El menú obligatorio que implantó el Franquismo: «Póngame todo en un único plato»
El gobierno de Franco tuvo en vigor entre 1936 y 1942 dos medidas no muy populares que combinaban la comida con la solidaridad, el patriotismo y el afán recaudatorio
En octubre de 1936, en plena Guerra Civil, el bando nacional encabezado por Franco lanzó dos medidas que combinaban la comida con la solidaridad, el patriotismo y el afán recaudatorio. Se conoció como Día del Plato Único, al que se sumaría posteriormente el Día Sin Postre. La iniciativa no era original, estaba inspirada en una fórmula de la Alemania nazi, el 'Eintopf', que se podría traducir como puchero u olla. Los ingresos estaban destinados a sufragar comedores de beneficencia, Gotas de Leche, jardínes de infancia, casas cuna, orfelinatos o cualquier otra institución sostenida por el Fondo de Protección Benéfico Social, independiente de Auxilio Social que tenia financiación propia. Posteriormente, lo recaudado también sirvió para ayudar a los combatientes y a sus familias. El plan sufrió varias modificaciones hasta 1942, año en el que finalizó, y nunca fue muy bien recibido por la población. Solo estaban exentos las personas enfermas, los niños pequeños o los ancianos.
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La orden que imponía el Día del Plato Único, dictada el 30 de octubre de 1936 por el Gobierno General, con sede en Valladolid, entró en vigor el 15 de noviembre de ese año. Recogía que «con carácter de generalidad y para toda España, los industriales de todas clases, bien sean Hoteleros, dueños de Cafés y Bares, Cervecerías y Gremios de Cafés de 0'30 que sirvan comidas en forma de menú o a la carta, habrán de contribuir los días que se señalaran con el 50% del importe de cada comida suelta que realicen y con el 40% del importe de la pensión completa si se tratase de personal hospedado en los mismos». Mantenía que «para evitar competencias que pudieran surgir y conservar la armonía que debe existir entre los profesionales de la misma clase», el menú debía ser acordado «por la sociedad profesional respectiva y con carácter de general obligación para todos los del gremio». Debía concretarse a un plato único de alimentación y un postre único también, tanto en la comida del mediodía como en la cena de la noche.
Un plato único que se cobraba como menú entero
No se podía quebrantar este precepto «en modo alguno ni por clientes ni por industriales, y en caso de que se infringiera, incurrirían en la multa correspondiente que los gobernadores impondrán, según los casos». Los restaurants, cafés y demás establecimientos que servían a la carta o en forma distinta a la de menú, tenían que suprimir dicho día esta forma de servicio, haciéndola en forma de plato único al precio que les correspondiera, con arreglo a su categoría y clasificación. Las dudas que surgieran debían ser resueltas por los gobernadores civiles de cada provincia.
Al principio, durante los días 1 y 15 de cada mes se servía un plato único pero se cobraba entero. El 18 de julio de 1937 otra orden impuso que a partir de agosto el Día del Plato Único habría de celebrarse solo los viernes. Se aprobó que una parte de la recaudación iría al fondo de Protección Benéfico Social y la otra a la cuenta del Subsidio del Combatiente. Además, se incluyó otra jornada solidaria, el Día sin Postre, también conocido como «lunes sin postre». Cada familia debía privarse del postre de una comida, a fin de entregar el pequeño ahorro que suponía como donativo voluntario para incrementar los recursos con los que atender al pago del subsidio pro combatientes. Estuvo en vigor hasta el 1 de diciembre de 1939.
Parece que no tuvo mucho éxito recaudatorio. Si ya de por sí escaseaban los alimentos, sobre todo de primera necesidad, frutas, verduras, legumbres, cereales, lácteos, huevos y carnes, desgraciadamente la mayoría de las familias no tenían dinero para comprar pasteles o dulces, y la fruta era casi prohibitiva para los hogares que no contaran con un caserío familiar. El 30 de julio de 1939, tras el fin de la Guerra Civil, se extendió el Día del plato único a toda España, afectando desde pequeños restaurantes a hoteles de lujo, como fue el caso del famoso Ritz, en Madrid. En los restaurantes se ofrecían tres o mas platos variados, pero debían servirse solamente uno de ellos, a elección, y un postre. En los hoteles y pensiones para las personas que así lo desearan había, además, un plato de pescado y otro de verduras, a elección, y un postre.
