A la espera de las dosis en las residencias

Desde que Elena Aranegui se enteró de que los usuarios de residencias de mayores como ella iban a ser de los primeros en recibir la vacuna contra el Covid-19 siente «alivio». Esta residente del centro San Andrés de Eibar, que en estos momentos no cuenta con ningún positivo, tiene «esperanza de que la vacuna pueda reducir los contagios a largo plazo». Es «optimista» por naturaleza y aunque a sus 86 años asegura estar «preparada tanto para la vida como para la muerte» confía en que «el pinchazo me haga quedarme más tiempo aquí, jugando al bingo y charlando con los compañeros». Hace tres años que falleció su único hijo y pese a que recibe la llamada de su nieta «a diario» y visitas «a menudo», espera que con la vacuna «podamos volver a relacionarnos como antes. Puede que tenga efectos secundarios, pero a mí también me causa malestar la vacuna de la gripe. Prefiero prevenir el coronavirus y lidiar con la fiebre o molestias que me surjan tras vacunarme que arriesgar a cogerlo», reflexiona al otro lado del teléfono después de haber terminado la partida vespertina de bingo.

Para Amparo Muñoz, residente de Lamourous, poder vacunarse contra el virus supone «la libertad de poder salir y andar por la calle sin mascarilla», que a ella, asegura, le agobia «una barbaridad». Solo pensar en que pueda llegar este momento «ilusiona mucho» a Amparo, que «claro» que se pondrá la vacuna. «Si me lleva al otro barrio, me aguanto», ríe. Después de «todo el sufrimiento de estos últimos meses es hora de poder vacunarnos, tanto nosotros como los enfermeros y sanitarios que nos atienden», reflexiona Amparo desde la sala de estar del recurso, donde, pese a las circunstancias, se encuentra «muy bien». «Solo quiero que me dejen salir, aunque comprendo que hay que tomar medidas para evitar los contagios». Por eso se muestra convencida de que la vacuna será la solución a esta pandemia y no ve el día en que esté inmunizada.

Antonio y Beatriz Rosales tienen a su madre, Loli de la Fuente, en Txara I. «Si coge el Covid no sabemos qué le puede pasar, preferimos ni imaginarlo. Bastante mal lo hemos pasado estos meses atrás...», reconocen estos hermanos, que aprovechan cada turno de paseo para ver a su ama, de 99 años. «Estamos muy contentos con que se haya decidido que los más vulnerables se vacunen primero. Sabemos que la vacuna no va a cambiar la situación de la noche a la mañana, en febrero seguiremos en una pandemia, pero tener a nuestra madre vacunada es un alivio», coinciden. Sobre los efectos secundarios de los que habla parte de la sociedad -«a muchos conocidos no les convence»-, dicen que «hay muchos medicamentos que te causan fiebre o dolor de estómago y no los dejamos de tomar. Se ha investigado mucho para sacar adelante esta vacuna por lo que confiamos en su efectividad y cuando nos ofrezcan vacunar a la ama daremos el consentimiento».

A día de hoy, la vacuna se muestra como la única solución para hacer frente a la pandemia, pero todavía hay a quien esta idea «no convence. Mi madre es de riesgo, hace tiempo que le dio un ictus y ni habla ni apenas se mueve, pero no quiero vacunarle», apunta Marian Berasaluce. Su ama, Carmen Martínez, vive una situación «muy especial y delicada» y Marian siente «miedo a que la vacuna pueda causarle efectos adversos. Bastante tiene con lo suyo». De momento, «si cabe la opción prefiero prescindir de la inyección».

Sonia Etxebarria es clara: «Estoy totalmente a favor de que la campaña de vacunación priorice a los mayores de residencias y las trabajadoras, el virus se ha cebado con ellos». Su ama es usuaria del recurso eibartarra San Andrés y al ser una persona «muy vulnerable», considera que la mejor opción es que reciba la inyección «cuanto antes». Igual de importante es que el personal del centro «esté protegido contra el virus. Al final por su trabajo comparten el día con las personas que más posibilidades tienen de sufrir una complicación de la enfermedad, por lo que cuanto más hagamos por prevenir mejor. Desde marzo a junio hemos estado sin ver a la ama y no queremos que se tenga que repetir esto».

Silvia Piqué tiene dos familiares en la residencia Lamourous de Donostia y ve con muy buenos ojos que la campaña de vacunación dé comienzo en estos recursos. «Son de los sitios más vulnerables y donde más muertes ha habido. Es necesario empezar por ellos», asegura. Ella ha vivido muy de cerca el horror del Covid en los geriátricos. Aunque en la primera ola Lamourous no tuvo contagios, en la segunda sí ha registrado alguno, pese a que en estos momentos está limpia de Covid. «Lo hemos pasado muy mal. Al no poder entrar es más difícil de llevar. En casa te desesperas». Visto lo visto, Silvia cree que «la vacuna puede ser la solución o, al menos, tendremos que probar. No hay otra alternativa»

Para la directora de Lamourous, Eli Abad, que se haya pensado en las residencias de mayores como lugar donde dar comienzo a la vacunación contra el Covid da «cierta tranquilidad y seguridad», además de que es «un reconocimiento, sobre todo para las personas que viven en las residencias». Cree que «la solución pasa por la vacunación. Es lo que dicen los científicos y las autoridades y me lo creo. Estoy segura de que será así. Después de todo lo cansados que estamos, saber que la vacuna está aquí nos hace ver la luz que nos ha faltado en ocasiones». Eli ha aprendido a «no proyectar. Nuestro futuro más inmediato es la vacuna y después ya nos dirán los pasos a seguir».

«En estos momentos no veo la solución en la vacuna, quizá más adelante sí. Desde que aplicamos todas las medidas, en esta segunda ola no hemos tenido casos. Lo que hay que hacer es tomarnos en serio las medidas de seguridad para evitar la expansión del virus». Así se expresa Itziar Basurto, trabajadora del centro San Andrés de Eibar, sobre la campaña de vacunación que comenzará en unas semanas en las residencias de mayores de Gipuzkoa. «No tengo dudas de que sean buenas y efectivas, pero creo que todavía es pronto».