Los cañones de agosto truenan en San Sebastián
La Gran Guerra llega a San Sebastián
Pocos eran los que, al filo del año 1914, con altas responsabilidades políticas, o algo de información y buena formación, pasaban por alto que pronto ... habría una guerra de consecuencias imprevisibles.
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Así en la correspondencia de donostiarras eminentes como el duque de Mandas, diputado, senador, ministro, embajador de España… se trasluce a menudo esa preocupación por un conflicto general que se sabía cómo podía empezar pero no cómo acabaría.
Era ese un presentimiento que, en efecto, se acrecentaba en correspondencias de políticos destacados -como era el caso de Mandas- a medida que moría el siglo XIX y llegaba el XX.
El pronóstico se confirmó en 4 de agosto de 1914. Habían pasado entonces, según algunas fuentes, exactamente 37 días desde que el heredero del doble trono del Imperio Austro-Húngaro fuera asesinado en Sarajevo por un estudiante nacionalista serbio: Gavrilo Princip. Esa primera chispa hizo caer, como fichas de dominó alineadas, un complejo sistema de pactos y alianzas entre las principales potencias europeas que, en ese mes escaso entre junio y agosto, acabó llevando a la Gran Guerra temida por unos y esperada por otros.
España desde 1823 había quedado sumida en sus propios problemas internos y, por tanto, bastante al margen de esa cadena de intereses políticos y bélicos. Así probablemente se esperaba que sería neutral en un conflicto de esas características, pese a que el rey español estaba emparentado tanto con germanos como con británicos, las dos principales potencias que se iban a masacrar en breve, cuando empezaron a atronar esos cañones de agosto que dieron título a un libro de la historiadora Barbara W. Tuchman.
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Justo en esos momentos, esa Familia Real, puesta en el disparadero, veraneará en San Sebastián, como todos los años desde que Isabel II acudiera a poner de moda los «baños de ola».
¿La Bella Easo así pues podría continuar disfrutando de su plácido, brillante veraneo… gracias a esa esperable neutralidad de España? ¿O, por el contrario, los inquilinos de ese Palacio de Miramar que vigilaba benévolo una bahía de La Concha llena de trajes de baño hasta la rodilla, elegantes chaquetas de verano a franjas, pantalones de dril blanco y canotiers, decidirían convertir aquello en otro campo de batalla como los que pronto aparecerían en el Báltico o en Galípoli?
Como siempre la Prensa guipuzcoana de la época resulta una guía infalible para responder a esas preguntas que la Historia suele plantear.
La Prensa guipuzcoana y el comienzo de la Gran Guerra
Las bien surtidas hemerotecas digitales no ofrecen ninguna portada de EL DIARIO VASCO que coincida exactamente con el 3 o el 4 de agosto de 1914, que será el momento en el que las negociaciones diplomáticas fracasen y la movilización sea inevitable. Y con ella la tan temida, y también esperada, Gran Guerra.
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Sí es fácil en cambio encontrar en la Hemeroteca Municipal donostiarra el número de 'La Voz de Guipúzcoa' que recogía el día 3 la noticia de que la guerra era ya, más o menos, inevitable.
Los titulares de ese periódico son elocuentes. Así en primera plana se dice que «EL CONFLICTO EUROPEO» ha desembocado en «Hostilidades por todas partes» y que los alemanes ya habían empezado sus avances.
Bajo esos titulares de esa primera plana de 'La Voz de Guipúzcoa' habían otros donde ese periódico entraba ya en cuestiones de opinión sobre ese que llamaba «conflicto europeo». Así, decía en titulares más pequeños que comenzaba la que calificaba de «tragedia europea». Una en la que Alemania luchaba por su supervivencia. Añadía a eso este periódico republicano donostiarra que los rusos no estarían preparados hasta finales de agosto y que todo esto se había convertido en guerra europea porque así lo querían tanto Francia como Gran Bretaña…
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En ese tono lo contaba una extensa noticia a dos columnas y media firmada por «FRANTONIO». En ese espacio de primera plana este periodista de 'La Voz de Guipúzcoa' se mostraba muy bien informado de lo que había estado ocurriendo desde el incidente de Sarajevo, haciendo referencia a su crónica de la semana anterior en la que había seguido las gestiones diplomáticas que buscaban evitar la guerra.
Un esfuerzo que se había estrellado -esa es la palabra que el periodista donostiarra empleaba- contra la actitud del gabinete de Berlín, centrado en evitar parecer alineado con potencias como Italia o Gran Bretaña para presionar al gobierno de Viena con el fin de evitar la guerra.
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Añadía a eso «FRANTONIO» que mientras se llevaban a cabo esas conversaciones, la movilización rusa había finalmente obligado a Alemania a movilizarse a su vez, desembocando todo en lo que este periodista califica de «gran catástrofe».
Sin embargo había en esa crónica lugar para tranquilizar algo a los graves caballeros que, veraneando en San Sebastián, podían leer todo esto en 'La Voz de Guipúzcoa' sentados a las mesas del Café Suizo, dudando de si la neutralidad española seguiría tan firme como la del país que daba nombre a ese célebre establecimiento donostiarra.
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Así, a lo dicho el periodista de 'La Voz de Guipúzcoa' añadía que, pese a todo, los alemanes se habían movilizado sólo para una guerra corta, similar a la que Bismarck había ganado contra Austria en 1866, terminada en cuestión de semanas con la derrota austríaca. Por tanto «FRANTONIO» se sentía autorizado a transmitir que la ofensiva alemana concluiría entre agosto y septiembre, antes de que llegasen las nieves de octubre que detendrían toda operación militar.
Sin embargo, en un modélico ejercicio de periodismo, concluía ese periodista esa larga crónica de 3 de agosto de 1914 para sus lectores donostiarras y guipuzcoanos indicando que todo eso eran sólo hipótesis, que Francia estaba dispuesta a generalizar el conflicto por su afán de revancha, sin seguir el ejemplo de Italia que se mantenía a la expectativa. Todo ello mientras el Papa Pío X trabajaba para evitar la guerra junto con una Gran Bretaña que, sin embargo, era azuzada a la guerra por su Prensa al temerse que si Francia entraba en guerra y era derrotada tuviera que ceder a los alemanes territorio en Calais que amenazase directamente a las costas de Inglaterra. Un ambiente cargado, contradictorio, donde además el primer ministro español, el vitoriano Eduardo Dato, ya aseguraba, sin embargo, que la ruptura era oficial y la guerra, al menos entre rusos y alemanes, un hecho.
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Poco más podía añadir a esto el periodista de 'La Voz de Guipúzcoa'. Salvo que en ese momento, en esos comienzos del mes de agosto de 1914, no se podía saber cuánto de esto se haría realidad, o no, en los próximos meses. Aunque para «FRANTONIO» ya quedaba claro que la afirmación de que las grandes alianzas de potencias harían imposible una guerra como aquella, había resultado fallida. Pues se estaba viendo que esas alianzas eran justo las que llevaban al enfrentamiento inevitable.
Algo que constataba claramente la portada de EL DIARIO VASCO de 19 de agosto de 1914.
Sus titulares ya no tenían nada de tranquilizador: los austriacos ocupaban en esos momentos Starabozyna, la escuadra alemana estaba ante Noruega y los turcos habían derrotado a los británicos en el Canal de Suez...
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