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Izaro Agirrebeitia e Iñaki Gómez, en Tolosa, días antes de viajar a Polonia para reunirse con Maryna, su gestante, que ha tenido que huir de su país por la guerra Royo
Gestación subrogada

La cigüeña viene de Ucrania

Los tolosarras Iñaki Gómez e Izaro Agirrebeitia serán padres el próximo 13 de junio de una niña por gestación subrogada

Lara Ochoa

San Sebastián

Martes, 12 de abril 2022, 06:22

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Ser padres es la mayor ilusión de Iñaki e Izaro. Tras un «duro» camino para tener descendencia que iniciaron hace seis años, el sueño de esta pareja tolosarra está a punto de hacerse realidad. Su «gran proyecto vital» se llamará Maddi y nacerá el próximo 13 de junio. Aunque no como lo habían imaginado. Tras recuperarse física y psicológicamente de varios abortos, recurrieron a la gestación subrogada para convertirse en aitas. Pero cuando «por fin» parecían ver la luz al final del túnel gracias al «gran favor» que les está haciendo Maryna, Izaro Agirrebeitia e Iñaki Gómez han tenido que sobreponerse a un último revés. La guerra en Ucrania despertó sus peores pesadillas. «¿Otra vez vamos a perder otro bebé? No puede ser», se repitieron durante días.

«El tema de los niños ha sido nuestro punto débil», comienza a narrar Izaro. Su útero rechazó tres embriones a las seis semanas de gestación. La última vez, en diciembre de 2020. Dijeron basta. Pero su deseo de ser padres seguía intacto. «La tercera vez fue muy duro y empezamos a pensar en formar una familia de una manera que no fuese tener un hijo biologico de los dos», explica Iñaki.

Tras descartar la adopción por tratarse de un proceso «muy complicado y largo», optaron por la gestación subrogada, una práctica, no exenta de polémica, mediante la cual una mujer se compromete, con o sin compensación económica mediante, a gestar un bebé para otros y a cuyos derechos de filiación renuncia.

A través de internet comenzaron a familiarizarse con un término hasta ese momento desconocido para ellos. «Es un tema del que no se habla mucho. Como te queda lejos y piensas que no te va a tocar...», reflexionan. No fue hasta conocer a una pareja guipuzcoana en su misma situación y con la que pudieron compartir información en primera persona sobre esta técnica de reproducción asistida cuando decidieron dar el paso.

«Con la máxima ilusión», hace un año esta pareja tolosarra se trasladó a Kiev para iniciar el proceso. Así, mientras la Real Sociedad y el Athletic se jugaban el título de Copa en La Cartuja, ellos se preparaban para afrontar el partido de su vida. Iñaki dejó en la agencia que gestiona estos casos una muestra de esperma y otra de sangre para la futura prueba de paternidad. Tras cinco días de turismo en una ciudad confinada por el Covid, volvieron a Tolosa a la espera de noticias. En pocas semanas les confirmaron que «todo estaba bien», recuerdan con alegría Iñaki e Izaro, que a sus 38 y 41 años respectivamente, están deseando estrenarse como aitas, aunque no son ajenos al debate moral y legal que esta técnica suscita.

Limbo jurídico

La controversia entre quienes defienden una gestación subrogada «libre, ética y controlada» y quienes la critican por «mercantilizar» a la mujer y a los bebés lleva años instalada en la calle. El Supremo ha abierto el debate esta misma semana al considerar, tras un bebé gestado en México, que los contratos de gestación subrogada son nulos de pleno derecho porque vulneran los derechos fundamentales de la gestante y el bebé, y concluye que el reconocimiento de la relación de filiación a la madre no biológica debe obtenerse por la vía de la adopción.

La gestación subrogada no es legal en España, pero tampoco hay norma que impida llevarla a cabo en el extranjero y regresar a casa con el bebé. En este limbo jurídico, se estima que cada año 250 vascos tienen un hijo por gestación subrogada, una práctica extendida en otros países.

EE UU fue el pionero hace tres décadas, mientras que Ucrania es el referente a nivel europeo. «Solo en Kiev igual hay unas 40 clínicas diferentes que se dedican a ello», indican. Iñaki e Izaro eligieron una de ellas, «con todas las garantías» de que se trata de un proceso «controlado» de principio a fin. «Igual es verdad que en todos los países no se hacen las cosas bien. Nosotros teníamos claro que queríamos las cosas bien hechas y sin perjuicio de las personas que nos ayudan. En Ucrania cuidan bien a las gestantes, estamos muy tranquilos», indica Iñaki.

