Las pantallas no son mascarillas

Una de ellas es la relativa a la validez de las pantallas o máscaras protectoras de plástico como sustitutas de las mascarillas cuando el uso de estas es obligatorio. La respuesta genérica -que siempre admite matizaciones- es clara y rotunda: no.

Lo dice el BOE, que podría ser un poco más preciso; lo explicita el documento que recoge los criterios de aplicación por los que se guían la Ertzaintza y las policías locales, y lo confirma el presidente del Colegio de Farmacéuticos de Gipuzkoa, Miguel Ángel Gastelurrutia. «Es un complemento, no un sustituto», aclara.

La orden de Sanidad publicada en el BOE el pasado 19 de mayo disponía «el uso obligatorio de mascarillas en personas de seis años en adelante en la vía pública, en espacios al aire libre y en cualquier espacio cerrado de uso público o que se encuentre abierto al público siempre que no sea posible mantener una distancia de seguridad interpersonal de al menos dos metros». E indicaba que «se entenderá cumplida la obligación mediante el uso de cualquier tipo de mascarilla, preferentemente higiénicas y quirúrgicas, que cubra nariz y boca».

Caben todo tipo de disquisiciones acerca de lo que se entiende por cubrir, pero el documento por el que se guían a la hora de aplicar la norma tanto los miembros de la Ertzaintza como de las policías locales zanja cualquier posible discusión con una frase que no admite debate semántico: «Las pantallas protectoras no tienen consideración de mascarillas».

«No tengo conocimiento de ningún trabajo o documento que acredite que las pantallas tengan capacidad de filtración -afirma Miguel Ángel Gastelurrutia-. Son una barrera física cuyo uso es conveniente en determinadas circunstancias, pero no sustituyen bajo ningún concepto a las mascarillas acreditadas, que sí han pasado estudios que certifican su capacidad de filtración». Y es justamente esa capacidad la que, según el tipo de mascarilla del que se trate, impide emitir -o emitir e inhalar- las gotitas a través de las cuales podría transmitirse el virus.

«La ciudadanía tiene que llevar una mascarilla quirúrgica o higiénica. Si está en contacto con una persona enferma, una filtrante FFP2. En todos los casos, bien ajustada, tapando la boca y la nariz, y siempre como medida adicional a la medida principal, que es la distancia», recuerda Gastelurrutia. Y aprovecha para mencionar otra cuestión, que por evidente que parezca, no todo el mundo parece tener clara: «Boca y nariz. Llevar la boca tapada y la nariz destapada es como no llevar nada».

En cierto modo, el problema de las pantallas -«una estructura física llena de huecos»- es ese: que si se utilizan solas dejan numerosas vías de acceso a una eventual transmisión del virus por el aire. Porque, insiste, «son una barrera, como las mamparas que ponemos en las farmacias, una protección adicional» que en ningún caso sustituye a las principales: distancia y mascarilla, en ese orden.

Como se ha visto desde los primeros días de la pandemia, las pantallas de plástico juegan un papel destacado en la protección de los sanitarios, pero siempre -siempre-, en combinación con la mascarilla y otros elementos de protección. Puede ser también útil en otros entornos profesionales pero siempre -siempre-, con una mascarilla debajo. ¿Podrían plantearse excepciones en el caso de personas que, por diversas razones, no pueden o no deben llevar mascarilla? «La de las exclusiones es una cuestión que, a mi juicio, debería estar mejor regulada», afirma Gastelurrutia,