Dos miembros de los bomberos de Donostia, en plena tarea de limpieza. R. B.

Un 'batallón' de guipuzcoanos se despliega por Valencia

Bomberos, ertzainas, sanitarios, protección civil y hasta dos operarios del Añarbe componen la ola de voluntarios que han viajado para ayudar

Javier Guillenea

San Sebastián

Viernes, 8 de noviembre 2024, 01:00

Joseba Rodríguez y Daniel Da Cruz son dos trabajadores de Aguas del Añarbe que desde el pasado martes trabajan como voluntarios en las localidades ... afectadas por la DANA de la comunidad de Valencia. No son los únicos. Allí se han encontrado con guipuzcoanos como ellos que también se han desplazado hasta el lugar para ayudar. Bomberos, sanitarios y ertzainas son la punta de lanza de una ola a la que se han sumado Joseba y Daniel. Con el apoyo de un camión cisterna con bomba y un depresor para succionar agua, estos dos operarios tienen el cometido de «limpiar todo lo que se pueda», que es mucho. Estos días han trabajado en lo que queda de un centro de salud de Aldaia.

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Cuando Aguas del Añarbe solicitó voluntarios para viajar a Valencia para participar en las tareas de limpieza, Joseba y Daniel no se lo pensaron dos veces y dieron un paso al frente. El martes a primera hora de la mañana, los dos partieron en su camión rumbo hacia la zona devastada por las inundaciones. A primeras horas de la tarde llegaron a Alfafar, donde Protección Civil les asignó los lugares que tenían que limpiar.

Al comenzar su viaje sabían lo que les esperaba en su destino o, al menos, creían saberlo. Lo había visto en todas las televisiones y medios de comunicación, que desde el día de la tragedia no han parado de informar sobre lo ocurrido. Pero lo que encontraron era mucho peor de lo esperado. Lo primero con lo que se toparon fue con «atascos monumentales para entrar en los pueblos». Y después un escenario que se parecía mucho al de una guerra. En los cruces, dirigiendo como podían el tráfico, había policías llegados de todos los puntos de España. «En un cruce estaba uno de Madrid, en el siguiente otro de Galicia, hemos venido de todos los lados». «No nos imaginábamos lo que hemos visto, no tiene nada que ver con lo que sale en las noticias de la televisión. La desolación, el escombro que hay en la calle, es espectacular. Todos los garajes, locales y sótanos están inundados. En algunos sitios el agua todavía llega a tres metros de altura».

Su primera tarea fue la de limpiar las conducciones en Alfafar, donde «tienen un regato que atraviesa todas las arquetas del pueblo y la riada lo ha taponado todo». Después, les adjudicaron un nuevo destino.

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La cuadrilla

«Desde que llegamos no hemos parado ni un momento», dice Joseba en un momento de descanso para comer en el puesto que ha montado en Aldaia la ONG Central World Kitchen, del cocinero José Tomás. «Ayer comimos patatas a la riojana, que estaban buenísimas, y hoy nos han dado fideuá». Junto a él también se toman un respiro varios ertzainas guipuzcoanos con los que se han encontrado y que también participan en las tareas de limpieza. «No te lo puedes creer, nos hemos juntado con la Ertzaintza y estamos limpiando un sótano con ellos. Han venido de Donostia, Astigarraga, Andoain y Urnieta. Estamos como en casa», dice Joseba entre risas.

La nueva cuadrilla trabaja para despejar un sótano del centro de salud de Aldaia que servía como almacén y zona administrativa. Todo eso se lo llevó la riada. Lo que no ha sido arrastrado por las aguas al exterior ha quedado dentro. «Del ambulatorio ya no queda nada sano, nada, ni siquiera las puertas». El lugar es ahora un agujero inhóspito y peligroso en el que la falta de luz se ve suplida por lámparas frontales en la cabeza y «uno o dos focos» de quienes se aventuran en él. La imagen que ofrecen los voluntarios en su interior mientras rebuscan entre el lodo es fantasmal, pero Joseba y su compañero ya están habituados a ella. «En mi trabajo nos metemos en pozos a diez metros de profundidad y está más oscuro», dice.

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A lo que no están acostumbrados es al sonido que hacen sus pisadas cuando caminan en el sótano entre el barro y el agua para colocar la manguera que tratará de succionar todo lo que arrastró la riada. Es el ruido de los frascos de medicina que rompen al caminar. «Estamos recogiendo cientos de vacunas, jeringuillas, frascos de medicinas, compresas, vendas y uniformes». Los restos más pequeños los succiona el depresor de su camión, pero los más grandes, los que no caben por la manguera, hay que retirarlos de forma manual y con mucho cuidado para no sufrir ninguna herida. «Los medicamentos evitarlos tocarlos, con una escoba lo acercamos hasta el succionador y dejamos que lo chupe el camión». Además, también se encuentran «con ordenadores, CPUs, máquinas para hacer electrocardiogramas, mesas...», todo lo que había en el interior del centro de salud.

En esa sopa de barro, sustancias químicas, cristales y agua envenenada tienen que desenvolverse los voluntarios con sumo cuidado para no sufrir ninguna intoxicación, y para ello debe extremar sus medidas de seguridad. Cada dos horas salen al exterior para respirar aire limpio y a las mascarillas, guantes y botas se les añade «detectores de gas y para comprobar si hay falta de oxígeno o algún gas en el aire como sulfhídricos».

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Embarrados

Su jornada 'laboral' es de «unas ocho o nueve horas». Cuando acaban su tarea diaria salen del sótano «embarrados desde el cuello a las katiuskas. Nos limpiamos entre todos con el camión, que tiene un depósito de agua limpia y una manga independiente de cualquier sistema», explica Joseba. Después, una vez aseados, trasladan todo el material que han recogido hasta un vertedero improvisado habilitado en las afueras de la localidad para depositarlo allí sin ningún tipo de riesgo.

Cuando terminen de limpiar el centro de salud de Aldaia, los dos compañeros de Aguas del Añarbe quedarán a la espera de que Protección Civil les encomiende un nuevo destino. Trabajo no les va a faltar. En principio regresarán a casa este fin de semana, pero nunca se sabe. «Nos han dicho que igual esto se alarga hasta el domingo de la semana que viene. De momento tenemos fuerzas. Aquí se come bien y la gente es muy amable, nos ha recibido muy bien», dice Joseba junto al puesto de José Andrés.

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– A ver si vas a volver con cuatro kilos más.

– No lo creo, los kilos los gasto cuando bajamos al sótano.

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