A pesar de tratarse de un asunto delicado, no hay que pasar por alto que el factor económico es otro condicionante, ya que la diferencia entre países puede superar los 150.000 euros. En Ucrania un programa que garantice el embarazo ronda los 50.000 euros, frente a los 200.000 euros de media en EE UU, unas cifras a las que hay que sumar viajes, alojamientos, seguros...

Pero disponer de poder adquisitivo no es suficiente para acceder a un programa de gestación subrogada. También hay que cumplir unos requisitos que varían en función de cada país. En Ucrania, la gestación subrogada solo es posible para una pareja heterosexual, que esté casada y que acredite medicamente la imposibilidad de tener hijos de manera natural. Además, como mínimo el futuro padre debe aportar su material genético al futuro embrión.

Así lo hizo esta pareja tolosarra, que recurrió a una donante de óvulos para formar el embrión. «Nos daban la opción de hacerlo con los míos, pero lo descartamos. En nuesto caso no sabemos el motivo médico de los abortos, pero decidimos hacerlo así porque no queríamos arriesgarnos y llevarnos otro palo. Es muy duro perder hijos, y ya tres... A veces hay que saber parar por salud mental y física», se sincera Izaro.

Por eso, será Maryna quien dé a luz a Maddi. La gestante no aporta su carga genética al bebé, es decir, no es su hijo biológico. «Esto a nivel legal facilita las cosas, anque esté todo por escrito en los contratos», explica Iñaki.

Al igual que en el caso de los futuros padres, no cualquier mujer puede ser donante de óvulos o gestante. «Tienen que ser mujeres casadas, que tengan hijos biólogicos y dispongan de un buen estatus económico. Se curan en salud, cualquiera no puede gestar. En Ucrania está muy controlado para que no lo hagan por dinero», aseguran.

Maryna, que afronta ya el séptimo mes de embarazo, tiene dos hijos, un niño y una niña de 7 y 8 años respectivamente. El contacto de Iñaki e Izaro con ella ha sido «constante» en este tiempo. «Como no sabe castellano nos comunicamos con traductores a través de Whatsapp», explican.

Carnaval en Tolosa, bombas en Kiev

Hasta hace un mes su plan era trasladarse a Kiev unas pocas semanas antes del parto, pero la invasión rusa lo cambió todo. Así, mientras Tolosa festejaba por todo lo alto el Carnaval y la alegría y el color inundaban las calles de la villa papelera, en casa de Iñaki e Izaro volvía a reinar el miedo. De perder a Maddi. De perder a Maryna. «De perderlas a las dos», recuerdan angustiados.

«Maryna vivía en Zhytomyr, a unos 120 kilómetros al oeste de Kiev, en una ciudad grande. Cuando estalló la guerra se fue una aldea pequeñita, pero a los días se volvió porque no tenían nada. Era un pueblo tan pequeño que se estaban quedando sin alimentos. Decidieron volver a la ciudad que era menos segura pero por lo menos tenían supermercados donde poder comprar», cuentan.

Tras días interminables pegados al móvil a la espera de noticias, un miércoles a las diez de la mañana recibieron el mensaje que les devolvió la esperanza. Maryna había cruzado a Polonia junto a sus dos hijos y estaba bien. «Cuando supimos que estaba a salvo respiramos aliviados. Llamamos a todo el mundo porque durante semana y media familia y amigos han estado pendientes de nosotros cada minuto. Sabíamos que Maryna quería ir a Polonia porque allí vive su madre, pero no nos dijo que había empezado ya el viaje», rememoran sin poder olvidar que el marido «no ha podido salir y sigue en Ucrania».

Tras recomponerse de los últimos acontecimientos, la preocupación volvió a aparecer. ¿Qué pasaba si Maddi nacía en Polonia? «Nuestra abogada nos contó que había tenido unos clientes que su gestante se fue de vacaciones a Polonia, el bebé se adelantó, nació allí y conseguió igual los papeles. Le costó más, pero se consiguió. Y que en nuestro caso, en una situación de guerra, no iba a haber ningún problema», aclara Iñaki. «Maryna tiene claro que en cuanto la guerra acabe quiere volver a su país con su marido. Nosotros desde el primer día le dijemos que hiciese lo que quisiera. Ella elegió irse, al igual que ahora puede elegir volver si esto se calma», prosigue.