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«Sentimiento patriótico»
En 1938 el Día del Plato Único se trasladó del viernes al jueves, ya que las fiestas de Cuaresma impedían el consumo de carne en dicho día. Al año siguiente se pasó al lunes, alegando las autoridades que era para un mejor suministro de carne a los establecimientos. Por último, una ley de 22 de enero de 1942, que entró en vigor el 1 de febrero de ese año, suprimió definitivamente el Día del Plato Único, ya que comenzó a implantarse la cartilla de racionamiento en todo el país. Los historiadores consideran que a pesar de los continuos llamamientos al «sentimiento patriótico de los ciudadanos» con esta iniciativa se recaudó mucho menos dinero del esperado y las autoridades no pudieron evitar un rechazo generalizado entre la población.
Por lo que respecta a Gipuzkoa, la orden de octubre de 1936 se aplicó rápidamente en las zonas en manos de los sublevados. Así, ese mismo mes el gobernador civil dio las primeras instrucciones dirigidas a los restaurantes, cafés, bares y hoteles que servían comidas. Ambas partes acordaron que las fechas que se señalaran como Día del Plato Único, habrían de contribuir con el 30 % del importe de la comida. El menú debería constar de un solo plato y un solo postre, al mediodía y a la noche. La Asociación de Hoteles y Restaurantes publicaba en qué consistiría ese plato durante el mes, una vez a la semana, alternando la carne (a la que solían añadir alubia), huevos (a los que agregaban arroz) y el pescado. Se prohibía servir más de un huevo por persona (y si había huevo no se podía servir mahonesa), los entremeses, o una sopa como entrante. En los banquetes, si faltara pan lo podían llevar los interesados particularmente, aunque se desaconsejaba celebrar comidas extraordinarias.
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A pesar de la penuria económica que se vivía en la mayoría de los domicilios guipuzcoanos en la posguerra no faltaba el pudiente que, sacando pecho de su solidaridad patriótica, se lo tomaba con humor y pedía en el restaurante que a él le sirvieran el menú completo en un único plato. Unas alubias con todos sus 'sacramentos' eran el sueño de más de un ciudadano humilde. No faltaron comentarios como «aquí se prepara cocido el día del plato único mientras que en Madrid, en manos de los republicanos, se les ha debido olvidar lo que son los garbanzos». También se publicaron proclamas como el cliente de un restaurante que respondía al camarero: «Estoy supersatisfecho. Con un plato de la España Nacional basta para llenar al más exigente». Eso era verdad si se tenía dinero para pagar un sabroso y potente cocido, una paella llena de carne, pescado o marisco, entre otros manjares prohibitivos para la mayoría de la población, que no estaba para jugar con la comida, y tenía que echar mano del ingenio para saciar el hambre. Además, el estraperlo, o sea el mercado negro de bienes, especialmente alimentos, debido a la escasez provocada por la guerra, campaba a sus anchas por todo el territorio.
Todos los medios informativos difundían regularmente los avisos relacionados con el Día del Plato Único, fechas en la que se aplicaba, la obligatoriedad del pago de las cuotas y las multas que se imponían. Se sucedieron las informaciones, los artículos de opinión y los anuncios en periódicos. Asimismo, hubo una importante propaganda por la radio, se impartieron charlas y hasta se colocaron carteles en las calles de muchas localidades para promocionar la medida.
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Se multiplicaron los anuncios en prensa con mensajes como «Solo merecerás el nombre envidiable y envidiado de español si los días 1 y 15 de cada mes cumples con un precepto religioso y una ordenanza, el Día del Plato Único», o «¡¡Españoles!! Mañana es el día del Plato Único dispuesto por el Gobierno Nacional. Cumplid lo ordenado para ayudar a los bravos que luchan por la Patria. ¡¡Arriba España!!». También se recordaba la finalidad de la iniciativa: «Acordaros de los que sufren. Que vuestro bienestar no os sirva de amnésico ante la desgracia de nuestros hermanos. Los huérfanos, las viudas, los impedidos, los menesterosos, tienen derecho en España a no vivir en la miseria. Para eso se ha instituido el Día del Plato Único en los días 1 y 15 de cada mes. El tributo equivalente de vuestra privación es obligatorio».
