Menos fieles, más higiene y seguridad
Los templos de Gipuzkoa, preparados para cumplir las normas que les permitirán restablecer este lunes el culto público
Las iglesias de todos los territorios que este lunes se adentran en la Fase I podrán reabrirse al culto público, adoptando para ello una serie ... de medidas orientadas a evitar la propagación del Covid-19. La referencia a la que deben remitirse los templos católicos guipuzcoanos es el decreto emitido el pasado miércoles por el obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, cuyas disposiciones se basan en el acuerdo consensuado entre el Gobierno Vasco y los titulares de las tres diócesis vascas y un documento previo de la Conferencia Episcopal.
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En todos los casos, se trata de adaptar las normas generales a las peculiaridades de cada templo y cada celebración. Es lo que han hecho estos días en las más de 200 parroquias que suman los seis arciprestazgos que, tras la última reforma, componen la Diócesis de San Sebastián. Por ejemplo, en la parroquia de la Asunción de Nuestra Señora de Zumarraga, o en la de San Ignacio de Loyola, del barrio donostiarra de Gros , cuyos párrocos -Pedro Lascurain y Mikel Aranguren, respectivamente- afirman estar preparados para empezar a retomar, con toda la prudencia del mundo, una vida parroquial que, en cualquier caso, no se ha interrumpido del todo. «Llevamos ya varios días preparándonos, y eso los da mucha tranquilidad», afirma Mikel Aranguren.
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Se trata de dos templos de gran porte y capacidad de acogida, separados sin embargo por casi tres siglos y por el tamaño de actual de las comunidades parroquiales a las que sirven, bastante más extensa en el caso de la parroquia donostiarra. Ninguna ha permanecido inactiva durante el confinamiento, y ha conseguido mantener parte de la actividad parroquial por vías no presenciales. «Atendiendo a la gente de otra manera, sobre todo por teléfono», como indica Pedro Lascurain. Mikel Aranguren , además de responder de modo similar a la dinámica de una parroquia que «desde el primer momento tuvimos claro que no se iba a cerrar», ha tenido que dar respuesta a un inesperado aluvión de peticiones de ayuda «de familias en situación de extrema gravedad» que, con los sistemas de asistencia colapsados, no encontraban otras opciones. «Ha aflorado una realidad nueva, de gente que tenía trabajo y de la noche a la mañana se quedó sin nada», lamenta. En las últimas semanas han atendido a 400 familias procedentes de 20 países distintos.
Extremar la limpieza
Pese a las dificultades, ambos, al igual que el resto de los párrocos, han podido acondicionar sus iglesias para que mañana, con las restricciones previstas, puedan volver a acoger a los fieles. Las dos iglesias se han limpiado y desinfectado a fondo, y ya han establecido el protocolo para que en las próximas semanas esa sea la norma después de cada ceremonia.
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Tanto Aranguren como Lascurain insisten en que la seguridad es prioritaria, y también coinciden al recomendar a los feligreses de más edad o a los enfermos que, por el momento, permanezcan en sus casas y esperen un poco más antes de retomar sus costumbres. Para su tranquilidad, la dispensa del precepto dominical ha sido prorrogada.
Aunque la norma es la misma para todos, cada iglesia ha tenido que establecer el número máximo de asistentes a las celebraciones e idear la manera de acomodarlos para respetar la distancia entre personas. En Zumarraga prefieren asegurar: «Un tercio del aforo serían unas 150 personas, pero vamos a señalar unas 100 o 120 plazas», indica Pedro Lascurain. Lo harán precintando filas alternas de bancos. y sentando a los fieles de manera que entre ellos medien los dos metros de rigor. En San Ignacio, donde también han establecido el número máximo de asistentes en torno a las 120 personas, han optado por el 'tresbolillo': en una fila se ocupan los extremos, y en la siguiente el centro, sentándose en los puntos marcados.
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A la hora de asignar asiento a los asistentes, tal como lo están siendo en la limpieza y acondicionamiento de los templos, serán fundamentales los voluntarios, que también ordenarán las entradas y salidas y dispensarán productos desinfectantes. Son, en los dos casos, personas vinculadas a la vida de la parroquia, si bien San Ignacio cuenta también con el apoyo de varios novicios jesuitas que, además de realizar otras tareas, ayudarán a dar la comunión.
Porque ese momento, «el más delicado de la Eucaristía», como afirman ambos, por la proximidad a la que obliga, también admite distintas soluciones. En Zumarraga lo harán del modo habitual, dando la opción de tomar la forma -utilizarán formas grandes, «más cómodas»- en la mano o en la boca, con el sacerdote pronunciando para sí el «cuerpo de Cristo» para evitar emisiones. En la parroquia de San Ignacio, se podrá comulgar en el mismo banco.
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En cuanto a la mascarilla, que no es obligatoria, no la llevarán mientras ofician, pero son firmes defensores de su uso, y se lo recomendarán a los feligreses que a partir de mañana regresarán a unas celebraciones -los dos tienen previsto mantener el horario habitual, aunque en San Ignacio no se descarta algún ajuste para distribuir mejor la asistencia- más sobrias, menos concurridas y muy volcadas en la seguridad.
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