Historias atrapadas en un tren
Del acusado que no llegó al juicio al chico que iba a por metadona. Los pasajeros trasladan su impotencia tras pasar tres horas sin poder salir del vagón en pleno Donostia
«Vergonzoso», «surrealista», «lamentable», «tercermundista». La desesperación, la incomprensión y el enfado vivido por las alrededor de doscientas personas que el martes se vieron atrapadas durante tres horas en un tren de Renfe ... averiado en Donostia entre las estaciones del Norte y de Gros, desde las 11.05 horas hasta casi las 14.30, dejó este miércoles una resaca de indignación e incredulidad entre los viajeros. Seguían sin acertar a explicarse cómo fueron retenidos sobre las vías a escasos metros de la estación provisional, justo frente a las viviendas del paseo de Francia.
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En el pasaje hubo «de todo»: una abogada que no pudo asistir a un juicio, un acusado que temía que le cayeran dos años de cárcel por no comparecer a la vista oral, una mujer que no pudo acompañar a su madre nonagenaria al hospital, una chica que debió orinar entre los vagones al no funcionar el baño, un chico que iba a por metadona al ambulatorio de Gros en pleno síndrome de abstinencia, algunos que pudieron saltar a las vías, muchos que no llegaron al trabajo... Y entre todos ellos, un héroe destacado por una mayoría de los consultados por este periódico: el maquinista. «Lo dejaron vendido» ante 200 personas ávidas de saber cuándo iban a poder salir de la «jaula» ferroviaria en la que se sentían encerradas.
Según varios relatos, el hombre «estuvo todo el rato pegado al teléfono», por el que desde Renfe le daban indicaciones. «Bajaba y subía al tren, miraba cosas», pero aquello no arrancaba. «Trataba de dar explicaciones» a lo que sucedía, cuando lo único que parecía pasar eran los minutos y los trenes que iban y venían por la otra vía: «Que si van a mandar un tren desde Irun para remolcarnos, que si nos van empujar por detrás...». Al final, pasadas las 14.00 horas, el conductor cogió una escalera de su cabina, por la que los viajeros pudieron apearse y caminar escoltados por ertzainas. La sensación es que esta decisión se pudo adoptar «a la media hora, cuando ya se ve que el tren no va a funcionar», pero se toma «cuando bomberos y ertzainas aparecieron en la estación» tras decenas de llamadas a Adif, Renfe, 112...
Pasó que una caída de tensión en la subestación de Adif en Pasaia dejó sin electricidad a los trenes que entre las 11.05 y las 11.20 horas circulaban entre Irun y Andoain –según los horarios de Renfe afectó a una unidad en cada sentido–. Y cuando el tren en cuestión quiso arrancar, no pudo.
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Karol Valbuena Vecina de Pasaia
«Varios llamamos al 112 para denunciar un secuestro»
Karol Valbuena madrugó para ir de Pasaia a Hernani. Tenía el coche en el taller y optó por el tren. «Lo usaba de estudiante y como recordaba los retrasos, dije a los de casa 'a ver si llego...'». Llegó, pero casi no regresa. Se subió al primero de los cuatro vagones, que de pronto se detuvo «antes de llegar a la pasarela al lado de los juzgados. Era surrealista estar al lado de la estación y que no nos dejaran salir tanto tiempo». Por su salud, pero sobre todo por «la del maquinista. No vino nadie a echarle una mano para dar la cara. Nos transmitía lo que le iban diciendo: que iban a solucionar la avería, que nos iban a remolcar...». Pasada «una hora, se le empezó a decir que nos dejaran salir, pero no se lo permitían». De los 66 asientos de su vagón, «unos 50 estaban ocupados. El resto iba parecido. Seríamos unos 200». Sentían calor, el de sus entrañas y el ambiental, y pidieron al maquinista que «abriera las puertas, que nos íbamos a asfixiar». El hombre acabó accediendo «pero nos rogó que no saliéramos porque se le podía caer el pelo». El caso es que «salieron unos 20 como en tres tandas, y él bloqueó las puertas del lado de las vías, pero dejó abiertas las del andén. Fue comprensivo con la situación, y espero que Renfe lo sea con él. Que estamos hartos de ver sucesos en los que siempre paga los platos rotos el maquinista».
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Karol fue unas de las que llamó a todos los números que se le ocurrieron. «A la hora y media, en Adif me dijeron que no les constaba ninguna incidencia en la estación y que iban a avisar. Al 112 llamamos varios. Al principio nos dijeron que no era competencia suya, y les terminamos diciendo que queríamos denunciar un secuestro para que fuera la Ertzaintza. No era normal que nos tuvieran retenidos al lado de la estación».
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Lamenta que, en tierra, «nadie nos dio explicaciones. Había una abogada que no fue a un juicio, otra chica perdió la conexión que esperaba en Hendaia, otros iban al médico. Puse una queja, pero mucha gente no reclamó».
