Makila

PLAZA DE GIPUZKOA ·

Guille Viglione

San Sebastián

Domingo, 6 de noviembre 2022, 07:54

La evolución conlleva una lucha desigual entre la mano y el dedo. Anteayer valorábamos el esfuerzo por los callos provocados en las palmas de las ... manos a fuerza de cavar, excavar, tallar, picar, cortar o tornear. Hoy, basta con deslizar la yema del dedo índice sobre una pantalla de cristal para corregir la trayectoria de un satélite. Hemos creado una vida más cómoda, pero en el viaje de lo manual a lo digital nos dejamos el alma por el camino.

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Hoy he pasado frente al escaparate de un guarnicionero y me ha sorprendido más que permanezca abierto que saber que existen tres tiendas de carcasas para móvil en un radio de 100 metros. La artesanía es un acto de rebeldía. En una sociedad industrial, que llama control de calidad a la estandarización y eficacia a la velocidad, la artesanía mide su calidad por el cariño depositado en cada pieza. Las diferencias entre dos makilas fabricadas a mano por Beñat Alberdi no son defectos de fabricación, son su firma personal. El testimonio de que ha escogido y mimado cada rama de níspero como si fuera única.

En Europa se está produciendo un fenómeno inesperado. La artesanía es un imán para un turismo de élite que busca singularidad. En un mundo en que hay gente para la que todo resulta barato, lo más exclusivo sigue siendo algo creado con las manos. El lujo no es exhibir logotipos enormes. Es que el autor de un producto de cuero, cristal, madera o forja haya amado ese objeto antes de cederlo en custodia a su destinatario final.

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