Enero de 1937 en San Sebastián
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Día 6 Comida: paella y un postre. Cena: carne con legumbres y un postre.
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Dia 13 Comida: huevos con arroz y un postre. Cena: Carne con macarrones y un postre.
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Dia 20 Comida: Cocido a la española y un postre. Cena: Carne guisada y un postre.
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Día 27 Comida: Paella y un postre. Cena: Carne asada con puré y un postre.
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Dias 3, 10, 17, 24 y 31 Los cinco lunes del mes quedaba absolutamente prohibido servir postre alguno en las comidas y cenas.
Julio de 1939
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Día 6 Comida: merluza en salsa y un postre. Cena: huevo con patatas y un postre.
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Día 13 Comida: Menestra y un postre. Cena: pescado en salsa y un postre.
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Día 20 A mediodía, huevo con patatas y un postre. A la noche, merluza en salsa y un postre.
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Día 27 Comida: Ave a la jardinera y un postre. Cena: huevo con patatas y un postre.
La picaresca llevó a que los hosteleros ampliasen el número de productos que ofrecían en el único plato que servían, «inventando» de forma involuntaria el denominado «plato combinado», tan popular actualmente en muchos establecimientos hosteleros, a pesar de no existir la crisis económica de la posguerra.
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Se celebraron comidas multitudinarias en restaurantes en el que se servía el plato único con el fin de que aumentara la recaudación total. Un ejemplo es el del 18 de enero de 1937 en el que se reunieron en Donostia más de doscientas personas. Fue organizada por la Guardia Cívica Nacional de San Sebastián (GCNSS) para homenajear al general de la Guardia Civil Ibáñez y al Marqués de Valenzuela.
Un férreo control sobre el Día del Plato Único
Hay que tener en cuenta que el Día del Plato Único no solo tenía una finalidad solidaria y patriótica, sino principalmente recaudatoria. Todas las familias debían colaborar, independiente de su situación social o económica. En el caso de las familias su ayuda era la «voluntad», si bien el Ayuntamiento y la Guardia Civil controlaban totalmente las donaciones de cada ciudadano. Por ejemplo, en Tolosa en 1937 el mínimo era de 1,5 pesetas por familia el día del Plato Único y de 0,5 el día del Postre Único, y los máximos de 25 y 5 pesetas respectivamente.
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En la antigua villa papelera el Ayuntamiento comprobaba los días 2 y 16 del mes las donaciones. Estas eran recogidas puerta por puerta por el personal encargado de las recaudaciones, y se entregaba un recibo personalizado. En otras localidades un sello se convertía en prueba de haber cumplido la normativa. El consistorio llevaba un estricto control de las donaciones ese día, del que luego informaba al Gobierno Civil. Al igual que en otros municipios, los ciudadanos no sabían si lo controladores del Día del Plato Único llegarían a sus casas al mediodía, por la tarde o a la hora de cenar.
Las personas y familias guipuzcoanas que no donaban nada o lo hacían por debajo de sus posibilidades eran denunciadas y sancionadas. En caso de no tener información económica sobre una familia, ésta era investigada por los alcaldes. Los restaurantes, pensiones y hoteles, estaban obligados a donar el 50% de los almuerzos y cenas, y el 60% del precio de las habitaciones.
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Tanto en San Sebastián como en otras localidades existían las 'señoritas recaudadoras', que iban de casa en casa. Si no hallaban en sus domicilios a los dueños para cobrar el impuesto, dejaban un aviso. En el caso de la capital, a los tres días se presentaba un miembro de la Guardia Cívica Nacional de San Sebastián (GCNSS)- entonces integrada en FET-JONS—. Si el impago fuese a causa de «mala voluntad», serían sancionados por el propio guardia.
