El pase Covid, a medio gas en Iparralde
La decisión de París de dar una semana de adaptación suaviza la entrada en vigor de la obligatoriedad de presentar el certificado sanitario para poder consumir en bares o viajar
Como el resto de Francia, Iparralde amaneció ayer con la incertidumbre de saber cómo sería el primer día con la obligatoriedad de presentar el pasaporte ... Covid para poder consumir en los establecimientos de hostelería (interiores y terrazas), entrar en hospitales y residencias o hacer viajes de largo recorrido en bus, tren o avión. El cambio no fue tan drástico como se podía prever. La decisión del Gobierno galo de conceder una semana de 'adaptación' para que empresas y establecimientos se amolden a los nuevos requisitos de control para tratar de contener la expansión del coronavirus, hizo más llevadero a hosteleros y clientes la entrada en el nuevo escenario.
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En la terraza del Café Hegoa, en el edificio del antiguo casino sobre la playa de Hendaia, el donostiarra Jordi Ferrer, asiduo visitante de la localidad fronteriza, disfruta de un vino minutos antes del mediodía.
«No sabía que entraba hoy en vigor esa obligación, pero tampoco me supone un problema. Lo enseño y punto», relata admitiendo que al acceder al establecimiento «me han preguntado si tenía el pasaporte Covid, les he dicho que sí y me han dejado pasar».
Pase sanitario francés
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Dónde
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En expansión Primero se exigió, desde el 9 de junio, para acceder a discotecas y eventos de más de 1.000 personas. El 21 de julio se extendió a cualquier recinto o acto cultural, deportivo, religioso o festivo con más de 50 personas. Desde ayer, se añaden establecimientos hosteleros (interiores y terrazas), hospitales, residencias de ancianos, establecimientos médico-sociales, y viajes en aviones, trenes y autocares de larga distancia. También centros comerciales de más de 20.000 metros cuadrados, a criterio de la Prefectura. En Iparralde, por ahora, no.
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Cuánto tiempo
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Vigencia Hasta el 15 de noviembre, de momento.
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Sanciones
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Certificado falso De 135 a 750 euros para el defraudador y para quien le ha facilitado su pase. De 200 a 1.500 euros en caso de segunda infracción. Hasta seis meses de prisión y 3.750 euros por tres infracciones en 30 días.
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Incumplimiento de control De 1.000 a 1.500 euros. Un año de prisión y hasta 9.000 euros de multa si se constatan más de tres infracciones en menos de 30 días.
Durante los siguientes minutos los camareros preguntan a los clientes que buscan una mesa si disponen del certificado, y con la simple respuesta afirmativa que ofrecen todos ellos, autorizan el acceso al local. Cuestionados por este control tan laxo, explican que «el Gobierno ha dicho que esta semana es de aclimatación, por lo que por ahora tampoco vamos a ser muy exigentes y no vamos a impedir entrar a nadie porque no lo tenga», anticipan. Eso sí, el local tiene todo dispuesto con los lectores de código QR de cara a la semana que viene, cuando en teoría la obligación se volverá más estricta.
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El riesgo de la suplantación
La medida ha generado malestar entre los hosteleros franceses, que recuerdan que la necesidad de pedir el pasaporte supondrá «más carga de trabajo para los camareros» y que es una labor que no les corresponde. «Somos hosteleros, no policías», es la queja principal. A ello se unen las dudas sobre la efectividad. «No podemos pedir el DNI al cliente porque no estamos autorizados. Cualquiera puede entrar al local con un certificado de otra persona», advierte otro hostelero hendayés, que pide mantener el anonimato.
Si en la hostelería el pasaporte obligatorio ha llegado a medio gas, también lo ha hecho en el transporte. Patxiku y Maiana acaban de llegar a Hendaia en el TGV procedentes de París. A la pregunta de cómo han sido los controles en el tren, estos vecinos de Biriatou responden que «inexistentes». Entre sorprendidos e indignados, aseguran que «nadie nos ha pedido el pase sanitario.
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Ni en la estación de París, ni en el tren, ni ahora al llegar a destino». Antes de coger el tren, llegaron a la Ciudad de la Luz en avión. «En los aeropuertos sí hemos tenido que mostrar el certificado», recalcan comparando las medidas de control en uno y otro tipo de transporte.
Ese tren es el que iba a coger en sentido opuesto el pamplonés Alejandro Sainz, de regreso a la capital francesa, donde trabaja, tras las vacaciones. Desconocía que ayer entraba en vigor la obligatoriedad de portar la prueba de inmunidad para hacer viajes de largo recorrido.
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Vacunado «desde hace tiempo», tiene su pasaporte Covid al día, por lo que no es algo que le preocupe o altere sus planes. «Pensaba que me lo iban a pedir en la frontera y no lo han hecho. Si me lo reclaman al subir al tren, lo enseño y ya está». Se muestra favorable a la medida, aunque matizando que «siempre que las PCR para quien no haya podido vacunarse todavía sean gratis como en Francia, y no cuesten 100 euros, como en España».
También con el certificado digital listo aguardan François y Julie Bouton, un matrimonio parisino que regresa a casa tras pasar unos días en San Sebastián junto a su hija Zoe. Esta última no dispone del pase sanitario, aunque tampoco le hace falta para viajar porque en su caso va a Burdeos en un tren regional, en el que el pasaporte no es necesario.
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Como muchos otros franceses, esta familia refleja un sentimiento ambivalente ante la medida. «Por un lado es excesivo impedir a alguien viajar por no estar vacunado o no tener un test, pero por otro lado, algo hay que hacer, porque hay que tratar de cortar la pandemia y hacer que la gente se vacune».
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