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A los mandos de un avión con la única comandante guipuzcoana

DV embarca en un vuelo desde Bilbao con destino Valencia con la comandante ordiziarra

Patricia Rodríguez e Izania Ollo

San Sebastián

Domingo, 6 de agosto 2023

«Buenas tardes, les habla la comandante Elisabet Ormazabal». Rara vez la voz que llega desde la cabina de vuelo es la de una mujer ... al mando de un avión. Esta ordiziarra de 47 años es la única guipuzcoana con este rango en un mundo, como es el de la aviación, que se antoja de hombres. Elisabet lleva desde los 14 años con la cabeza en las nubes, edad a la que viajó en avión por primera vez y tuvo claro que quería ser piloto.

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«Era mi sueño. Iba con mis padres a visitar a una de mis hermanas, que vivía en Londres, y tuve la oportunidad de ver la cabina de vuelo. Entonces me dije: yo me quiero dedicar a esto. Enseguida lo supe», cuenta en el hall del aeropuerto de Bilbao. Ahí nos espera antes de ponerse a los mandos de un Airbus 320 con destino Valencia y 180 pasajeros a bordo, entre los que se encuentra DV para acompañar en su jornada laboral a esta piloto, que se propuso volar alto y ha visto su «sueño cumplido», dice mientras en su cabeza repasa a velocidad de crucero el 'timing' de hoy. El vuelo está programado con salida a las 13.50 horas y los tiempos son ajustados.

13.05

Camino a la sala de firmas

Elisabet acude a la sala de firmas, donde se reúne con la tripulación con la que volará -no siempre es la misma- para repasar el plan de vuelo. «Normalmente nos juntamos 45 minutos antes de la salida. Ahora llegará Dani, el copiloto», apunta. Hechas las presentaciones, pasan a realizar el ‘briefing’ donde se comprueban cuestiones como el número de pasajeros, la duración del vuelo o la meteorología prevista. Una vez finalizado, llega la hora de dirigirse al avión a pie.


Sobre la pista descansa un mastodonte de 60 toneladas, la aeronave que pilotará Elisabet. Al aproximarnos, reconoce que le sigue impresionando caminar bajo las alas de semejante aparato cuyas dimensiones sobrecogen a centímetros de distancia. No es de los aviones más grandes, ni mucho menos, -de fuselaje estrecho, con un único pasillo central y usados en trayectos cortos- pero «impacta, claro que sí. Y también el momento de volar, supone mucha responsabilidad. ¡Y que nunca deje de impresionarme! Pero me apasiona y creo que lo transmito. A los mandos de un avión siento mucha libertad, mucha paz», expresa con una sonrisa amable pero sin olvidar la exigencia de su cargo. Aquella niña que soñaba con volar luce hoy un traje azul marino impecable, con las cuatro franjas doradas que indican el rango de comandante -el copiloto lleva tres- además de una estrella como instructora de vuelo y examinadora. El atuendo lo completan una corbata azul, camisa blanca, el identificativo y una manicura amarillo limón.

La primera vez que se ‘soltó’ de comandante fue un vuelo a Atenas desde Barcelona, ida y vuelta. Tenía 36 años. «Me acuerdo perfectamente. Fue un 23 de abril de 2013. Sentí mucha responsabilidad pero feliz porque al final cumples un objetivo, ves como culminada tu fase».

Mientras el resto de pasajeros aguarda la hora del embarque sin más preocupación que pasear entre los perfumes del ‘duty free’ o revisar los paneles informativos de las próximas salidas, la maquinaria no para de puertas para adentro y el ritmo es intenso.

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13.10

El avión se prepara para volar

Accedemos por la escalera de servicio y una vez en el avión, comandante y copiloto se meten en la cabina de vuelo (cockpit). Elisabet, sentada en la parte izquierda y Dani, a su derecha, comienzan a chequear el diario de a bordo: «vemos cuál es la situación real del avión: si tiene alguna luz fundida, si alguno de los sistemas tiene algo o si hay alguna rueda pinchada, que puede pasar». La comunicación entre ambos y el lenguaje con la torre de control resulta indescifrable. Al contrario de lo que se suele pensar «el copiloto también interviene en el vuelo. En realidad hay dos pilotos lo que pasa es que uno tiene más responsabilidad”, aclara la comandante.