De momento, la guerra continúa y cada día que pasa es uno menos en la cuenta atrás para la llegada de Maddi.

Pronto podrán sentir por primera vez los movimientos de su hija dentro de la tripa de Maryna. Aprovechando las vacaciones de Semana Santa, este lunes viajaron a Polonia para compartir unos días con ella y su familia. «En una situación normal igual no habríamos ido hasta el final del embarazo, pero tenemos ganas de darle un abrazo en persona y de ayudarle en lo que se pueda. Queremos ir allí y ver qué necesitan porque salieron de su país con una maleta...», relatan.

A finales de mayo volverán a coger el avión para el nacimiento de Maddi. «Iremos con tiempo, por si se adelanta», cuentan emocionados. A la ida serán dos, pero una vez resuelto el papeleo (pasaporte, partida de nacimiento...), «un trámite que es cuestión de unos días», regresarán a Tolosa con Maddi entre sus brazos.

En casa le esperan ya unos «emocionadísimos» aitonas, que están deseando achuchar a su primera nieta. No solo ellos, también otros familiares, amigos, conocidos... «En la calle nos dicen que Maddi va a ser de todos. La gente conoce nuestra historia, saben por lo que hemos pasado y se han sensibilizado mucho, por eso sienten también como si fuese su niña», indica Izaro.

Tras las presentaciones, esta pareja tolosarra tendrá que lidiar con una nueva batalla para inscribir a su hija en el registro ya que la documentación ucraniana no tiene validez. «Podemos tardar meses, incluso más de un año, pero ya lo sabíamos», explican.

En su caso, primero tendrán que conseguir que le den la paternidad a Iñaki y después comenzarán una nueva andadura en los juzgados para que Izaro pueda adoptar a Maddi. «Va a ser mi hija, pero año y medio más tarde de nacer», comenta Izaro. «Igual es momento de abrir el debate porque facilitaría mucho las cosas y no nos iríamos a Ucrania si se pudiese hacer aquí», desliza Iñaki.

Pese a todo lo que está por venir, este matrimonio tolosarra está «preparado. Nos han dicho que es duro, pero creo que lo vamos a llevar bien porque nuestro objetivo es tener a Maddi con nosotros».

La asociación guipuzcoana HauRRera da sus primeros pasos

Con el propósito de ayudar, asesorar y orientar a futuros padres y madres que opten por la gestación subrogada, la donostiarra Olatz Manterola fundó hace un año la asociación guipuzcoana HauRRera. «El objetivo es compartir nuestra experiencia, ayudar a otras personas en nuestra misma situación y tener un lugar donde poder juntarnos», explica.

HauRRera está dando sus primeros pasos y cuenta de momento con una decena de asociados, aunque Olatz confía en «ir sumando más» al tiempo que la gente se familiarice con esta práctica. «Tenemos el ejemplo de lo que pasó hace años con los niños probeta y mira ahora...», considera. Por eso, abre la puerta a que todo aquel que lo necesite se ponga en contacto con ellos a través del correo electrónico haurreraelkartea@gmail.com.

Aunque no hay datos oficiales, se estima que 250 vascos son padres cada año por gestación subrogada. Así nació hace tres años en Texas (EE UU) Kala, la hija de Olatz. Con 33 años tuvo que someterse a una extracción de útero, lo que le imposibilitó para ser madre de forma natural. Al ser madre soltera, la adopción «no era viable», así que tras «informarse mucho» y gracias a la asociación española 'Son nuestros hijos' su camino se cruzó con el de su futura gestante, Celeste, que entonces era madre tres hijos –ya son cuatro– y no tenía ningún tipo de necesidad económica, «mucho menos que yo», subraya Olatz. De hecho, esta donostiarra tuvo que pedir un crédito para poder cumplir su sueño de ser ama.

Hoy, Olatz disfruta en Donostia de su hija Kala, «que sabe que estuvo en la tripa de Celeste». La relación entre ambas familias sigue siendo estrecha y cercana, tanto es así que «este año queremos juntarnos todos de vacaciones unos días. Lo estamos planeando. No sabemos aún dónde, pero tenemos muchas ganas de volver a vernos».

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