Se publicaban notas como esta: «Los días 15, 16 y 17 del presente mes de febrero pasarán, de diez y media a una de la mañana, y de cuatro a seis de la tarde, por las oficinas del 'Plato Unico', Oquendo, núm. 10, todos los propietarios de hoteles, pensiones, bares, etc. para abonar el importe de las cuentas correspondientes a la primera quincena de febrero». «Advertimos a todos los que tengan alojados en sus pisos que están en la obligación de pagar el 40 por ciento de la pensión que cobran, por los días de 'Plato único'. Estarán sujetos a recargo todos los que no hubieran satisfecho el importe de sus cuotas dentro de los días señalados, 15, 16 y 17 de febrero. Los particulares que por cualquier circunstancia no les hayan cobrado las señoritas recaudadoras, deberán satisfacer sus cuotas en las oficinas hasta el día 20 del actual mes de febrero».
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Lógicamente, en la prensa se informaba de que la iniciativa estaba teniendo un gran éxito en Gipuzkoa. Se destacaba que el 15 de noviembre de 1936 se habían recaudado en el territorio 80.000 pesetas, de ellas unas 30.000 en San Sebastián. «Y eso que faltan del vecindario donostiarra más de un cincuenta por ciento de su vecindario», se podía leer en la prensa. También que los vecinos de Irun habían aportado 2.691,60 pesetas, «una cifra verdaderamente alta dado el estado de ruina y desolación en que dejaron a la ciudad las hordas rojas».
Sanciones y premios
En el territorio se recaudó más que Navarra y Álava juntas, ya que recogieron 45.000 y 30.000 pesetas, respectivamente. En julio de 1938 se recaudaron 342.983, 49 pesetas en Gipuzkoa y desde noviembre de 1936 el total era de 5.119.870,21 pesetas. Nuestro territorio seguía a la cabeza de las demás provincias. Ese mes particulares de San Sebastián aportaron 107.089,35 pesetas, de hoteles, pensiones, etc. se recibieron 117.330,69; de donativos y varios 10.377, 55. De las localidades guipuzcoanas se ingresaron 106.185,90 pesetas
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Pese a estos datos, lo cierto es que hubo personas que se negaron a secundar esta iniciativa. Se les amenazaba con figurar en listas negras de «malos patriotas» o «insolidarios con la patria». Cientos de ciudadanos fueron sancionados por no cumplir las órdenes gubernamentales. En ese sentido, destaca que en febrero de 1937 se impusieron dos multas de 250 pesetas en Donostia, a un vecino de la calle San Jerónimo y a la dueña de una pensión de la plaza del Buen Pastor por no contribuir en el Plato Unico debidamente. Ese mismo año una vecina de Errenteria recibió una sanción de 25 pesetas por no pagar la contribución. Trabajaba en una empresa local y escribió una carta al Gobierno Civil argumentando que, a pesar de eso, no podía pagar la multa. El alcalde, al contrario, tenía la opinión de que la mujer tenía «otras razones» para no pagarlo. Le reprochó que debido a sus opiniones era nacionalista y que una autoridad militar le había retirado anteriormente el permiso para trasladarse a Irun. Al final, el gobernador civil se ratificó en la multa.
En Astigarraga un hombre fue sancionado con una multa de 500 pesetas por resistirse en más de una ocasión a pagar la cuota. Debía ser «más rojo que Stalin», como se decía en la época. El Gobierno de Franco era consciente de que no solo la población humilde era reacia. Denunció que había «gentes acomodadas» en la Zona Nacional que no cumplían con el Día del Plato Único o entregaban «cantidades irrisorias», por lo que decidió que se publicaran los nombres de los infractores tanto en la prensa como en la radio.
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Por contra, el buen cumplidor recibía una medalla hecha en metal plateado. Pendía de una cinta con franjas moradas y blancas verticales. En su anverso aparecía una cruz que llevaba grabada la palabra «caridad» y ante ella un hombre barbudo entre una niña y un niño, en ademán de atender a este último. Al pie, la leyenda «Ni un hogar sin lumbre, ni un español sin pan. Franco». En el centro del pasador estaba el escudo de Gipuzkoa.
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