En la cabina de pasaje, el resto de la tripulación revisa el material de emergencia. Una vez todo está en orden, preparan el avión para volar. Ataviados con sus tablets - «antes todo era en papel y boli»-, introducen toda la información del vuelo y la ruta que vamos a volar, «es como el GPS del coche», explica junto a un enjambre de interruptores. A simple vista, calculamos que habrá cerca de 200.

13.50

Es la hora del despegue

Regresamos a nuestros asientos preparados para despegar. Olga, la sobrecargo (al frente de la tripulación auxiliar) y dos azafatas y un azafato ayudan a los pasajeros a acomodarse. Dan las últimas recomendaciones y mientras el avión se desplaza por la pista, realizan la demostración de seguridad.


No observamos ninguna reacción cuando la comandante se dirige a los pasajeros y escuchan el nombre de una mujer, sin embargo no siempre ocurre y «aún hay gente que se sorprende al ver a una comandante mujer, sobre todo la gente mayor. Cuando hacemos vuelos del imserso, está el típico codazo de ‘mira, mira una pilota’. Cada vez se escucha menos pero aún quedan esos comentarios. Y si llegas tarde o haces un aterrizaje complicado aún se oye la frase de ‘mujer tenía que ser aunque creo que es más broma que otra cosa», según cuenta Elisabet, que afirma que “hay que eliminar clichés y poco a poco ir dando más visibilidad, que a las mujeres se nos vaya viendo. Pilotos guipuzcoanas seremos 2 o 3. Aunque poco a poco vamos siendo más».

A pesar de desenvolverse entre hombres, afirma que no ha tenido «pegas por ser mujer ni tener que demostrar más. Tampoco me he sentido discriminada. Siempre se me ha dado la misma oportunidad que al resto". En su pueblo, Ordizia, a donde vuelve siempre que puede, están «encantados». «Al final la fama se la llevan mis padres», bromea. «Hay quien se confunde y cree que soy azafata, entonces sale el orgullo de padre y corrige: 'no, no, es la que está al mando del avión'».

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«En el aeropuerto de Hondarribia hay que andar muy fino y el de Loiu es complicado por el viento sur»

El despegue y el aterrizaje suelen ser las dos fases «más críticas» durante un vuelo y los aeropuertos de Hondarribia y Loiu no son precisamente los más 'cómodos' para realizar ambas maniobras. Según explica la comandante Elisabet Ormazabal, «el de Hondarribia lo que tiene es que es muy muy corto y a media que el avión es más grande necesitas más pista de aterrizaje y tienes que andar muy fino. En el despegue, pones el avión a máxima potencia y cualquier problema que hubiera, la pista de despegue se te está acortando y si decides abortar hay poca distancia, casi siempre es mejor irte al aire».Con respecto al aeropuerto de Bilbao, donde suele despegar y aterrizar a diario, «es un poco complicado cuando hay viento sur, de hecho el peor aterrizaje que recuerdo ha sido aquí. No fue forzoso pero sí complicado». La comandante cuenta que el aeropuerto de Loiu es muy característico por los vientos del sur fuertes, «cuando al avión le viene el viento de costado. A nosotros lo que nos interesa es tener viento en contra. Si yo tengo viento de costado el morro del avión tiende a ir hacia el viento y ahí tienes que pelearte». Asimismo, el hecho de que el aeropuerto esté metido en un valle es una circunstancia que genera «mucha turbulencia al subir los vientos y ganar intensidad».

Créditos

  • Texto Patricia Rodríguez

  • Fotografía y vídeo Lobo Altuna

  • Edición Dani Soriazu

  • Narrativa visual Izania Ollo

  • Desarrollo Gorka Sánchez

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