...». Es consciente de que «estamos mejor que nuestras abuelas», pero «todavía quedan muchas cosas que no están bien».

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  1. Virginia Gastesi, 51 años Trabajadora de la limpieza

    «Vete a fregar que es donde tienes que estar»

L.A.

Aún se escuchan frases como las que reza este enunciado. Son algunas de las lindezas que tiene que soportar Virginia Gastesi mientras deja como una patena las instalaciones del polideportivo de Bidebieta, en Donostia, donde trabaja como empleada de la limpieza. «Me han llegado a decir de todo, desde 'vete a fregar' hasta 'toma la fregona que para eso estás'», afirma esta mujer de 51 años.

Le sorprende que a día de hoy se sigan reproduciendo este tipo de comentarios y lamenta que el trabajo de limpiadora no esté «para nada» reconocido en la sociedad.

Lleva en el oficio desde los 18 años y «ahora hay más chicos en la limpieza, pero cuando yo empecé éramos todo mujeres». En este punto se pregunta de forma un tanto irónica qué tendrán ellas que los hombres no pueden hacer. En su casa, intenta que las labores se repartan de forma igualitaria aunque tiene bien presente que «mi marido se ha criado con cinco mujeres en su casa que lo hacían casi todo y fue cuando nos casamos cuando ha empezado a hacer cosas. Me ayuda a fregar, destender la ropa... no me puedo quejar», afirma.

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  1. Elena Azumendi, 61 años Técnica en emergencias sanitarias y cuidadora

    «Fui a socorrer en un accidente y no me dejaban pasar»

L.A.

Cuando Elena Auzmendi comenzó a trabajar como técnica de emergencias sanitarias hace más de 40 años, apenas había mujeres que se dedicaran a esta profesión, un espacio absolutamente masculino. Recuerda situaciones del todo disparatadas hoy en día pero muy «frecuentes» por aquel entonces. «No se me olvidará el accidente aéreo en el monte Oiz (el 19 de febrero de 1985). Cuando llegamos al lugar, la Guardia Civil no me dejaba pasar, me decían: 'Las mujeres no pueden acceder'. Me pareció alucinante. Menos mal que mis compañeros les dijeron que iba con ellos», rememora esta mujer de 61 años que vivió actitudes «machistas» durante esos primeros años «de jovencita».

«Te dejaban un poco atrás, el trato era diferente. Antes estábamos muy pocas, éramos unas cinco o seis y el resto eran hombres. En aquellos años te miraban un poco raro». Que si no van a ser capaces de mover la camilla, que si no van a poder bajar solas una silla de ruedas por una escalera... «Por suerte eso poco a poco ha ido cambiando», afirma esta mujer que ha atendido desde accidentes de tráfico e incendios hasta atentados terroristas.

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  1. Jasone Cenoz, 61 años Catedrática de Métodos de Investigación en Educación

    «Queda mucho por hacer a nivel de educación»

L.A.

»Si un hombre trabaja mucho y tiene muchos viajes de trabajo es algo que consideramos admirable de alguna manera, pero si es el caso de una mujer, o una mujer con hijos sobre todo, el mensaje social es 'no deberías trabajar tanto'», asegura Jasone Cenoz, catedrática de Métodos de Investigación y Diagnóstico en Educación en la Facultad de Educación, Filosofía y Antropología de la Universidad del País Vasco, que cree que «a nivel de sociedad hay mucho por hacer», al igual que en el ámbito educativo.

«El problema de la violencia machista es terrible. Es fundamental que exista una educación sobre estos temas de género, desde Primaria y sobre todo Secundaria porque todavía hay muchas creencias y actitudes muy negativas por parte de gente joven . No están bien en ningún caso, pero si pensamos que vamos a ir a mejor es todavía más grave encontrarte con estas situaciones», reclama esta investigadora, a quien le preocupa la falta de confianza en muchas niñas y adolescentes. «Hay muchas diferencias en temas de confianza en uno mismo. Las chicas tienen un mayor nivel de ansiedad, de no atreverse y se ve reflejado en la vida adulta. Y ellas pueden», afirma.

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  1. María Ángeles Arrazola, 68 años Farmacéutica jubilada

    «La conciliación está complicada, yo no tuve baja maternal»

L.A.

María Ángeles Arrazola es una de las primeras mujeres farmacéuticas en adquirir su propia botica, en San Sebastián, hace 45 años, y reconoce que «no fue fácil» ser autónoma y poder conciliar la vida profesional con el cuidado de sus dos hijos. «Cuando tuve al mayor me fui de la farmacia directa al hospital, tal cual, y tan solo estuve 20 días hasta que me reincorporé. Con la pequeña estuve tres meses y de vuelta al trabajo», explica esta donostiarra de 68 años, que valora de forma muy positiva los avances logrados desde entonces.

«Las bajas maternales son indispensables. Yo no la tuve, porque entonces no las había, pero creo que el tema de la conciliación hoy en día sigue siendo complicado. Cada vez hay más hombres que se piden la reducción de jornada o excedencias y me parece fenomenal, pero el peso de los cuidados sigue recayendo en las mujeres. Algo pasa», apunta esta farmacéutica jubilada, que también vivió los «desplantes» al otro lado del mostrador durante sus inicios. «Recuerdo que trabajaba con un auxiliar, yo era la farmacéutica, y la gente se dirigía a él para cualquier consulta porque asumían que era el titular».

  1. Maruja Bautista, 80 años Jubilada

    «Como no tenía marido mi padre firmó el préstamo»

L.A.

Nunca quiso depender de ningún hombre para desenvolverse por la vida. Sin embargo, en aquella época las cosas funcionaban de otra manera y a Maruja Bautista no le quedó otra que pasar por el aro. Su anecdotario está repleto de encrucijadas que las más jóvenes escuchan con la boca abierta. «Tenía 21 años y quería pedir un préstamo pero no tenía marido, así que tuvo que firmar mi padre los papeles», recuerda esta mujer de 80 años, que trabajó como maestra y parvulista.

Se casó en el año 1972 y tuvo dos hijos. «Siempre he sido muy independiente y cuando ha habido que plantar cara lo he hecho, no me acobardaba», dice orgullosa, al igual que cuando le dio por vestir pantalones. «En el barrio, los hombres le decían a mis padres a ver por qué iba con pantalones y no con falda, y cuando entraba en alguna tienda, lo mismo, me preguntaban si era de fuera».

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Anécdotas aparte, esta mujer considera que «aún queda por hacer» en la sociedad en favor de la igualdad, «sobre todo en el tema de los cuidados del hogar. Eso va a costar...», dice sin demasiadas esperanzas.

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