La calle de la memoria guipuzcoana
El rito de cortar cabezas a los pollosUn reportaje de DV en 1988 sobre el 'Oilasko Jokua' de Amasa trajo cola. «Viéndolo de fuera, puede parecer un espectáculo cruel, pero en absoluto pretendemos torturar a los animales»
¿«Una fiesta de arraigo secular» o «una salvajada»? Hace 35 años, un reportaje que publicó DV sobre el rito del 'oilasko jokua' en ... Amasa trajo cola y planteó mucho antes de que se generalizara el debate sobre las tradiciones que incluyen el mal trato a animales… aunque si no nos equivocamos hasta el año 2012 no se decidiría su supresión.
Publicidad
¿De qué hablamos concretamente? Lo explicaba Juanma Goñi en aquel reportaje publicado el 11 de noviembre de 1988: «El juego consiste en introducir el cuerpo de los pollos en una caja de madera, taparse la cara con una venda, empuñar una espada y, de un solo tajo, acertar a cortar las cabezas de los animales que asoman por un orificio, mientras se baila a los sones de una danza macabra».
«Pero el 'Oilasko Jokua', rememorado ayer en Amasa, es mucho más que todo esto para los habitantes de la pequeña comunidad rural integrada en la comarca de Tolosaldea junto a Billabona; es un rito milenario cuyo origen se pierde en el umbral de los tiempos, un legado de épocas pasadas que los jóvenes han aprendido a cultivar».
«Algo nuestro»
Con la sensibilidad actual, divertirse cortando cabezas a pollos resultará bestia para la mayoría. Pero hace unas décadas y en un entorno rural la percepción era otra. La fijaba el testimonio de uno de los jóvenes participantes, que recogían entonces…
Publicidad
«Nosotros comprendemos que, viéndolo de fuera, puede llegar a ser un espectáculo cruel, pero en absoluto pretendemos torturar a los animales. Es necesario partir del hecho de que formamos parte de una comunidad rural, y como tal hemos aprendido a querer y respetar nuestras tradiciones, que muchas veces no pueden ser entendidas desde un punto de vista urbano. Todos comemos pollos y no sabemos cómo los matan. El 'Oilasko Jokua' forma parte de la esencia de Amasa, y es mucho más que cortar cabezas con una espada. Aquí se ha celebrado siempre, y nosotros lo sentimos como algo nuestro, porque supone cumplir con un rito que dura todo un día señalado en los 'sanmartines' del pueblo».
Efectivamente, la tradición duraba todo un día, puesto que desde las 6,30 de la mañana los participantes, jóvenes «ataviados con trajes típicos vascos», recorrían los caseríos de la zona recogiendo los pollos vivos que les quisieran dar para sacrificarlos. «En cada casa bailan una danza y siempre les invitan a comer algo».
Publicidad
A las 5 de la tarde se celebraba concretamente los 'oilasko jokuak', con el corte de las cabezas de las aves entre música de txistu y trikitixa. Después se cocinaban los pollos, que cenaban los jóvenes juntos.
El ritual no era exclusivo de este barrio de Billabona. Según informaban en 1988, «el 'Oilasko Jokua' no es sólo propio de Amasa. Pues se suele celebrar, entre otros lugares, en Aduna, Soravilla y Zizurkil de Arriba; en Igueldo también han conocido esta costumbre».
Publicidad
Consultado el etnólogo Juan Garmendia Larrañaga, apuntaba que «es una fiesta de arraigo secular y propia sólo de los ambientes rurales, cuyo origen es de muy difícil determinación. Servía para reunir a los jóvenes (…)».
El sacrificio público de los pollos se hacía en Amasa con una vieja espada, fabricada en Toledo en 1907. Unos jubilados le señalaban a Juanma Goñi que «aquí está uno de los problemas del juego. Los jóvenes no saben manejar la espada y, como tampoco suele afilarse demasiado, a veces tardan mucho tiempo en acabar de matar el pollo».
Publicidad
En Amasa no se permitían más de tres tentativas. Si a la tercera el joven no atinaba, se remataba al animal para evitar que siguiera sufriendo.
El reportaje del 11 de noviembre de 1988 concluía constatando que «no faltan detractores del juego, Muchos de los espectadores neutrales que acudieron ayer a Amasa señalaban que 'era una fiesta cruel' y que 'las tradiciones podían actualizarse sin que se resintiera la esencia del rito'. Pero la mayoría de los habitantes del pueblo sienten la fiesta desde niños y consideran impensable su desaparición».
«Semejante salvajada»
Tres días después de su publicación, EL DIARIO VASCO publicó en su sección de 'Cartas al director' el texto enviado por un donostiarra, Manuel Berra, que se expresaba así: «Me quedo alucinado y al mismo tiempo descorazonado ante la indiferencia da que ha llegado este pueblo frente al derramamiento de sangre».
Noticia Patrocinada
Tras recordar que San Francisco de Asís llamaba 'hermanos' a los animales, el lector era directo: «Apelo al Excmo. Ayuntamiento de Amasa a que este sea el último año que se celebre semejante salvajada, ya que los niños visionarios de semejante atrocidad un día serán incapaces de saber dónde está el bien y el mal, ya que sus mayores aplauden estas costumbres que deben estar erradicadas del País Vasco».
Suscríbete los 2 primeros meses gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión