1925 | Una verbena para recordar
El Ayuntamiento presupuestó un millón de pesetas como déficit de la Semana Grande de hace cien años
De forma resumida, así se vivió, y así se leyó en la prensa local, cómo fueron los días de la Semana Grande del año 1925, ... para los que el Ayuntamiento presupuestó un millón de pesetas como déficit, destinando más de 50.000 a propaganda. Mientras que los jeremías de turno pronosticaban una ciudad inmune al dolor, aburrida y vacía... se llenaban los hoteles, no había entradas para los toros ni para el teatro, los cafés abarrotaban sus terrazas y la fiesta se desbordaba en las calles.
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Cerrados los casinos el año anterior, con el contento de los ambientes integristas, otros aspectos de carácter moralista centraban la atención de los más conservadores, denunciando que en la playa se había pasado del traje de baño abrigado al deshabillé absoluto, al tiempo que organizaban una gran campaña en contra de las frivolidades que suponían el vals, el tango y el cancán, muy solicitados en fiestas y cotillones.
Sin casinos a los que denunciar, el nuevo frente estuvo en el teatro Colón, en la calle Nueva del barrio de Gros, que seguía programando sus sesiones de varietés… y en el apartado 'El reinado de la peli' de 'La Voz de Guipúzcoa', algunos cronistas denunciaban la ridícula y furibunda sensibilidad de dichos grupos, que tenían su contrapartida en los grandes Thés Aristocráticos de Moda organizados, entre otros, en los hoteles Continental y Majestic Palace.
A pesar de la crisis económica derivada de la falta de casinos, se llenaron lostoros, teatro, cafés, terrazas y hoteles
La Semana Grande pasó del 9 y 16 de agosto, siendo uno de los eventos más destacados la reunión que, el jueves 13, celebró en San Sebastián la Comisión de Higiene de la Sociedad de Naciones (futuras Naciones Unidas), el presidente del comité, profesor Notcht, elogió las campañas realizadas en nuestra ciudad en pro de la higiene.
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La reina María Cristina, acompañada de la infanta Isabel Alfonsa, asistió el día 14 a la tradicional Salve de Santa María y, por la noche, la Alameda fue escenario de una Gran Verbena Popular, ideada por el señor Pérez Egea, «a la que no asistieron menos de diez mil personas».
Aunque, como suele decirse, «por razones ajenas a la organización», falló la anunciada como «fantástica iluminación» preparada por el Ayuntamiento, la ciudad irradió por todas partes la luz proporcionada por los potentes focos del alumbrado público y por los escaparates de los comercios, que se mostraban artísticamente combinados; lucían los cafés, bella y caprichosamente iluminados, así como las fachadas de los clubs y de los círculos festones y, sobre todo, (léase lo siguiente con mentalidad de 1925) «de los ojos de aquel mujerío sin rival en hermosura y en elegancia, que, con su presencia, realzaba y llenaba la verbena de encanto y de armonía».
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Aquella gran verbena, animada por la banda de música del Regimiento Sicilia, fue una experiencia, no habitual en la época, en la que paseaban «confundidas en democrática amalgama la modistilla linda y vivaracha, con las señoritas aristocráticas, acompañadas de sus familias; la obrerita trabajadora y la dama de elevada alcurnia, todas elegantes, superabundantemente hermosas, porque lo estaban de verdad, el Boulevard era algo extraordinario, pocas veces visto ni aún en San Sebastián, donde se pensaba la gente estaba acostumbrada a festejos deslumbradores». En la fiesta, «con un carácter especialísimo imposible de describir», predominó el buen gusto, la distinción, la plasticidad y el arte, llegándose, en algunos momentos, a ser más de dos mil las personas que bailaban al unísono formando cuadros de danza.
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