Ainhoa Altuna Amezketarra vecina de Tolosa
«Vi a uno saltar del tren, y le seguí; llevaba tres horas ahí»
Como un martes cualquiera, Ainhoa Altuna cogió el Cercanías de las 10.35 horas en Tolosa para ir a trabajar en Errenteria, y tres horas después tuvo que saltar a las vías en Donostia para poder abandonar el tren. «Lo peor fue estar tres horas en el vagón viendo ir y venir trenes por la otra vía, mientras el nuestro seguía parado y sin saber cuándo nos iban a sacar». Un problema en la conexión con la catenaria dejó al convoy varado al quedarse sin corriente eléctrica, y a Ainhoa se le hizo la luz cuando vio a alguien abrir la puerta de un vagón. «Saltaron unas seis personas, y otra y yo les seguimos. Miramos a ambos lados que no venía ningún tren, y salimos a las vías. Eran ya las 13.30, así que llevaba tres horas ahí metida, sin saber cuándo nos sacarían. Luego bloquearon las puertas». Ella entraba a trabajar en el ambulatorio de Larzabal a las 12.30, por lo que los compañeros debieron cubrirle hasta que llegó. Asegura no tener «grandes quejas» sobre el servicio de Renfe, pero «ya no quería saber nada más de trenes, así que caminé hasta la estación de Gros para pedir un justificante y en la calle Miracruz cogí el bus a Errenteria».
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Se acabó así una situación «surrealista. Hubo gente que se puso nerviosa, es normal. Ni el baño funcionaba. Hubo un chico que tenía que ir al ambulatorio de Gros a por metadona, y se le notaba ya que estaba con el 'mono'. No es normal lo que pasó». Recuerda que «el maquinista decía que iban a enviar un tren para enganchar con el nuestro, pero nada».
Ana Jesús Luengo Vecina de Tolosa
«No pude acompañar a mi madre de 91 años al hospital»
«Un horror, no, lo siguiente. Nos tuvieron tres horas enjaulados. Ahí tienes el titular». Así nos resume Ana Jesús Luengo su experiencia. «Fue horrible, y sobre todo me dio pena el maquinista, que estuvo totalmente abandonado por Renfe. Iba y venía de un lado a otro dando explicaciones y la gente le increpaba». Fruto de la «tensión, el calor, el estar encerrados, ver que por la otra vía pasaron hasta dos convoys de mercancías..., la gente se puso nerviosa. Yo misma me inquieté porque no pude acompañar a mi madre de 91 años al hospital, y tuvo que ir sola. ¡Con 91 años! Un hombre gritó que era claustrofóbico. Una chica orinó entre dos vagones. Otro chico extranjero se apuró porque debía ir como acusado a un juicio y si no se presentaba decía que le metían dos años a la cárcel. Traté de calmarle diciéndole que lo solucionaría pidiendo un justificante a Renfe». No le extraña que alguno «forzó las puertas y saltó, corriendo el riesgo de que viniera un tren».
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Ana Jesús llamó al 112 «como último recurso, porque sabes que no están para estas cosas y me daba vergüenza. Al final, fue lo que funcionó. A los 20 minutos de mi segunda llamada a la Ertzaintza, aparecieron agentes en la estación y, no sé si fue casualidad, pero nos dejaron salir. Un matrimonio mayor se apuró porque había mucha altura, pero el maquinista sacó una escalera y bajamos por el otro lado de las vías. Hicimos un minuto a pie hasta la estación». Eran las 14.30 y a las 14.40 cogió otro tren al trabajo en Tolosa y al volver a Beasain puso su queja. «Casi todos los días hay retraso», dice.
Amin Vecino de Segura
«Iba tarde a clase porque fui al médico, pero no llegué»
Amin sabía que iba a llegar tarde a las clases de cocina que recibe en Errenteria, pero no que se terminaría perdiendo toda la mañana. «Cojo el tren de las 6.45 en Beasain, pero tenía médico y fui más tarde. Tenía el justificante y al principio no me preocupé». Lleva solo seis meses en Gipuzkoa, el tiempo suficiente para observar que «todas las semanas hay algún retraso en el tren, pero no esperaba tres horas. Como las clases acaban a las 14.00, los profesores me dijeron que fuera a casa». Afirma que «el tren iba bastante lleno, y algunos se enfadaron mucho».
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Maddi y Raquel La visión desde el otro andén
«Se amontonó tanta gente, que salimos entre empujones»
El tren averiado obstaculizó la vía 1 –la que va sentido Irun–, por lo que se canalizó al resto de trenes por la otra vía. Renfe suprimió cuatro para cuadrar los retrasos. En ese andén «se juntaron tantas personas que no se podía acceder a la plataforma» incluso más allá de la hora punta entre las 13.00 y las 15.00, explica Maddi. «Estábamos más de cien personas, sin poder caminar como sardinas en lata. Salimos de la plataforma y de la estación entre empujones. Como suele pasar, Renfe no informó de nada y lo pagó el personal de ventanilla». Las quejas llegaron a estaciones como Tolosa, donde Raquel no sabía qué, pero supo que «algo pasaba por la gente que había quejándose por los retrasos. Un chico se quejo de que no le hacían justificante. Al ver la noticia en el periódico, entendí la locura».
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