Tú vas tranquila con tus bolsas camino de los contenedores y escuchas, de paso, a un joven que desayuna tranquilamente en una terraza: «La culpa ... de todo la tienen las feminazis», dice con rabia rabiosa. Como eres muy de reciclar y sostenible pero tienes sangre en el cuerpo te vuelves hacia el muchacho un poco descarada. No se queda a la zaga: «Sí, feminazi. ¿Qué pasa?». Medí mis fuerzas y de vuelta del contenedor me conformé con mirarle seriota y un poco retadora. Me rumié para mí misma luego, ya en la distancia, que sin entrar en más palabrotas le podía haber dicho que la culpa de todo es de los 'gymbro' como él (o sea, gym de gimnasio y bro de brother). Igual le hubiera gustado, me temo.
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Me refugio, rabiando, en Twitter-X y compruebo que el lunes empieza fuerte y que los términos más repetidos son 'sinvergüenza' y 'miserable'. ¿A quién pueden estar llamando esto en las redes? Son insultos que valen para cualquiera y compruebo que el paisanaje es variado: futbolistas, algún entrenador, un presidente latinoamericano con motosierra asesor de criptomonedas, un epidemiólogo, una presidenta regional, un jefe de gabinete de una presidenta regional, dos o tres presidentes del mundo, varios ministros, un propietario de supermercados, un par de jueces…
Pues no, ESE en el que están pensando no aparece bajo esa denominación, quizá porque su vicepresidente nos ha asustado: «Hay un nuevo sheriff en la ciudad», ha amenazado en Alemania en plan chistoso.
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