Plaza de Gipuzkoa

Hoteles

Me gustan los hoteles. Me gustan también cuando no estoy alojada y los visito para comprobar qué bien viven los viajeros y turistas con pasta. ... Varias veces me han regalado eso, una noche en un hotel en mi ciudad, porque saben de mi vicio.

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Me vais a tachar de frívola y manirrota pero os lo aconsejo: si estás dispuesto a pagar un vino o una cerveza 'caritos'. Pero no tanto. No es un lujo para todos los días pero puedes, desde la azotea de uno que yo sé, ver la ciudad en 360 grados junto a una piscina desbordante; en otro puedes sentirte parisina y ver todos los puentes desde el río hasta el mar; en uno tienes la basílica de Santa María y el propio santo nuestro, San Sebastián, al alcance de la mano, además de todas las terracitas escondidas de lo Viejo, lo que nunca ves de poteo. No mencionaremos nuestros cinco estrellas, esos de toda la vida desde los que se ve todo, playas surferas y playas de postal.

Ya lo he dicho alguna vez, me gustaría ser la Julie del programa de La 2 que viaja en un cochecito rojo por toda Francia. Y de Francia leíamos este sábado una crítica gastronómica muy muy crítica; precisamente del restaurante de un hotel. «Frío, aparatoso y grotesco», se le calificaba. Y de los platos se resaltaba «un aperitivo horrible», «un bogavante gomoso», «un pichón gomoso» y «un personal de sala atropellado como en 'El guateque' de Peter Sellers». ¿Lo mejor? Comprar buena bollería en la pastelería que hay enfrente del citado hotel.

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